Capítulo 9

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—¡Levántate! ¡Maldita floja!— me reprende mi mejor amiga, mientras me golpea con una almohada.

—¿Qué mierda?— artículo, tratando de cubrir mi rostro de los golpes.

—Tu madre me mando para que despertaras— explica.

—¿Pero tu qué haces aquí?— pregunto, con evidente confusión.

Judy suelta la pequeña almohada en el suelo y toma asiento al pie de la cama.

—Te envié como mil mensajes pero no contestaste ninguno. Me preocupes, así que vine a tu casa y tu hermosa madre me recibió— habla, con un tinte de diversión en su voz.

—¿Qué mensajes? Yo no escuche ninguno— digo, con confusión y medio dormida.

Me siento en mi cama mientras me tallo los ojos tratando de ver mejor.

—Emm... sí, te envié múltiples mensajes preguntándote cómo estabas después de tu fallida cita, pero no recibí ninguna respuesta— dice, mostrándome los mensajes desde su celular.

Rasco mi cabeza tratando de recordar donde dejé mi celular ayer, moviendo un poco mi rodilla sintiendo algo chocar con ella.

Y ahí está.

—Aquí está— anunció, tomándolo.

Prendo el celular y lo primero que me aparecen son múltiples mensajes de Judy apareciendo en la pantalla de bloqueo.

—No escuchaste ninguno porque tenias el celular apagado, genio— se burla Judy, haciendo una mueca como si estuviera imitándome.

Stai zitto, sono più intelligente di te— le refuto molesta.

Non pensare che non ti capisca, Lynette Vitale— pelea ella, dejándome sorprendida.

Scusa, non ti sottovaluterò di nuovo.— me disculpo, para después soltar una risa al final de la oración.

Grazie— agradece, mientras hace una reverencia como de princesa.

Yo solamente rio y finalmente me levanto de mi muy cómoda cama para empezar el día.

—¿Qué hora es?— pregunto, mientras empiezo a flexibilizar mi brazo.

—Las 7:57 de la mañana— me avisa.

Al escuchar eso, volteo a verla y la fulminó con la mirada.

—¿Hiciste que me levantará un sábado, a las siete de la mañana, para nada?— pregunto, en un tono un poco colérico.

Solo un poco.

—Oh vamos, no es tan temprano.— se excusa Judy mientras suelta un bufido, tratando de quitarle importancia.

Oh por Dios.

Lo hizo a propósito.

—¡Judy Katherine Hamilton, son las siete de la mañana!— reclamó, incrédula.

—¿Y? Tú sueles levantarte a las seis de la madrugada— se vuelve a excusar, mientras cruza sus brazos en su pecho.

—¡En día de escuela, no un sábado!— digo, de manera obvia.

Judy empieza a pensar que su argumento no es tan bueno así que empieza a hacer lo que hace cuando no tiene nada más que decir.

Balbucear.

—Pff... p-pues deberías de... de levantarte a estas horas diariamente— habla, empezando a tartamudear.

—¿En serio?— preguntó de manera burlesca, tratando de no reír.

Gotas de Lluvia ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora