.
.
.
Mayo había llegado ese año con frescor en su aire, un alivio a las oleadas de calor que habíamos sufrido en Abril. Era un tiempo agradable para salir al balcón, con una cerveza recién sacada de la nevera y disfrutar de compañía. Incluso sin nada que decir, tan solo estando.
Empecé como de costumbre mi día, había tomado una rutina que era cómoda de llevar. Quienes me conocían sabían que siempre había sido una persona espontánea, sin planes, como una hoja llevada en el viento. Pero las cosas habían cambiado, y mi rutina estaba bien. Siempre me ayudaba refrescarme la cara, mirarme al espejo y, fuesen las que fuesen las circunstancias, sonreírme y decir para mí misma:
- Hoy va a ser un buen día.
Con esa premisa comenzaba siempre. Puede parecer una tontería, pero lo cierto es que me daba las energías necesarias para recorrer la casa... aunque no estuviese ella. Lo llevaba como podía, fue doloroso cuando nos tuvimos que separar, pero siempre que podía la visitaba. Ese día iba a ser uno de esos momentos, y por eso sería bueno.
Después de desayunar sin prisa alguna, le di un repaso a la casa para que no acumulase polvo. Cuando acabé ya era mediodía. Me vestí con una falda y una blusa lista para salir a la calle. Como la visitaría después de almorzar con nuestra hija, iba a ponerme muy guapa. Sonreí mientras me peinaba lentamente el pelo. Me puse su broche favorito, el de la guitarra, y me eché su colonia favorita, la que olía a fruta y azahar. Todo para mi chica.
"Voy para alla"
Tecleé lentamente en el móvil que me había regalado nuestra pequeña Amaia (aunque ya no era tan pequeña) y se lo mandé. Ella me respondió con la rapidez de siempre. Suspiré al recordar los años en los que yo también era una bala escribiendo mensajes.
Cerré bien la puerta al salir y bajé por las calles. Me acaricié el pelo para ver si aún lo llevaba bien peinadito. Tenía muchas ganas de verla. Por una de las calles de camino a la casa de Amaia, estaba una de las tiendas que más me gustaban. Y de las que más le gustaban a ella.
Paré en ella para comprarle un regalo.
- Buenas tardes, Pedro -saludé al dependiente, que ya me conocía desde hace años.
- ¡Buenas tardes, Natalia! Va usted muy guapa hoy -sonreí ante el cumplido, siempre tan educado y simpático- A ver si lo adivino, tiene una cita con ella.
- Ha adivinado bien. Así que... ¿podría ponerme lo de siempre?
- Marchando ahora mismo, espere un momento -entró en la tienda y yo esperé fuera. Respiré hondo ese agradable olor que siempre llenaba las floristerías. Al rato salió con un precioso ramo de narcisos y lilas. Las favoritas- Aquí tiene, no me vaya a pagar, esta vez corre por mi cuenta.
- Pedro es muy amable pero...
- Insisto, lléveselo. Y dele un beso de mi parte, también echo de menos verla por el barrio -esbozó una tierna sonrisa que correspondí inmediatamente, con algo de pena.
- Se lo daré, muchas gracias.
Me despedí de él y seguí mi camino. Mi hija no vivía demasiado lejos, así que llegué en cuestión de 10 minutos. Me dio la bienvenida abriendo la puerta mientras la nariz de su perrito Sebas asomaba por el resquicio. Olisqueó ansioso por ver quién era, y al reconocerme se puso a dar vueltas a mi alrededor. La risa de mi hija se vio complementada por la de mi nieta, que se encontraba en sus brazos.
Me embobaba cada vez que la veía. No me acostumbraré nunca a ver esos ojitos tan brillantes, en una cara tan bonita. Cuatro añitos tenía ya.
- ¿Y la niña más preciosa del mundo entero cómo está hooooy? -le pregunté con el tono más tierno que me salía, la cogí en brazos y la llené de besos por todos lados. Ella se reía a carcajadas.

YOU ARE READING
Universos Albayas
Fiksi PenggemarRecopilación de Shots que se me vienen a la cabeza y como una no se está quieta pues se escriben. No prometo nada. Bueno sí: cosas cucas.