10 setiembre 2019
Desde Manaos
Estimada señora Katherine, mis palabras son en un principio de agradecimiento, al ofrecerse a cuidar mi antigua casa a las afueras de Soriano. Es un pueblo campal, y la casa un tanto aislada pero amplia dificulta su mantenimiento. Fue muy amable al ofrecerse realizar las tareas de limpieza y mantenimiento.
Le comento que ahora me encuentro en un pequeño pueblo de Brasil, a unos pocos kilómetros de la amazona. Debo confesarle que la armonía de la naturaleza me hacía falta para apaciguar los pensamientos tormentosos que comenzaron a instaurarse en mi mente los últimos días de mi estadía por los lados en los que usted se encuentra. Hay veces que simplemente es necesario aislarse de todo.
No quiero que se preocupe, alimento a los animales y una limpieza superficial bastara para culminar sus tareas. Le agradezco nuevamente su gentil acto y con respecto a sus dudas acerca del sótano...temo que no podrán ser respondidas.
Usted limítese a las tareas sencillas, de las habitaciones principales de la casa.
Saludos cordiales.
Emanuel Clarke.
25 setiembre 2019
Desde Manaos
Estimada señora Katherine, recuerdo haberle comentado que la finalidad de mi viaje fue una liberación mental de los acontecimientos que atormentaron mi mente durante la estadía en mi antigua casa que usted ahora cuida. Debo confesarle que las reiteradas cartas de su procedencia han comenzado a irritarme, así que, sin más, le comentare lo que tan profundamente parece perturbarle.
No es nada extraordinario. recuerda a mi compañera de facultad Caroline Murric? con ella comencé a realizar mi tarea final del último año de la carrera en Ciencias. Nuestro objetivo se basaba en suplantar órganos de animales superiores en el cuerpo de otros similares, con el fin de adquirir un espécimen cuya composición interna difiera de lo conocido, y que sea funcional. El hecho es que, tras variados intentos, los animales comenzaron a morir. Las nuevas estructuras cocidas en su interior no eran funcionantes.
Espero que esta breve descripción explique la fetidez proveniente del sótano, y de los manchones de sangre en las paredes de algunas de las habitaciones.
Debo ser sincero con usted, señora Katherine, estoy en un momento de liberación interior y lo último que quiero es tener que darle explicaciones. Espero no más intromisiones ni cartas que puedan llegar a perturbarme de alguna forma.
Saludos.
Emanuel Clarke.
PD: con respecto a las manchas de sangre, no se moleste en limpiarlas. Como le comenté, haga limpieza superficial.
3 octubre 2019
Desde Manaos
Katherine, debo confesarle que pensé en ignorar sus reiteradas cartas, pero debido al claro tono de desesperación de estas últimas, me veo obligado a contestar nuevamente. Siempre fue para mí una gran confidente y sé que es usted una mujer de palabra, que bajo ningún aspecto se atrevería a delatarme. Eso, señora Katherine, temo que sería el peor de sus errores.
Dicho eso prosigo con la, espero, última carta que debo mandarle. Y confesarle que si, en efecto sabia de la desaparición de mi antigua compañera Caroline Murric. Lo cierto es que la mujer era una idiota. En reiteradas ocasiones le comenté que para que el experimento tuviera efecto, los órganos de los animales debían estar completamente frescos. La mujer me traía animales que encontraba en el bosque, y cuyo grado de putrefacción ya era avanzado. No servían pues, para mis fines. Comenzó a recriminarme que mi estado últimamente se había tornado obsesivo y siniestro, que estaba fuera de mis cabales. La pobrecita, en un mero intento de ayudarme decido alejarse de mí y dar por terminada nuestros experimentos. Supuestamente mis reacciones violentas e impulsivas la asustaban. Debo confesarle que enfurecí, y que al intentar que no saliera del sótano, la agarre con fuerza y de un brusco movimiento callo por las escaleras. Murió. O al menos eso creía señora Katherine, espero no me tome por un loco.
En fin, debe comprender señora Katherine, que era una oportunidad imperdible para mí. Un cuerpo fresco justo frente a mí, y nada más ni nada menos que humano. Si lograba lo que tenía en mente sería el culmen de mis experimentos y la recompensa detrás de tantos meses de esfuerzo en vano.
Sus piernas y brazos nunca me agradaron lo suficiente. Me parecían groseros, masculinos, desalineados. No fue para nada difíciles quitárselas. Remplazarlos fue lo más bonitos. Como un bello trabajo artístico con delicadas suturas, casi una obra maestra. Las piernas de liebre son fuertes, y las alas de murciélago siempre me parecieron cautivadoras. Iba a ser una innovación estética. Conecte los nervios y arterias, y con delicadas suturas culmine mi obra más con mano de artista que de científico.
Estaba satisfecho, pero se imaginará la decepción en mi rostro, señora Katherine, al ver que no eran funcionantes. No hubo movimiento alguno.
A este pequeño pico de estrés y decepción es que se deben mis merecidas vacaciones. Espero volver al trabajo renovado y con ideas nuevas.
Con respecto a los gritos provenientes del sótano, que tanto insiste en que le explique... pues supongo que mi diagnóstico de muerte no fue de todo certero, que alegría! quiere decir que mi experimento al fin y al cabo dio resultado y la criatura al fin vive, como una criatura nueva y mejorada. Me ha dado un toque de esperanza, señora Katherine.
Comenzare hoy mismo con el trabajo nuevamente, intentando recrear mis acciones de la última vez. Pero me temo que mi estadía por aquí es muy grata, y no tengo intenciones de volver en los siguientes meses. La criatura no aguantara tanto tiempo, así que sigua con atención mis instrucciones: debajo de la cama de la habitación principal, encontrara una caja rectangular en cuyo interior encontrara un revolver. Descargado señora Katherine, no piense que soy un loco. Las municiones se encuentran adentro de una caja de cereal en la cocina. En la parte exterior de la reja del frente, encontrara una casa para aves que construí hace tiempo, allí encontrara ocultas las llaves del sótano.
Cargue el arma, abra el sótano y, con respecto al ataúd que se encuentra en sus profundidades, ábralo con la pieza larga y de metal que se encuentra al lado de la puerta del sótano. Dispárele a la criatura unas cinco veces en la cabeza, y si su puntería no es la mejor, descargue todas las municiones en su pecho. Supongo que así deberá quedar tiesa.
Debo agradecerle nuevamente por su hospitalidad señora Katherine, como ya le he comentado ha sido muy amable al ofrecerse cuidar mi casa.
Disculpe estos últimos incidentes que relato, sé que escapan de las actividades clásicas de una empleada doméstica, pero sepa que van a ser remuneradas.
Un gran saludo cordial.
Emanuel Clarke.
PD: como le comenté anteriormente, solo haga limpieza superficial. Del cuerpo y las manchas de sangre demasiado impregnadas me encargare yo.
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El remitente extraño
HorrorUna mujer recibe una serie de cartas cada vez mas perturbadoras, de un remitente extraño y obsesivo que ira revelando una serie de susesos insesperados.