𝗖𝗮𝗽𝗶́𝘁𝘂𝗹𝗼 𝗜𝗩.

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—𝑯𝒆 𝒑𝒂𝒔𝒂𝒅𝒐 𝒑𝒐𝒓 𝒎𝒖𝒄𝒉𝒂𝒔
𝒄𝒐𝒔𝒂𝒔, ¿𝑸𝒖𝒆́ 𝒉𝒂𝒃𝒍𝒆𝒏 𝒅𝒆 𝒆𝒔𝒕𝒐
𝒎𝒆 𝒉𝒂𝒓𝒂́ 𝒅𝒂𝒏̃𝒐?
𝑺𝒆𝒓𝒊́𝒂 𝒑𝒆𝒐𝒓 𝒗𝒆𝒓𝒕𝒆 𝒑𝒓𝒆𝒐𝒄𝒖𝒑𝒂𝒅𝒐
𝒑𝒐𝒓 𝒆𝒔𝒐.







Sasuke y Naruto no tenían ningún vínculo. Naruto no tenía la marca de una mordedura en su cuello y sus olores no se mezclaban en su totalidad. Sin embargo, seguían siendo alfa y omega, tenían ellos, el lazo latente de algo emocional y espiritual, la clara muestra de una unión de almas.

Por eso, Sasuke, solo actuaba como actuaría un alfa que siente que atacan a su pareja. Porque al niño no le gustaba, para nada las miradas de algunos sobre Naruto. Ni tampoco le gustaban, los comentarios que algunos negaban, donde antes solían mencionar que el niño era una bestia, un completo monstruo y ahora, parecían tirarse a sus pies.
Sasuke apretaba con fuerza la mandíbula, sintiendo que si hubiese nacido en otra época, tal vez, hubiese protegido de todo el dolor a Naruto.

Está caminando hacia el encuentro de su equipo, porque debe seguir con sus misiones de ninja. Aunque en realidad solo desea, pasarse todo el tiempo pegado a Naruto, ocasionado accidentes, para poder rozarlo,  y así sentir ese éxtasis tan corto que le ocasiona el poder tocar a su pareja.

Chasquea la lengua, cuando nota las miradas interrogativas de algunos aldeanos en él, sigue caminando sin darles importancia, cosas que había logrado pulir durante sus cortos años.
No le parece extraño ser el primero en llegar, así que se apoya de la barandillas del puente para esperar al maestro Usagi.

El típico gritó de Konohamaru le hace suspirar, tendrá un día horriblemente largo. Está seguro de que Moegi viene con el niño hiperactivo. Lo único que quería era paz, con un equipo calmado, pero pareció que eso no fue escuchado por nadie.

Se masajeó el puente de la nariz y se puso a recordar el aroma de Naruto. Eso le relajó tanto, que los otros dos niños lo miraron raro al ver, como tenía una sonrisa tonta.

—Creo que se volvió loco. —comentó la niña. Mirando curiosa a Sasuke. Konohamaru asintió.

—Él ya estaba loco. —susurró el niño castaño. Se acercaron de manera lenta a su compañero. — ¡Hey, hola, Sasuke! —exclamó.

Sasuke parpadeo confundido, mirando de forma seria a los dos que habían llegado. Hizo un movimiento de cabeza, en modo de saludo. Y se enfocó en mirar sus sandalias, evitando ser parte de la conversación que ambos tenían. Tal vez lo hubiesen invitado, pero Sasuke en realidad no parecía feliz con ellos.

El maestro llegó, mirando a sus alumnos, siempre se le adelantaban y no entendía porqué. Negó con la cabeza algo perdido en sus pensamientos, para luego comunicarles que iban a ser los guías de una familia importante, que llegaba para afinar las relaciones, que durante la guerra se habían realizado. Sasuke suspiró, al ver qué junto a Konohamaru deberían encargarse de la plena protección de los niños. Eran menores que ellos, rozando los ocho años, dos mellizos varones y una niña de seis que miraba curiosa al ninja Uchiha.

—Yo soy el mejor ninja de Konoha. —dijo el castaño. Alardeando sobre el mismo. Mientras los mellizos le miraban asombrados. — Y mí maestro es Naruto Uzumaki.

Las exclamaciones de sorpresa fueron inevitables. Los pequeños le miraban con ojitos brillantes, incluyendo a la niña. No podían creer que estuvieran ante un discípulo del gran ninja Uzumaki.
Sasuke escuchaba atentamente.

—¿Y cómo es él? —preguntó la niña. — Yo nunca le he visto en persona. Dicen que su cara fue tallada por los mismos dioses.

Konohamaru frunció el ceño, no pensaba que Naruto fuera tan tan atractivo, él lo era más. Asintió con su cabeza lentamente.

𝗠𝘆 𝗹𝗶𝘁𝘁𝗹𝗲 𝗯𝗶𝗴 𝗹𝗼𝘃𝗲Donde viven las historias. Descúbrelo ahora