Ma mère...

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ᴇᴘɪsᴏᴅɪᴏ 65
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— ¿Y qué pasó después de que te enfrentaras a
ella?

—Yo estaba convencida de que haría algo para dañar al niño así que no la deje ir, ahora que sabía que yo había descubierto su treta.  Ella era preciosa, al menos físicamente, y una bailarina muy entregada a su arte. A pesar de que necesitaba quedarse embarazada para "Formalizarlo más", creo que aborrecía la idea de lo que le pasaría a su cuerpo... cómo le cambiaría la vida. No era una mujer demasiado maternal. Estaba convencida de que haría algo para interrumpir el embarazo y no estaba dispuesta a permitírselo. —La miró fijamente a los ojos.

— Lo que me preocupaba no era proteger a Hannah, sino al niño que llevaba en su vientre, así que sí, me convertí en una esposa controladora. Tú ya sabes cómo puedo llegar a ser.

—Pero me dijiste que ella intentó culparte por la pérdida del bebé. —dijo Elizabeth, recordando algo que ella le había contado. Laylah asintió.

—Dijo que la culpa había sido mía por presionarla tanto para que se cuidara, por intentar controlar sus horarios y todas sus actividades. Sentía que coartaba su libertad, que la había convertido en prisionera de mi propia ansiedad. Y sin duda tenía razón en eso. Es lo que hago siempre cuando alguien me importa, y ese bebé me importaba mucho.

—Aun así, no parece una razón muy convincente para perder un niño. Si uno de cada cinco embarazos acaba en aborto, ¿por qué no pudo ser el suyo por causas naturales y sí por tu culpa? —preguntó Elizabeth, sorprendida y un poco molesta con la tal Hannah que, por lo que había oído de ella, parecía una harpía manipuladora.

—Nunca lo sabremos. De todas formas, ya no importa. – Elizabeth pensó que sí importaba, y mucho. Tenía que ver con el concepto que Laylah tenía de sí misma y de las relaciones, por qué se consideraba tan contaminada, tan rota.

—¿Por qué te casaste con ella si en realidad no la querías? —preguntó Elizabeth, incapaz de resistirse.

Laylah se encogió de hombros y ella no pudo evitar acariciárselos, como si quisiera consolarla. Era incapaz de mantener las manos alejadas de ella.  A saber cuánto tiempo pasaría hasta que se dejara acaricia de nuevo.

—No iba a permitir que ese niño aunque no fuese mío se quedase sin alguien quien lo pueda apoyar. — respondió Laylah.

Los dedos de Elizabeth permanecieron inmóviles. Era la segunda vez que mencionaba su condición de hija no legítima delante de ella. Elizabeth recordaba que se había referido a sí misma denominándose «bastarda» la noche en que se habían conocido, durante la cena-cóctel en su honor.

—Tu padre.  —susurró Elizabeth, consciente del brillo que desprendía sus ojos. ¿Era una señal de aviso, un mensaje silencioso advirtiéndola para que tuviera cuidado? Decidió seguir adelante, a pesar de que sabía que se estaba arriesgando demasiado.

— ¿Sabes quién es?

Laylah negó con la cabeza. Ahora sí que podía sentir la tensión en sus músculos, aunque seguía allí, tumbada a su lado, en lugar de levantarse y dejarla sola como habría hecho cualquier otra noche.

—¿Sentías curiosidad por saber quién es? ¿La sientes ahora?

—Solo porque me gustaría saber quién es para poder cargármelo. — Elizabeth la miró boquiabierta. No se esperaba aquel arranque de violencia, tan intenso y concentrado.

—¿Por qué?  — Pregunto Elizabeth y Laylah cerró los ojos un instante, y Elizabeth se preguntó si había ido demasiado lejos. ¿Se echaría atrás a esas alturas? —Quien quiera que fuese, lo que está claro es que se aprovechó de mi madre. No sé qué implica eso, si fue una violación pura y dura o solo la sedujo, a pesar de que mi madre era una mujer enferma y muy vulnerable, pero en cualquier caso creo que es evidente que llevo los genes de un puto degenerado.

— Laylah.  —susurró Elizabeth, compadeciéndose de ella. Crecer con ese peso sobre los hombros debió de ser una pesadilla para la joven Laylah, y también para la adulta.

— ¿Y nunca lo conociste? ¿Nunca fue a verte? — Ella negó con la cabeza, todavía con los ojos cerrados.

—Y tu madre nunca...  — De repente, abrió los ojos y la miró fijamente.

—Se ponía muy nerviosa cuando le sacaba el tema de pequeña, empezaba con sus comportamientos repetitivos. Con el tiempo, aprendí a evitar el tema como la peste, aunque por dentro ya había empezado a odiar a mi padre. Él era el responsable de lo que le pasaba a mi madre, el culpable de que siempre estuviera asustada y nerviosa. Estaba segura de ello. Por ello no quería que ese niño se quedase sin padre,  le pregunte a Hannah quien era y ella negó conocerlo,entonces al cabo de un par de meses  descubrí quien era el tipo,  desafortunadamente se había borrado totalmente del mapa dejando a Hannah,  entonces no quería que sufriese el niño así que decidí fingir que eramos una " familia feliz" cuando en verdad solo quería protegerlo.

—Pero tu madre ya estaba enferma... Esquizofrénica...  Y comprendo tu comportamiento por....  El niño...

—Sí, pero cada vez que le mencionaba a mi padre entraba en uno de sus períodos oscuros...

Elizabeth no podía soportar la expresión de su cara, era como si se le clavara en lo más hondo. En cuanto a Hannah, no me importaba si quedaba enferma o no,  yo tan solo quería a salvo a ese niño..

—Laylah, lo siento. —le dijo, abrazándola con fuerza. Ella gruñó entre sus brazos y luego se echó a reír.

—¿Crees que apretándome como una pitón me ayudarás a sentirme mejor, preciosa?

—No.  —murmuró Elizabeth, acariciándole el pecho con los labios.— Pero tampoco te hará daño. —  Laylah la rodeó con sus brazos y rodó hasta colocarse encima de ella.

—Seguro que no. —dijo, antes de inclinarse sobre ella y besarla con esa maestría tan suya que hacía que Elizabeth se olvidara de todo... incluso del sufrimiento ajeno.

Dame la mano y danzaremos [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora