001. Los de madera

250 12 6
                                    

Era un cálido día en Francia, la gente seguía luchando por poder llevarse un mísero pan a la boca mientras que burgueses y gente de alta clase vivían de fiesta en fiesta mientras comían hasta vomitar, todo ello por tal de poder comer en mayor cantidad. Aquella era una especie de manera de hacer saber a los pobres que ellos tenían poder y riqueza, que nunca podrían llegar a esos estándares.

Una chica de largos cabellos rubios llenos de enredones pues su único cepillo había sido robado hace unos días caminaba tras un niño pequeño bastante inquieto que corría de lado a lado.

- ¡Por Dios, Gavroche, quédate quieto de una buena vez! Terminarás chocando con al-. -Antes de tener oportunidad de acabar su frase el niño había chocado con las piernas de algún extraño. Minerva suspiró. - Sabía que esto iba a ocurrir.

- ¿Se encuentra bien, pequeño? -Preguntó el chico con el que había chocado el niño, ayudándolo a levantarse.

La oji gris se acercó a ellos casi corriendo.

- ¡Disculpe, monsieur! Mi hermano pequeño no se encontraba atento mientras jugaba. -Por primera vez miró al chico y se dio cuenta de que se trataba de un joven bastante atractivo, con castaños pelos tirando a rubio, potentes y verdosos ojos, con adorables pecas en su cara.

Ambos se quedaron mudos.

Se habían atraído desde el primer momento en que sus miradas conectaron.

-No se preocupe, madame. Los niños a estas edades necesitan derrochar de alguna manera sus energías.

La chica sonrió y el joven sintió sus mejillas arder ante aquella acción. <<Es la sonrisa más bella que he visto en todos los años de mi vida>> Fue lo primero que pasó por su cabeza.

-Mi nombre es Marius, ¿y el vuestro, joven dama?

-Minerva, y no tiene porqué hablarme de usted, Marius. -Dijo con un poco de sorna, aquello a Marius le encantó.

- ¡Minerva! -Pero un femenino grito cortó aquel momento de complicidad. - ¡Corre, aquí vienen los de madera! -Gritó en clave corriendo hacia los tres. Marius comprobó que era una joven un poco mayor que él, de cabellos cortos morenos rebeldes y cara manchada de tierra. Corría con otro joven de su edad siguiéndola detrás suya mirando asustado de vez en cuando hacia atrás.

Fue a hablar pero la muchacha agarró a la recién nombrada, al niño, y se los llevó corriendo.

-Marius, ¿qué ocurre, amigo mío? -Preguntó un rubio de chaqueta roja al llegar tras escuchar los gritos.

-Creo que... ¡Enjolras, vamos detrás de aquella familia! -Tras señalar a la rubia que había llamado su atención comenzó a correr detrás de ellos siendo acompañado de un extrañado oji azul.

- ¡Alto, Minerva! -Pidió cuando llegaron a la altura de aquellos que eran perseguidos, todos ellos se detuvieron abruptamente pensando que los guardias los habían pillado pero suspiraron de alivio al ver que eran dos simples burgueses. - ¿Por qué huíais así?

La rubia fue a responderle pero una fría y algo cabreada morena decidió ponerla detrás suya y sacar cara por su familia.

- ¿Cómo sabéis el nombre de mi hermana? ¿Acaso sois uno de ellos? Si así es preferiría que nos dejaran a mi familia y a mí tranquila. -Escupió dándole una bolsa al chico que corría anteriormente con ella.

- ¡Margot! -Regañó Minerva a su hermana mayor.

-No digas nuestros nombres, podrían no ser de fiar.

-Disculpe nuestra osadía, -Cortó Enjolras, quien no iba a permitir que hablasen de aquella manera ni de él ni de su fiel amigo. Se acercó en unos pasos a la muchacha, quien lo miraba desafiante, lista para entrar en batalla con aquel burgués, tanto verbal como física; y continuó hablando: -pero no me parece que sea muy justo que nos trate de esta manera.

- ¿Por qué es injusto? Después de todo, para la vida de gente como nosotros, para los pertenecientes al Tercer Estado, no tenemos tanta importancia como ustedes, burgueses que lograron salir de las críticas sociales y empoderarse con quienes una vez los maltrataron y dar la espalda a quienes les ofrecieron su ayuda; y debemos vernos obligados a tratar mal a otras personas por tal de sobrevivir. -Ella se acercó más hasta tener que elevar unos centímetros la cabeza para mirarlo directamente a la cara. - ¿O acaso piensa usted o su querido amigo salvar a mi familia?

Entonces los gritos de los guardias se hicieron cercanos en el callejón en el que se hallaban y la familia supo al instante que iban a terminar llevando a cabo toda clase de trabajos forzosos y maltrato por parte de aquellos que se hacían conocer por la ley.

- ¡Alto en nombre del rey de Francia! -Gritó el líder de aquella cuadra del ejército francés. La morena llevó su mano discretamente a la parte trasera de su cuerpo y agarró con fuerza una daga, preparada para atacar y matar por la libertad de sus hermanos. Enjolras se dio cuenta de ello y decidió hacer algo antes de que toda aquella situación se saliese de control.

-Esperen un momento, señores. -Pidió cogiendo el brazo que agarraba la daga de la chica con suavidad, avisándola de que se quedase quieta y tranquila. Ella bufó pero decidió hacerle caso, no le quedaba otra.

Por alguna razón había sabido leer entre líneas el plan del rubio.

- ¿Qué desea, monsieur?

-No sé qué habrán hecho mis... criados pero les pido disculpas en nombre de mi familia. Pagaré por ello. -Toda la familia Mercier se quedó estática en su sitio al oír aquellas palabras salir de aquel extraño.

-Claro. -Respondió el jefe de los guardias con una ladina sonrisa. Enjolras pagó todo lo que costaban las barras de pan que habían robado más una pequeña comisión y los guardias se fueron de allí encantados, aprovecharían el dinero que se les había sido proporcionado.

- ¿Qué coñ- ? -La muchacha no pudo terminar pues su hermana pequeña la regañó por la grosería que iba a soltar por la boca. - ¿Por qué lo ha hecho?

-No me ha costado nada. -Respondió con simpleza Enjolras. -Además, ha sido divertido poder ayudar a la primera mujer que se ha atrevido a contestarme, también... ¿Cómo lo describiría yo? -Se preguntó fingiendo que se encontraba inmerso en sus pensamientos. Aquello hizo bufar a Margot y el chico sonrió ante aquello. -Ya se me ha ocurrido la palabra perfecta para ello, interesante.

-No somos un maldito experimento, si nos disculpan.

- ¡Esperen! -Pidió esta vez Marius, quien había permanecido en silencio velando por la seguridad de la muchacha que había llamado toda su atención. -Mis amigos y yo nos hospedamos por aquí cerca, si desean podemos proporcionarles cobijo allí.

Margot iba a responder muy amablemente que se metiesen aquella amable oferta por donde les entrase pero Minerva, ilusionada por haber encontrado una manera de sacar a su familia de las sucias alcantarillas de Francia, decidió hablar primero.

-Nos encantaría.

Destinados [Los Miserables]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora