♑️ C A P R I C O R N S H U R A

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Shura estaba lo que seguía de cansado

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Shura estaba lo que seguía de cansado.

Con paso lento pero orgulloso, caminaba en el camino empedrado que conducía al Santuario. Pudo sentir los cálidos rayos del sol en su espalda que iluminaban todo de poco a poco, haciendo destellar su armadura dorada y la blanquecina capa desgarrada a la mitad.

Sus párpados pesaban y amenazaban con cerrarse en cualquier instante, tenía sueño. A pesar de ser un Santo de Oro, a penas tenía diez años, ni siquiera era un adolescente.

Sin embargo todo rastro de lo que quedaba de infante se había esfumado. Podría tener la apariencia de un niño pero había perdido todo rastro de inocencia esa noche.
Cualquiera podría haber pasado desaparecido qué Shura ya no era un chiquillo, pero su brazo derecho y la capa que se mecía con delicadeza en el aire contaba todos los hechos sucedidos.

Su brazo y capa escurría sangre, tanto propia cómo ajena. Y honestamente no podía sentirse más asqueado de sí mismo. Pero una parte de él le decía que lo que hizo estuvo bien, fue justo y leal a su diosa, ignorando las barbaridades que fueron pronunciadas por el traidor.

Shura.

Una voz resonó en su mente, se sobresaltó pero apenas y lo dejó notar.

—¿Sí, su Ilustrísima?—respondió con seguridad en su cosmos.

—¿Qué ha sucedido con el traidor?—frunció el ceño. Pudo notar que la voz del patriarca soñaba con ansias y deseo, no con preocupación. De todos modos ignoro ese hecho.—Sí lo que te preocupa es la bebé, no debes de angustiarte. Athena y la armadura están en el templo papal ya resguardadas.

Lo que usted ordenó Santidad—se mordió el labio, temeroso de decir el final de su misión—. Aioros de Sagitario está muerto. He dado fin a la vida del traidor.

—Bien hecho, Athena está viva y segura gracias a ti. Al mediodía en el Coliseo anunciaremos tu hazaña.

Y sin más el poderoso cosmos del patriarca desapareció de su mente, dejándolo a él sólo con pensamientos que había evadido desde cumplió su misión.

Un poderoso vacío se estaba dejando sentir en su pecho, y su vista se nubló sintiendo sus ojos picar de manera incontrolable.

Recordaba que había llegado al Santuario con temor. Miles de rostros nuevos y ni hablar de cómo se regía ese lugar, con la ley de que sólo el más fuerte sobrevive.
Tenía muchísimo miedo, un miedo que un niño de cinco años era incapaz de sentir a esa edad.

Había caído en el fondo de un abismo negro... hasta que aquella mirada amable de color celeste, le extendió la mano sacándole de la oscuridad mostrándole lo bello del recinto de la diosa de la guerra justa.

Nación una preciosa e inigualable amistad, de la cuál el mismo Aioria sentía celos de mostrando lo hermosa qué era.
En Aioros había encontrado un amigo leal, encantador, bondadoso y juguetón.
Siempre quiso ser cómo él y ese deseo aumentó de maneras inimaginables en el instante en que Sagitario lo había vestido.

Para muchos, Saga era lo que debía ser un perfecto caballero dorado, pero para él no. Él no pensaba eso, había discutido con Milo tantas veces sobre eso, mostrándoles a todos que el arquero era mucho mejor. Y lo comprobó cuándo Shion eligió al guardián del centauro como próximo Patriarca.

Les había encarado eso a todos los herederos de las armaduras doradas demostrando que él había estado en lo cierto, al poner toda su fe en Aioros.

Vaya sorpresa se dió cuándo Aioros simplemente rehuyó el trono y prefiero dárselo a Arles cómo si de un dulce se tratara. Se decepcionó demasiado poniendo en duda su admiración a él. Una admiración que se derrumbó en su totalidad al seguir los pasos del de Sagitario para matarlo. Cosa que logró.

Peleando con él, Aioros dijo mentiras poniendo en duda la Su Ilustrísima mientras aferraba a la bebé de cabellos violetas en su pecho.
Ignoro todas sus palabras que nada más eran excusas para salvar su patética vida.

Unas lágrimas rebeldes se deslizaron de sus ojos escurriéndose en sus mejillas.
Con brusquedad se limpió la cara soltando un bufido molesto.

Sin darse cuenta iba ya en la novena casa que antes significó para él tantas cosas y ahora sería para él y para todo habitante del Santuario un lugar maldito.

Con parsimonia caminó en la casa de Sagitario, observándola con desprecio.

—Shura.

A través de su hombro echó una mirada al pequeño Aioria, que tenía los ojos rojos y marcas de lágrimas en sus mejillas.
No le pasó desapercibido el terror y angustia al ver su brazo y destrozada capa, cómo si comprobara lo que le sucedió a su hermano mayor. Su única familia.

—¿D-dónde— se talló los ojos, oyendo el sonido de mocos atorados en la nariz y cómo su voz empezaba a quebrarse—, está Aioros?

Inexpresivo, lo contempló unos segundos.

—Dónde los infames traidores deberían de estar—continuó su camino—. Tu hermano está muerto.

Pudo distinguir el sonido de un llanto incontrolable pero lo ignoró.

Creí que todo estaría bien a partir de ese momento, pero él ignoraba el hecho de que estaba roto por dentro. Esa día una parte de Shura de Capricornio murió junto con Aioros y jamás volvería ser el mismo de antes.


Feliz cumpleaños a Shura 🥳
Capítulo rápido en honor a la cabrita
Besos ❤️

𝑺𝒂𝒊𝒏𝒕 𝑺𝒆𝒊𝒚𝒂 𝒐𝒏𝒆 𝒔𝒉𝒐𝒕𝒔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora