Chapter I

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Los días pasaban y la gente a su alrededor sólo podía ver cómo Zoro se iba volviendo más y más huraño, buscando pelea y bebida.
Lamentándose cuando estaba a solas, pero maldiciendo a viva voz en público al género femenino que tanto daño le había hecho.

Con unas jarras de más, el peliverde se tambaleaba por los callejones de aquella pequeña ciudad, soltando improperios que lograban que las mujeres mayores y con niños se santiguasen a su paso y huyesen despavoridas.
Él simplemente reía con amargura ante éstas reacciones.
Lo que buscaba era caos, y estaba comportándose de una forma totalmente entrópica.

Confundiendo ya hasta las rayas de los baldosines de piedra que iba pisando, su mirada se fijó en el suelo; puesto que no quería dejarse los morros en el duro asfalto.
Ni siquiera era la 1 del mediodía y él ya estaba en ese estado.
De repente, un choque provocó que se detuviese.
Contrariado, vio cómo unas mandarinas rodaban por la calle, mientras una mujer, que se hallaba dándole la espalda, apretaba sus puños a la vez que sostenía su canasto, ahora vacío.
Sin poder evitarlo, comenzó a reírse. Menuda había liado.
Obviamente, debía ir a disculparse, y pagarle a la mujer....

¡Plas!

Una bofetada con la mano abierta le quitó la neblina del alcohol en un momento. Se tambaleó hacia atrás, contrariado.
¿Esa mujer, tan menuda, poseía tal fuerza?

-Maldito imbécil. ¡Las acababa de comprar! Iba a ver a una amiga hoy y pensaba llevarle un regalo. -Mirándole fijamente, la mujer soltó un suspiro que contenía más ira que otra cosa. -En fin. Gracias por fastidiarlo.

Dicho ésto, procedió a recoger las pocas piezas de fruta que habían logrado salvarse.
Sin mediar palabra alguna, agarró con más fuerza su canasto y prosiguió con su camino, dejando al gran Roronoa Zoro en ridículo, sentado sobre sus posaderas en medio de la calle.
Iracundo, miró a la gente que se había ido acercando, logrando que no dijesen ni una triste frase.
Si por algo era conocido el protector de Vinsmoke era por su sangre fría, y sus ojos evidenciaban un tormento al cuál nadie quería hacerle frente.

Con el presagio de que sería un mal día, prosiguió su camino, limpiándose el polvo de sus pantalones y alejándose calle abajo; una vez hubo desaparecido de la vista de los atemorizados aldeanos, entre éstos solamente se habló del futuro que le depararía a la pobre muchacha si ese salvaje llegaba a dar con ella.


En la residencia Vinsmoke todo era gritos por parte de la pelirroja, que apuntaba y mandaba a diestro y siniestro, mientras su marido la observaba embelesado.

-Dije ayer que quería todo preparado para su llegada. -Nami comenzaba a enfadarse. ¿¡Es que acaso nadie la escuchaba en esa casa!? Al ver cómo aparecía Zoro por una de las arcadas que daban al gran salón, maldijo de una forma que asustaría a un marinero. -¿Tú qué se supone que haces aquí? Además, -dijo, tapándose la nariz- apestas a alcohol.

-Déjame tranquilo, bruja -sonrió al ver cómo se instalaba la ira en la cara de la pelirroja.- Simplemente tuve un percance en el pueblo con una maldita mujer y tuve que volver antes de lo previsto.

Entonces miró a su alrededor y se perdió totalmente. Nada estaba como lo había dejado ésta mañana. Vio a su amigo Sanji en un rincón, atontolinado, y decidió acercársele.

-Eh, cejas raras. -Le saludó con un golpe en el hombro.- ¿Qué se supone que está haciendo la loca de tu mujer? Y, lo que es peor, ¿por qué la estás dejando ponerlo todo patas arriba?

-Marimo imbécil. Hoy viene una vieja amiga nuestra. -Sanji le siguió la broma de los apodos que tenían desde críos, aunque su infancia hubiese sido muy distinta. Además, no sabes la que te espera.... Sanji sonrió para sí.
Obviamente iba a haber gritos por el lugar durante varios, muchos, días. Pero esperaba que su mujer tuviese razón y diese fruto el embrollo que estaban organizando.

Sólo un motivoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora