♎️ L I B R A D O K H O

480 20 4
                                    


¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Soltó un largo y prolongado suspiró al esquivar el cuerpo inerte del espectro al que hace unos pocos instantes había asesinado con un simple ataque

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Soltó un largo y prolongado suspiró al esquivar el cuerpo inerte del espectro al que hace unos pocos instantes había asesinado con un simple ataque.
Pobres ingenuos. Se creían llenos de poder en invencibles pero un sencillo golpe de cosmos los eliminaba. Aunque claro se trataba de un Santo Dorado tal vez por eso no tuvo que esforzarse en matarlo.

El olor a muerte llegó a sus fosas nasales haciéndolo fruncir el ceño creando una mueca de asco en su rostro.

Las rocas negras de color ébano rodeaban todos los caminos existentes creando la sensación de estar encerrandose lentamente en una prisión.
El cielo escarlata traía el ambiente perfecto para el lugar en el que se encontraba.

Nunca se le cruzó por la mente que llegaría al Inframundo para librar la batalla de la Guerra Santa... otra vez.

Su caminar creaba el repiqueteante sonido del metal de su armadura trayendo tan siquiera un sonido más vivo. En todo el Hades los gritos y lamentos, más las aguas de los cinco ríos era lo único que se dejaba oír.

Avanzó un poco subiendo a una pequeña colina que le dió una mejor vista del paraje en el que estaba.
El Aqueronte, el río de los sueños perdidos estaba a su derecha. El río de fuego, el Flegetonte que conducía al abismo del Tártaro estaba a su izquierda. A lo lejos, después del río donde Caronte navegaba se erigían construcciones imponentes: Las Prisiones.

El ver el extenso lugar un escalofrío le recorrió de pies a cabeza.

¿Qué compañeros suyos estarían ahí sufriendo eternamente? Esperaba que todos estuvieran en el paraíso de los valientes y los héroes: Los Campos Elíseos, disfrutando de la gloria eterna, aunque una voz en su mente le decía que esperar eso era totalmente una idea ridícula.
Tenía doscientos sesenta y un años, no era idiota. Claro que los dioses jamás dejarían que los honorables caballeros de Athena descansaran del sufrimiento.

Unas energías conocidas se hicieron presentes a una distancia considerada, el santo inmediatamente las reconoció: Cisne y Dragón, por fin habían despertado el octavo sentido llegando al Inframundo.

Ah, los caballeros de bronce. Siempre tan leales a Saori.

Recordó que hace unos momentos sentía un nerviosismo ridículo cuándo se reunió con unos de ellos en las ruinas del castillo Heinstein.

A pesar de haberlos ayudado y guiado desde un inicio, Dokho jamás quiso cruzarse ni verles la cara a ninguno de los cinco jóvenes.
No los odiaba, ni mucho menos los despreciaba, solamente qué él era un completo cobarde.

Era irónico. Peleó en numerosas batallas hace dos siglos pasados, tenía una extensa sabiduría y le temía al encuentro de cinco adolescentes.

Hyōga nunca fue un problema para él, pero era amigo de los otros cuatro así que eso significaría reunirse con todos en sí.

Shiryu, su increíble alumno era leal de maneras extremas. Nunca deseó querer pelear lado a lado con él ¿la razón?. Simple, lo había comprobado hace horas en la casa de Aries.
Su aprendiz jamás lo abandonaría, preferiría luchar con su maestro a salvarse, lo cuál complicaba las cosas en situaciones graves.

Shun siempre le dió un extraño presentimiento y aún lo hacía. Era famoso por no luchar, si no por siempre evitar la pelea y usar su cosmos para defenderse.
Era demasiado puro para ser verdad.
Además, Andrómeda siempre le recordó a Alone.

Y después estaban los últimos dos que, gracias a Athena no se los había encontrado.

Ikki de Fénix. Serio, frío, con un hermano menor al que siempre protegerá, nacido bajo la estrella de un ave.
¿Qué sí le sonaba la historia? Claro, él podría jurar que Ikki era la reencarnación de Kagaho de Bennu. Un espectro que quiso matarlo por causarle un pequeño rasguño a Hades. No sentía ningún resentimiento hacia él pero sí una vibra extraña, un cosmos idéntico al del fénix egipcio.

Finalmente estaba Seiya.
El caballero de pegaso, que siempre luchaba lado a lado con Athena.
Si tan sólo que Shiryu hablara de él, le causaba un vacío junto con una gran tristeza en el corazón.
Tenma.
Vivaz, rebelde, alegre, enérgico y valiente. Podría escribir una hoja completa de todas virtudes que tuvo Tenma cuándo estaba vivo.
Su primer estudiante, quién fue un hermano menor para él.

Esas eran sus razones por las que no quería reunirse con los caballeros de bronce.

Con un suspiro decidió olvidarse de esos pensamientos, y con determinación continuó con su camino en el infierno.
Quiso imaginar que después en los Cinco Picos tendría tiempo para reflexionar sobre ese tipo de cosas aunque en su corazón sabía que no tendría tiempo de pensar en eso después de la Guerra Santa, sabía que esta vez él no sobreviviría.




Como ya lo he dicho yo sólo tomo como canónico en
mis historias a TLC y la serie original
Besos
❤️

𝑺𝒂𝒊𝒏𝒕 𝑺𝒆𝒊𝒚𝒂 𝒐𝒏𝒆 𝒔𝒉𝒐𝒕𝒔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora