Zoro miraba el estanque de la mansión de su amigo Sanji Vinsmoke.
En apariencia, podía parecer tranquilo, pero era igual que un volcán a punto de erupcionar.
Su prometida, Viviana, le había dejado, dos días antes de la boda, plantado, sólo para irse con su amor de la infancia y guerrillero, el llamado Kohza."Es que lo que quiero es vivir aventuras y viajar por el mundo". Recordaba las palabras en su cabeza. "Y tú nunca estás conmigo. Y cuando podemos tener un momento, estás con esa cara de amargura... Pues no voy a tirar mi vida por alguien como tú."
Y se marchó.Zoro aún seguía rumiando ese último gran fracaso.
No había sido el único.
Anteriormente, otra mujer le dejó para fugarse con su general, al que llamaban el "Señor del Humo".De veras, que no lograba entender qué tenían las mujeres con los hombres que se oponían a las leyes de, lo que él consideraba, honor.
Cabreado, lanzó un guijarro al agua, provocando que la superficie se llenase de ondas y salpicase ligeramente.
Sonrió.
Siempre habría algo de caos. Y eso, nunca iba a cambiar.Sanji observaba desde la ventana de su alcoba a su amigo y guardián. Miró a su mujer, que tenía su melena extendida por toda la almohada. Unas olas pelirrojas que nunca se cansaba de acariciar. En su hombro, una curiosa mancha de nacimiento en forma de, lo que solía denominar él, flor; para que luego ella le diese un coscorrón y respondiese: "molinillo, Sanji. Eso dijo mi madre, y eso será."
Sonrió inconscientemente. Amaba a esa mujer con todo el fuego de su alma.
No había sido fácil estar con ella, pero ahí estaban. Ya hubiera sido por las raíces de ella, o por las imposiciones de la familia de él, nada había logrado vencer al amor que ambos se procesaban desde que él la vio entrar en una posada.Centrándose de nuevo en su amigo, sabía que debía hacer algo. Obviamente que estaba al corriente de lo que Viviana había hecho, y habría ordenado que la trajesen de vuelta de no haber sido por el temple que su mujer logró inculcarle.
Sabía lo que Zoro pensaba, y consideraba que no tenía razón.
No todas las mujeres eran iguales. Pero había que demostrárselo. Y el peliverde era peor que Santo Tomás.Cansado, se sentó en el borde del colchón de matrimonio, devanándose aún los sesos.
Su mujer, Nami, le abrazo por detrás, pegando su pecho desnudo a su espalda. Ambos sonrieron al notar la corriente eléctrica que recorrió sus cuerpos. Eran puro magnetismo. Polos opuestos que se atraían con enorme intensidad.
Uno era calma, y el otro era tempestad.-Deja de darle tantas vueltas, que vas a llenar la alcoba de humo de tanto pensar. -Le acarició el cuello con el dedo índice, notando cómo la piel de su marido se ponía de gallina tras su contacto.
-Sabes que me siento en la obligación de ayudarle, Nami.... -Sanji siguió en sus trece. Si no mantenía ese estado mental, iba a saltar encima de su esposa y no iban a salir de la habitación en un buen rato.
-Bueno... no tienes por qué encargarte tú sólo de ello. -Nami sonrió.
-¿Qué quieres decir? -el rubio se giró para mirar a su mujer a la cara, quedándose embelesado con sus rizos de recién despertada que solamente le daban ganas de besarla.
-Cariño, -le tocó la punta de la nariz. - que no se te olvide qué fama tenía yo antes de casarme contigo. -Sonrió, orgullosa. Por algo la llamaban lianta.
-Miedo me da lo que esa cabeza de bruja esté maquinando.... -lentamente, fue recostándose sobre ella en el colchón, logrando que su mujer le pasase los brazos por la nuca y lo abrazase con sus piernas, provocándole. Respirando hondo, la miró fijamente. -Pero más miedo deberías tener tú ahora por lo que pienso hacerte.
¡Buenas!
Sé que tengo tres historias pausadas, pero de veras que estoy realmente atascada en ellas y no encuentro ganas de seguirlas. Obviamente, no las pienso abandonar.
Pero me surgió ésta idea y, NECESITABA que viese la luz.
Por favor, recíbanla con la mente abierta.
Contiene zorobin y sannami.
No hay tripulación de Mugiwara, pero sí cientos de referencias n.n
Muchísimas gracias por leer y,
¡FELICES FIESTAS!
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Sólo un motivo
Fanfiction-Sólo dame UNA razón para volver a intentarlo. -Yo no soy como todas ellas. Ni se te pase por la cabeza el volver a compararme. Si te han partido tantas veces el corazón, ya debes de haber aprendido a dudar, ¿no es cierto? Esa es la directriz que te...