Había pasado un mes desde que había follado con Mimi entre dos coches, y por tanto, hacía un mes que no tenía señales de vida por parte de aquella chica.
Le jodía.
A Miriam le jodía.
Si fuera por ella la hubiera seguido viendo, conociendo y por supuesto, haciéndoselo.
No le era difícil aceptar que aquella tía se había convertido en su debilidad. Era una especie de amor platónico, entre comas. Muchas comas.
Pero por ello no querría tener algo serio con ella. Eso de enamorarse, quererse, presentar a las respectivas familias, el compromiso que supone tener una relación, el renunciar a cosas por ver feliz a tu compañera de vida... Todo eso a Miriam se le quedaba grande, y en ningún momento pensó en querer ir a más con Mimi, solo pedía volver a verla, volver a besarla y todo lo que conllevaría aquello, y por qué no, a hablar, a charlar.
No sé, ser amigas, amigas que follan.
Amigas que follan porque se atraen, hablan porque se caen bien y confían porque son amigas.
En fin, nada más.
Pero bueno, nada de eso iba a ocurrir, más que nada porque por mucho que Miriam había intentado ponerse en contacto con la chica a través de instagram - por fin encontrado, un proceso dificil para la Miriam poco tecnológica - no había recibido respuesta alguna por su parte.
Tenía asumido que lo suyo se había quedado en dos polvos tontos borrachas.
Es lo que fue, y no podía hacer nada.
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Agoney observaba desde la silla de la encimera a Miriam, semtada en la terraza con un bol de leche y cereales en frente suyo.
Se había mudado por fin a su piso ya que en un par de días la pequeña de la casa, tenía que abandonar el piso con sus compañeros para alcanzar su sueño de ser actriz. Le habían dado la oportunidad de seguir aprendiendo y trabajando en un musical muy famoso en Barcelona y, por tema de comodidad, decidió mudarse allí.
Todos estaban muy orgullosos de lo que estaba consiguiendo aquella luchadora, que a su corta edad, ya había ganado muchísima confianza en el sector y sobretodo, en ella misma.
El mundo del arte dramático es complicado de llevar, de conseguir y de permanecer, pero cuando se refleja el esfuerzo y la pasión por ganarte un hueco en ese mundo, nada es imposible.
Nerea había conseguido ganarse un puesto en uno de los musicales más grandes de España, y aunque se les iba un poco lejos, estaban tan contentas por sus logros, que la distancia no era un problema si sabían que iba a disfrutar cómo una niña pequeña.
En el piso ahora mismo eran 4, ya que Miriam estaba a mitad instalación y Nerea a mitad marcha. Y bueno, Agoney y Mireya, seguían ahí, encantados de que Miriam fuera la que ocupara el puesto vacante que dejaba la pequeña.
Miriam era fanática de levantarse, salir a la fresca, desayunar tranquilamente y luego hacer un poco de deporte.
Tan tranquilamente como te permite el fuerte ruido de una mañana en Madrid centro, con coches y todo tipo de transporte sin dejar de atravesar las calles de la gran ciudad.
Pero bueno, ella parecía evadirse de todo sonido exterior al de su cabeza.
Y tanto. Y tanto que se evadía.
— ¡Miriam! - Terminó gritando Agoney al ver que la chica que tenía en frente y removiendo concentrada los cereales como si la vida le fuera en ello, no movía ni un ápice de su cuerpo.