=Prefacio=

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La fresca brisa corría libre por los verdes campos a las afueras de la ciudad, la tranquilidad de aquella tarde de verano era todo lo que ellos necesitaban para pasar tiempo juntos, lejos del bullicio del centro.

Los mechones dorados de su cabello bailaban al compás del viento, únicamente sujetos por una bandana de lunares que le había regalado Lana hace ya mucho tiempo.

Él observaba cada centímetro de su joven rostro, contando cada pequeño lunar o insignificante marca producida por el sol.

Su Lucy era muy hermosa, demasiado bella para este horrible mundo.

Atrajo su delicada mano hacia su pecho, justo donde aquel músculo bombeador de sangre se ubica. Sus acaramelados ojos se encontraron con los claros de ella y las dos sonrisas más sinceras se hicieron presentes haciéndole competencia al mismo sol por lo brillantes que aparentaban ser.

—¿Podrías decirlo? —pregunta ella en medio de un suave suspiro.

Él niega gentilmente, aunque enternecido por la voz de su amada.

—No necesito decirlo, con demostrarlo es suficiente.

—Pero...

—Lucy —la interrumpe sin usar un tono brusco.

—Sólo dilo —implora, cansada—. Debo saber que lo que sientes por mí es real y no otra de mis fantasías —con un leve puchero, sella sus palabras agregando—: Di que me amas, Daniel.

Y finalmente, con el cielo manchado de rosa atardecer y el canto de las aves que llegaban del norte, el castaño pronunció la frase que pronto se convertiría en la más conflictiva de todas:

—Te amo, Lucy Wilson.




Di que me amas [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora