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Propinó un fuerte golpe al volante, chirriando los dientes y dejando salir por la nariz toda la pesadez acumulada. Estaba agotada después de pasarse horas conduciendo, estaba deseando llegar por fin a su casa, tras meses en una ciudad que no era su hogar. Y ahora pasaba esto.
Había revisado las ruedas antes de salir, pero no contaba con lo mal cuidada que se hallaba aquella carretera, en la que a esas altas horas de la noche, no pasaba ni un alma. Logró a duras penas llegar, con una rueda pinchada, a un local de mala muerte en medio de la nada. Un motel con bar. Al menos tendría lugar en el que pasar el tiempo mientras esperaba a aquella grúa a la que había llamado.
"Que no vendrán hasta mañana por la mañana. Hay que joderse...", musitó Natalia mientras se resignaba a la espera.
Se resignó también a salir del coche, enfrentándose al frío polar que le acompañaría mientras cogía su bolso, cerraba bien y se dirigía a aquel bar. Pediría una habitación para la noche, pero después de entrar en calor con un par de copas.
Clac. Abrió la puerta. Una música ambiental, de raíces country le dio la bienvenida, así como la calidez en el aire. Un espacio con pocas luces, casi todas centradas en una pequeña tarima que la morena intuía que era dónde se hacían actuaciones; un par de parejas en las mesas y alguna persona solitaria callando sus penas en la barra.
Dio un par de pasos hasta sentarse en uno de los taburetes y miró su móvil. Las 3 menos cuarto de la madrugada. Sus ojos pesados viraron hasta encontrarse con los del barman, que se había acercado.
- Un puerto de indias con 7Up, por favor... -pidió con la voz agotada-.
El hombre asintió y buscó entre su alacena bien surtida. Lo sirvió bien y Natalia murmuró un "gracias".
- ¿Un día duro, jefa? - intentó descifrar aquel camarero, seguramente el dueño, la mirada perdida de Natalia-.
- Agobiante, quizás - ella agradeció la conversación-. Tan sólo necesito algo de distracción...
- Has venido a un buen sitio entonces... estando en mitad de la nada, claro - soltó una sonora carcajada, volviéndose a la caja con el dinero- Tenemos a una artista muy peculiar que canta todas las noches, exactamente a las 3:14. Es su sello.
- ¿La hora pi?
- ¿Cómo?
- Nada, nada...
Decidió quedarse hasta esa extraña hora, pidiéndose alguna que otra copa más. No se estaba mal, la noche se estaba haciendo más llevadera. Y tal como le había dicho Roberto, el dueño del local, a las 3:14 exactas apareció en el pequeño escenario una chica, entre los escasos aplausos de las 7 personas que allí quedaban. Natalia giró su taburete y apoyó su codo en la barra, cruzando las piernas.
Observó que, tras los cargantes focos, lucía la presencia de una menuda figura de cabellos rubios, labios carmesí y pestañas eternas. Alzó su mirada, hasta entonces cabizbaja, y Natalia pudo contemplar el dorado de sus ojos. Aquella rubia, guitarra acústica en mano, echó un vistazo a las personas que se esparcían por las mesas y la barra. Hizo un breve contacto con los ojos oscuros de la morena, y ella tragó saliva. La cantante sonrió.
Ajustó el micrófono, y con movimientos lentos, jugueteó con las cuerdas hasta empezar la canción.
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Universos Albayas
FanfictionRecopilación de Shots que se me vienen a la cabeza y como una no se está quieta pues se escriben. No prometo nada. Bueno sí: cosas cucas.