— ¿Mimi?— ¿Miriam?
Risas.
Mierda, ya no me acordaba de su risa.
— Te acuerdas de mi nombre. - Me decía con un tono de creída.
— Ya veo que tú del mío también. - Le devolví con el mismo tono.
No dejaba de tener esa sonrisa chulesca en la cara.
— Bueno, los buenos polvos no se olvidan. - Me dijo acercándose como la primera vez que nos conocimos.
Ella, otra vez con su puta actitud, y yo, otra vez con mi puto nerviosismo al tenerla delante.
Se acercaba más a mi y ya casi nos estábamos rozando, cuando ella de repente, dirige sus labios hacia una de mis mejillas y deja un beso muy cerca de la comisura de mis labios. Repite la acción pasando al límite de mis labios, casi rozándonos, y deja otro beso en la otra mejilla.
— ¿Que te trae por aquí? - Me preguntó separándose.
— Eh - Me quedé un poco inmóvil, pero supe salir del trance. - Pues nada mi amigo que se ha echao un medio novio y...
De repente salió Ricky chillando mi nombre.
— Mimi coño, ¿dónde te habías metido? - Me dijo mirándome sin darse cuenta de que estaba acompañada.
— No, nada, que había, ehh, que había salido a fumar, pero ya entraba. - Le decía a mi amigo mirando a Miriam de reojo de vez en cuando.
— Ah ostia, que no estás sola maricona, preséntamela, ¿no? - Me dijo guiñándome el ojo, mientras se dirijía hacia Miriam y la cojía de los hombros girándola para darle dos besos.
— Ay Ricky, no hagas el imbecil. Como si no te acordaras de ella.
— Bueno yo no sé, pero tu sí eh.
Lo iba a matar lo juro.
— Anda cállate ya hostia. Vamos pa dentro. - Le dije mientras lo empujaba para dentro del local.
— Bueno, adiós a ver si coincidimos más Mimi. - Oí como decía Miriam a mis espaldas.
— Ehh, claro, ya nos veremos por... bueno sí, que eso. - Le dije medio nerviosa y tirando más rápido de Ricky para llevármelo para dentro, porque sino, sabía que iba a soltar algo que no hacía falta que soltara.
— Eh eh - Me paró una vez dentro. — ¿Pero que haces, tía? ¿Qué esa pedazo mujer te está tirando a saco, y tu no tienes otra cosa que hacer que darle largas y hacer la gilipollas?
— Eh Ricky, no me ralles hostia. - Le dije yéndome de enfrente suyo. Pero me siguió. - Si pretendes que me vuelva a acostar con ella, ni lo sueñes. Vamos, ya le gustaría repetir. Esque ni de coña.
— Ay Mimi, deberías dejar el miedo de lado y tus estúpidas promesas de niñata.
— Ricky, ya sabes como soy y no voy a cambiar de un día para otro. Y menos por una tía que... yo que sé.
— Bueno ya veremos cómo acabáis el asunto, pero esa mujer te desea. Te lo digo yo que sé leer miradas, mujer.
— Pues se va a quedar con las ganas, lo siento. - Le dije haciendo una mueca y cogiéndole las llaves del coche de su bolsillo. - Te espero en el coche mientras te despides de tu "amigo" - Le dije en un tono insinuante y marcando las comillas con los dos dedos de cada mano.
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Fui a actuar como muchas noches al bar dónde trabajaba. Allí cantabamos y haciamos lo que nos gustaba. Sentiamos y transmitiamos. Aunque todo se tiene que decir, muchas veces solo te escuchaba el 40% de la gente que había en esos momentos en el bar. Pero bueno, mejor eso que no poder vivir de la música.