Vuelta a la última navidad

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"En Garden Lodge descansa, una alma que vive en la fantasía.

El número siete es de la suerte, este duende lo lleva con el mayor de los orgullos y dichas.

¿Pero sabes de dónde viene? ¡Llegó desde el Polo Sur por un tiempo!

Quizás de Intercambio, cómo un Estudiante de la vida, que disfruta al máximo el momento."


Freddie caminaba por las calles repletas de nieve, hundiendo los pies con diversión en aquellos copos blancos que habían caído recientemente del cielo

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Freddie caminaba por las calles repletas de nieve, hundiendo los pies con diversión en aquellos copos blancos que habían caído recientemente del cielo. Este estaba teñido de nubes grisaceas, que no dejaban que el sol asomara para ver. Pero a pesar del clima no muy armónico, los gorriones no habían cesado de piar.

El bigotudo traía dos bolsas de plástico con algunas cosas que había comprado para cenar, así que no era muy conveniente estar jugando en el camino. Podría correr el riesgo de que el pollo crudo que traía terminara un metro bajo la nieve y muy poco apetecible.

Se acomodó el suéter con bordado navideño, se apretó un poco la bufanda verde y roja, y se subió un poco más el cierre de su abrigo gris. Así se preparó para caminar derecho y tranquilo por la acera despejada de blancura, un poco triste de no poder seguir jugando.

En el trayecto, Mercury animado saludó a los vecinos, agitando su mano libre y esbozando una bellísima sonrisa que conmovió a la anciana toda arropada hasta el cuello de la casa de enfrente. La mujer llevaba a su caniche tembloroso en el bolso, que estaba vestido para las celebraciones también.

El espíritu navideño llenaba el cuerpo de Freddie de alegría, como a la mayoría de cuerpos. Incluso a los objetos, que yacían todos decorados e iluminados con hermosas luces de colores.

Pronto llegó hasta la primer estancia de su casa. A Freddie le agradaba el toque que la nieve le daba a la casa y a sus verdes jardines. Estos ya estaban adornados. Mercury se había esforzado en embellecer hasta el último pino, y había puesto bolas navideñas en los arbustos que podían aguantar el peso.

La casa era sin duda preciosa pasando aquella época. Una adquisición amena ya de por sí, a la que Freddie le encantaba decorar en las fechas especiales. Lento y contento llevó sus pies a cruzar el jardín y hasta la puerta de su hogar, para detenerse a acomodar la corona navideña que estaba un poco torcida. Cuando concluyó, introdujo la llave en la cerradura y la giró.

Al instante que la puerta se abrió, el suave olor a perfume le invadió a Freddie las fosas nasales. Había comprado un perfume de interiores con un aroma que a su novio le gustaba mucho, y al parecer estaba siendo un éxito.

Arrastró los zapatos contra los cabellos duros de la alfombra de entrada, para limpiar su calzado de cualquier tipo de suciedad exterior. Atravesó la puerta, metiendo antes las bolsas y luego su cuerpo. Y no hubo sensación más gratificante que la calidez de su casón abrazarle cuando empujó la puerta con el pie, así cerrando. Con esto no permitió que ninguna corriente de aire se colara, y pudo comenzar a ponerse cómodo.

Crónicas de una navidad desastrosa (DEACURY)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora