CIUDAD DE CHICAGO. ILLINOIS
SUBURBIOS
05:08 p.m. Enero 17, 2030
El profesor de microbiología de la universidad de Chicago, Arthur Miller, se encontraba regresando de su trabajo, estaba algo exhausto después de trabajar demasiadas horas en el laboratorio de pruebas de la universidad, aunque ese día no saliera a la hora de costumbre, a él le parecía como si hubiera laborado más de lo acostumbrado. Su mirada no se apartaba de su camino y, aunque en el parabrisas frontal de su vehículo se mostraban tanto la hora a la que se encontraba, el tiempo aproximado de llegada a su domicilio entre otras como el clima exterior, este parecía no observarlo ni por un segundo, pues después de todo lo único que le interesaba era llegar a su casa y estar con quien compartía desde hacía ya un año su vida.
Arthur tenía apenas pocos meses de haber ingresado como profesor en la Universidad de Chicago, su desempeño en tan poco tiempo lo habían impulsado a permanecer como el candidato para la división en la que formaba parte a pesar de la edad que tuviese, pues no había pasado mucho tiempo desde su finalización de su postgrado, por lo que algunas inconvenientes habían surgido durante su ingreso a dicha universidad, pero debido a su esfuerzo y a su capacidad los prejuicios fueron disolviéndose hasta formar parte integral, desenvolviéndose de manera adecuada tanto en su área laboral como en la parte social, es decir, su relación interna como externa lo señalaban como alguien sumamente agradable.
Esa tarde había tenido una reunión acerca de un modelo nuevo que comenzaría a entrar en vigor en toda la universidad, aplicándose con mayor énfasis en el área en el que se encontraba, dicha reunión había sido convocada a partir del medio día, su horario había tenido que ser modificado para adecuar con las asignadas a las horas de sus clases, aunque solo fuese por ese día, una día de aprovechamiento se dijo al salir con dirección a su casa.
Al estar cerca disminuyó la velocidad y a unos cuantos metros después de un gran árbol dobló hacia la derecha. Al posicionarse en frente de la puerta de su cochera, esta se abrió inmediatamente al accionarse el sistema de identificación exclusivo para los dos automóviles que él y su esposa tenían.
-¡Pero qué cansado fue este día! -Vociferó como si alguien estuviese allí para escucharlo mientras salía de su coche. Se dirigió a la entrada de su casa y abrió la puerta.
-¿Eres tú, amor? -Preguntó su esposa Claire, que de inmediato se levantó del sillón en el que se encontraba cómodamente para poder confirmar su pregunta- No sabes cuánto te eché de menos -le dijo mientras se acercaba a él y lo envolvía en sus brazos.
-Me haces sentir mal -respondió Arthur con un gesto de preocupación-. Yo apenas y logré pensar en ti por un instante, eso cuenta ¿no? -Al oír esas palabras Claire puso cara de molesta aunque claro, todo era parte de una pequeña trama que solían hacer, era una de las maneras en las que se demostraban lo mucho que se querían-. ¡Ay pero qué cara tan seria! Dicen que para eso no hay mejor remedio que una buena dosis de besos.
Arthur inclinó levemente su rostro mientras Claire se impulsaba apenas con sus pies, los brazos de ella se posaron sobre el rostro de quien fuese su esposo, el ambiente se tornaba agradable para ambos, una simplicidad de infinitos sentimientos como Arthur lo solía llamar.
Una pequeña sesión de besos después del trabajo por parte de la feliz pareja parecía ser una de las claves de su matrimonio, aunque esa tarde era especial, pues hacía un año la feliz pareja había contraído nupcias.
-Te amo mi vida -le dijo a su esposa mientras juntaban sus frentes- y sabes -continuó hablando mientras acomodaba el cabello de su esposa que, aunque los mantenía en su lugar no faltaban algunos que simplemente escapaban a sus mejillas -no creas que olvidé nuestra fecha -al decir esto sacó de su bolsillo un pequeño estuche que contenía un dije en forma de corazón con incrustaciones de diamante.
Los ojos de quien fuese su esposa se abrieron ante la sorpresa para después semi cerrarse al denotarse esa sonrisa que iluminaba sin duda alguna la vida de su esposo, para ella resultaba un gran detalle de su esposo ante la relevancia de aquel día.
-¡Está hermoso mi amor! -Exclamó Claire llevándose ambas manos a su boca al no poder contener la emoción, en seguida le dio un fuerte abrazo-. Sabes, yo también te tengo una sorpresa -se alejó un poco mostrando una gran sonrisa, llevó ambas manos a su abdomen y dando pequeños movimientos en forma circular dejó mostrar su rostro sonrojado y con una bella sonrisa que denotaba emoción. Al ver esto Arthur comprendió y no pudo ocultar su alegría ante tal sorpresa.
-Es... Es lo que tanto habíamos deseado -las palabras apenas salían de su boca ante la emoción que sentía al entender claramente lo que Claire le había descrito con esos gestos- y es el regalo perfecto para la ocasión -al decir esto la tomó en sus brazos elevándola por encima del suelo, dando una vuelta completa hasta retornar a la posición inicial. Allí permanecieron abrazados por un largo rato, emocionados, felices por el gran regalo que ambos recibían en tan especial día.
Al término de la cena, ambos se sentaron en un sofá e iniciaron una conversación larga sobre lo que a continuación debían hacer o más bien lo que ambos querían llevar a cabo ahora que estaban esperando un bebé. Continuaron de esta forma por un buen tiempo, se veían llenos de emoción. Se veían a los ojos y nerviosos reían, contando cosas que podrían pasar más adelante y que en el momento resultaban graciosas para los dos. Todo parecía resultar normal para ellos, todo en la continuidad de la vida que ambos habían, gustosamente, llevar juntos.
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El legado: la llegada
RandomCiencia ficción. El mundo sufre de un acontecimiento más allá de lo conocido, un fenómeno que sucumbe a la población alrededor del planeta ante su deliberado potencial de poder, ante ello muchas personas se verán afectadas internamente, una evolució...