El trato

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Capítulo 3: El trato

Angel observaba con asombro a quien estaba parado frente a él. Todo vestido de rojo parecía un típico diablillo, como lo relataban en las historias que usaban para asustar a los niños que se portaban mal. Pero este no parecía aterrador, parecía más una fresa, una pequeña fresa, Angel notó que el "demonio" era un poco más pequeño que él.

Aunque la sonrisa que no abandonaba su rostro era lo que más inquietaba al rubio, era extraña. ―Entonces, sonrisitas, ¿cuánto te pagó Cherri para que aceptaras hacer esto? Si me lo dices ahora no pondré una bala en tu cabeza esta noche y te dejare ir ―el otro pareció no entender lo que quiso decir―. Vamos, por un momento me lo creí, el disfraz es muy bueno, pero estás empezando a molestarme, no me gustan los extraños en mi habitación a las dos de la madrugada al menos que yo los invite.

―Creo que te confundes, mi delicado amigo ―Angel levantó una ceja. La voz distorsionada era un buen toque, eso le dio puntos a Cherri por esforzarse tanto en la broma.

―Claro que lo entiendo, tetas de azúcar te envió para jugarme una estúpida broma ―suspiró―. Te estoy dando la oportunidad de irte sin ningún tipo de daño en este momento.

El "demonio" sonrió más, si eso era posible, y se acercó al rubio. Eso ya empezaba a molestar a Angel. ―Mi querido amigo, creo que te equivocas, estoy aquí porque TÚ me llamaste ―el de rojo empujó con su micrófono el hombro del rubio―. He estado esperando, es momento de que aclaremos lo que quieres y lo que yo pido a cambio.

Angel empujó el micrófono fuera de su cuerpo. Se levantó de su cama y con una clara molestia se dirigió hacía el pelirrojo, quedándose a unos centímetros de distancia habló. ―Mira, fresita, es mejor que dejes de jugar, estoy llegando a mi límite y no querrás saber lo que es meterse con alguien de la familia Ragno.

―Me sorprende tu agresividad, si eres así no entiendo porque no deshacerte tú mismo de aquel que tanto te molesta en tu escuela como lo pediste esta mañana ―dijo el otro. Angel abrió los ojos con sorpresa.

―¿Cómo demonios...? ¿Me estuviste siguiendo? ―preguntó ya alterado el rubio.

―No, querido, no. Lo escuche, es nuestra conexión hasta que termine este contrato ―el de ojos rojos sonrió―. Lo siento, no me he presentado, que malos modales ―el "demonio" hizo una reverencia―. Soy Alastor, el Demonio Radio, un gusto, Martin Ragno.

Angel miró al otro con sorpresa, nadie fuera de su familia sabía su verdadero nombre, siempre se presentaba con el alias de Angel desde hace años. ―¿Cómo sabes mi verdadero nombre? Ni Cherri sabe algo así.

―Oh, querido, es simple, lo investigue todo mientras estabas inconsciente en el hospital ―rió―. Si aún no crees que soy un demonio, ¿debería hacer algo como esto?

Antes de que Angel pudiera preguntar qué, el hombre de rojo levanto una mano y chasqueó los dedos, segundos después se abrió un portal del suelo y salieron tentáculos negros que empezaron a rodear a Angel, levantándolo y enroscándose en su cuerpo, especialmente en su cuello.

Angel gritó sorprendido y el tentáculo en su cuello empezó a apretarse, impidiéndole respirar correctamente. El pánico invadió el rostro del rubio, mientras observaba al otro divertirse con lo que estaba haciendo. Angel pataleó en el aire, tratando de hablar. Cuando estaba a punto de desmayarse por la falta de aire, cayó al suelo.

―¿Qué mierda! ―gritó cuando recupero un poco de aire, pero aun tosiendo―. ¿Querías matarme, hijo de puta!

―Oh, no, no. Aun no ―Angel no se sintió seguro con esa respuesta―. Pero espero que eso ayude a demostrar un parte de mi poder y quien soy. Fuiste algo insolente al dirigirte de esa manera a mí, niño ―el demonio no perdía su sonrisa mientras hablaba.

Angel no podía negar que estuvo a punto de mojar su ropa interior, tal vez ya creía en las palabras del otro. ―Bien, digamos que te creo ―el demonio rodo los ojos―. ¿Harás lo que pida?

―Para eso estoy aquí, mi querido amigo. Mataré a quien quieras que mate ―el demonio Alastor inclino su cabeza mientras sus ojos se volvían diales de radio y el ambiente se volvía más pesado.

―Bien, sonrisas, puedes dejar de hacer eso, es aterrador como la mierda ―señaló Angel―. ¿Tú me salvaste esa noche?

―Uh, ¿la noche que me invocaste? ¡Claro, mi femenino amigo! ―Alastor aligero su sonrisa―. No podía darme el lujo de dejarte morir, quiero estar más tiempo aquí.

Esa respuesta era suficiente para Angel.

―Pero ya que estás más convencido de todo, creo que es momento de hablarte del trato ―dijo el demonio radio mientras se acercaba al rubio, quien tomó asiento en su cama―. Es importante que comprendas que esto no es gratis y obtendré una paga por mi trabajo.

―¿Paga? ¿Qué paga?

―Es fácil, querido ―Angel sintió un escalofrió recorrerlo cuando la garra del demonio tocó su barbilla para alzar su cabeza y verlo a los ojos―. Tu alma. Cuando mueras y vayas al infierno, tu alma estará en mis manos. Serás mío. En cambio, voy a matar a todo aquel de quien desees vengarte, y por lo que descubrí, esa lista es muy larga.

Angel sonrió después de pensarlo por un tiempo. ―Suena a un trato justo, Al.

No hubo marcha atrás cuando Alastor levantó su mano y Angel la tomó, siendo envueltos por una brillante luz verde.

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