005.Comienzos de la Revolución

119 7 1
                                    

Margot contemplaba a la nueva feliz pareja con una pequeña sonrisa. El saber que su hermanita estaba pudiendo disfrutar algo más que guerra, revolución y sangre. Esa era la vida que deseaba para su familia, y si debían de haber sacrificios por ello, los habría.

- ¿Pasándolo bien mientras que observas tu novela romántica viviente? -Preguntó con burla un rubio que se encontraba en la mesa junto a ella y su hermano mayor, con otros chicos del grupo revolucionario que no recordaba sus nombres y tampoco se preocupaba por saberlos. En fin, para ella eran unos extras que podían llegar a morir en batalla, o si fuese ella quien cayese tampoco recordaría, es decir, estaría muerta, nada llegaría a su cabeza pues esta habría deja de funcionar.

Aunque no debía de ser tan pesimista, ¿cierto?

- ¿Qué pensamientos oscuros estará tu cabeza imaginando? Deberías de hablarlo con esta almohada andante. - Trató de hacerla sonreír al notar la mirada sombría que comenzaba a formarse en el rostro de la joven.

Ella lo hizo, sonrió de verdad, y él se sintió mejor que nunca ante ello.

-Solo... estoy imaginando que puede que cada uno de los pertenecientes a esta mesa podríamos estar muertos en poco tiempo.

Su hermano mayor la miró horrorizado.

- ¿Acaso deseas verme muerto? -Margot negó con la cabeza, tratando reír. -Escucha, Margot, seguramente esto sea lo más complicado que hemos tenido que pasar en nuestra vida, pero a su mismo tiempo puede que no lo sea. No lo sabemos. Además, tú misma lo dices, debemos de luchar si de verdad deseamos obtener esa libertad que tanto ansiamos.

-Cierto. -Dio ella la razón. -Pero... mira a Marius y Minerva, ellos son más jóvenes que nosotros, acaban de comenzar a tener una preciosa relación que podría acabar tan bien que ella cumpliría por fin su sueño de encontrar al padre de sus hijos... O mira a Gavroche, sigue tan rebelde como siempre y suele hacer algún movimiento revolucionario, pero es tan mínimo que los guardas se lo pasan por encima pensando que son tonterías de un niño pequeño, hasta tiene un montón de amigos nuevos que antes ni se habrían acercado a él ni locos. O tú, -Señaló a su hermano mayor. -tienes un grupo de amigos que no se aprovecha de ti y que piensa que como eres pobre robarás cualquier gilipollez que se les cruce por la cabeza para ellos, quienes tienen de todo en su asquerosa vida.

-Margot, no hables así.

-No te preocupes, Minerva no está oyendo. -Señaló burlona a su hermanita, quien estaba riendo junto a su pareja.

-Oh, gracias a Dios. -Suspiró aliviado. -Perfecto, entonces puedes decir todo lo que te venga en gana.

-Eres muy mala influencia.

-Lo sé.

-Minerva te mataría si te llegase a oír.

-También lo sé.

-Oh, perfecto entonces.

-Un momento. -Margot sonrió al oír a su hermano. - ¿Me estás queriendo decir que le dirás que te he dejado decir palabrotas?

-Puede, ¿por qué?

Su hermano se tiró, literalmente, al suelo de rodillas y juntó sus manos, implorando:

-Por favor, no le digas nada, ¿sí? Soy muy joven, estoy metido en la Revolución francesa, perdería el poco honor que me queda si mi hermana pequeña me asesina por tal motivo, ¿no crees?

-Pero Minerva nunca te matará de verdad. Sabes que no aguanta la sangre... ni el peso de haber llegado a dañar a un ser humano... o simplemente ser.

Entonces ambos hermanos rieron.

Enjolras soltó un suspiro, y Margot lo miró preocupada.

- ¿Qué ocurre?

-Nada, solo pensaba... -Miró a la feliz pareja con un deje de melancolía, pena. -Marius es feliz con tu hermana, lo sé, y me alegro por ello pero... -Miró a Margot en silencio durante unos segundos. -En la vida que nos ha tocado vivir no podemos dejarnos guiar por los sentimientos como el amor, necesitamos concentrarnos en la Revolución y admitir que podemos acabar muertos.

Aquello dañó a Margot.

-Tú no quieres pareja entonces... -Susurró tratando de esconder su entristecido tono. Pero el rubio, quien se había hecho cercano a la chica y ya la conocía, notó su estado de ánimo, entonces su corazón se partió al saber que él provocaba aquel estado a la mujer que amaba.

Se querían, mucho, pero como Margot bien había dicho ya varias veces él era el líder de aquel grupo que iba en contra de la realeza y leyes impuestas por ellos y no quería que la chica llegase a pasarlo mal si acababa muriendo. Como bien he dicho anteriormente, la conocía y sabía que si ella se encariñaba y le ocurría algo a esa persona, como el acabar con la cabeza degollada (pues el estilo de vida en Francia de aquellos tiempos no daba muchas oportunidades para sobrevivir), ella se encerraba en su propio mundo y sufría todo su dolor en silencio, acabando peor de lo que ya se encontraba.

No quería hacerla feliz para luego poder acabando destrozándola.

-Enjolras. -El chico volvió a poner toda su atención en la morena, quien se encontraba delante suya, bastante cerca de su rostro.

-Espera, Margot... No... No creo que sea buena idea que lo hagas.

- ¿Crees, después de todo lo que hemos vivido, que soy el tipo de persona que hace lo correcto y lo bien visto por la sociedad? ¿Que sigue las reglas? -El rubio sonrió ante ello. -Me gustas, ¿vale? Sé que crees que es mejor que no tengamos ningún tipo de relación, y lo comprendo. Pero no puedes pedirme que no haga caso a mis sentimientos ni que me acalle las cosas, no soy ese tipo de chica. -Apegó su cara a la ajena. -No creí que esto pasaría, pero nunca en mi vida pensé que me llegaría a enamorar, pensaba que era una pérdida de tiempo y no deseaba sentirme de aquella manera. El amor te vuelve débil, idiota, y tus ojos solamente se atreven a mirar a esa persona especial y en el momento en que esta nos rechaza notamos como nuestro mundo se viene abajo, se destroza todo a nuestro alrededor, se desmorona ante nosotros sin poder hacer nada para evitarlo. A pesar de ello, me gusta sentirme así por ti, porque también sé que, aunque te comportes como un idiota en muchos momentos, en realidad eres una persona increíble.

Enjolras no pudo evitar querer abrazarla, admirarla, mimarla, conectar sus ojos con los de ella y besarla hasta saciarse.

-Así que si piensas que después de la parrafada que acabo de soltar y de ver cómo me miras piensas que no pienso dar el paso significa que no me conoces tanto como creías hacerlo. -Tras aquellas palabras acercó su cara a la del chico, quien se iba sintiendo maravillado por la mujer que tenía frente a sus ojos a cada segundo que pasaba.

Entonces los labios de ambos se fundieron en un beso cargado de sentimientos: amor, aprecio, admiración, deseo y anhelo; todo provocando una fuerte marea en los cosquilleos en el estómago de ambos.

Se fueron separando lentamente sin llegar a abrir los ojos, aún disfrutando el sabor de los labios ajenos.

El chico sonrió, por mucho que negase su verdaderos sentimientos interiormente, tras aquel beso, ya no podía continuar haciéndolo.

-Te quiero. -Susurró.

Margot sonrió.

-Ya lo sabía.

Destinados [Los Miserables]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora