Robin entró al hogar, y admiró los cambios que se habían producido desde la última vez que estuvo allí. Fue antes de que esos dos se casaran. Sin duda, Nami le había sabido dar vida a las estancias, y Sanji era un loco enamorado.
Sonriendo, fue saludando a todo el personal de servicio, que agachaban la cabeza en señal de reverencia ante la invitada de sus señores. Ésto no le parecía precisamente adecuado a Robin, pero había dado por perdida esa batalla hace mucho tiempo...Si no recordaba mal, iba por el buen camino.
Bajando a las estancias de los trabajadores, fue buscando una en particular. La reconoció al ver una flor de cerezo tallada en el cerco de la puerta.
¿Cómo no hacerlo? Si ella había sido la que la había plasmado allí.
Aguantando las ganas de entrar de sopetón, abrió ligeramente la puerta, mirando en el interior de la estancia.
Encima de un simple colchón de lana se encontraba sentado un pequeño chaval, mirando distraído unos libros que hacía tiempo ella misma había dejado a su cargo.
Sin poder aguantarse, entró y habló.-¿Puedes darme un abrazo? -abrió los brazos, a la vez que sonreía de una forma tan sincera, que hacía tiempo que su cara no adoptaba.
Sorprendido inicialmente, el pequeño escondió los libros tras su espalda, temeroso de haber sido descubierto y recibir una reprimenda. Pero, al ver de quién se trataba, su boca se abrió, sin emitir sonido alguno, y sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas que, sin pudor, comenzaron a correr por sus mejillas.
-¡ROBIN! -el pequeño se tiró a sus brazos, hundiendo su cara en el estómago de ella, mientras lloraba desconsolado y la abrazaba con fuerza, casi temiendo que pudiese desaparecer si no la apretaba lo suficiente.
-Shh, ya está, ya está.... -Robin le acariciaba el pelo mientras sentía su cuerpo temblar. Dios, cómo lo había extrañado.... Sin duda había crecido desde la última vez; ya no era aquel pequeñajo que se agarraba a sus faldas y se escondía detrás de ella. Agachándose para quedar cara a cara con él, le limpió unas lágrimas rebeldes que seguían cayendo. -Mi pequeño Chopper.... Cómo has podido crecer tanto...
Aguantando otro ataque de llanto, el pequeño infló el pecho y se mordió el labio inferior. Zoro siempre le decía que un hombre de verdad no debía llorar. Pero... Era Robin, y estaba allí, con él.
-Te he echado tanto de menos, chiquitín... -le tocó la punta de la nariz, que se había puesto roja del llanto.
Y ambos comenzaron a llorar juntos.
Zoro se acercó al cubil donde el caballo de Robin descansaba.
Según lo sintió el animal, éste comenzó a alterarse y a relinchar, nervioso. Empezó a dar patadas contra las paredes de la cuadra y a encabritarse.Asombrado, Zoro se alejó lentamente, viendo como aumentaba la tranquilidad del animal a la vez que aumentaba la lejanía entre ellos. Simplemente, sorprendente.
¿Cómo había podido domar a ese espécimen esa mujer?
El animal lo miraba receloso con esos ojos oscuros, sin dejar de vigilarlo ni un solo momento.
-Debe de ser una mujer increíble para que un ser como tú permita que lo monten...Sanji, tras buscar un rato, encontró a su mujer asomada a una ventana de piedra.
Se acercó por detrás lentamente y tapó sus ojos, sonriendo.
Ella, provocadora, apretó su cuerpo contra el de su marido, de forma juguetona.-Te encontré, pequeña gata. -Le susurró Sanji al oído, provocando que a Nami se le pusiera el vello de punta. Amaba cuando su marido hacía eso.
-No te equivoques... -se dio la vuelta hábilmente entre sus brazos, quedando cara a cara con él. -Yo he dejado que me encuentres. -Comenzó a trazar un camino con su dedo índice por su barba, bajando por su cuello, y acabando en su abdomen, donde hincó un poco sus uñas.
Ambos respiraban agitados. Se miraron con complicidad; esa tensión no iba a durar mucho, y ambos lo sabían.
-Estoy tan contenta de que Robin haya logrado venir.... -Nami apoyó su cabeza en el pecho de Sanji.
-No fue fácil dar con ella, ¿verdad? -Sanji acariciaba el pelo de su mujer, mientras miraba al horizonte.
Cuando Robin no quería que la encontrasen, era totalmente imposible dar con ella.
Y no le había quedado más remedio esta vez... Pero haber logrado que apareciese, era algo beneficioso para todos. No debían dudar de ello.
Aunque si bien era cierto que ninguno sabía cómo iba a terminar aquel apaño; eso ya, quedaba en manos del destino.Vieron como Robin paseaba por el jardín lleno de flores agarrada de la mano de Chopper, ambos riéndose ante las ocurrencias que tenía el muchacho sobre cualquier cosa.
Sanji y Nami sonrieron.
Nadie mejor que ellos sabía lo mal que lo habían pasado ambos. Eran casi como madre e hijo; y aunque Nami, junto con Sanji, le había acogido, el pequeño seguía necesitando a Robin.
Pero, ¿cómo explicarle que ella se había ido para evitar un mal mayor?El niño se resistió a pensar que ella le había abandonado, y se pasó meses, todos y cada uno de los días que éstos tenían, esperando su regreso. Cosa que, con el tiempo, vio que no iba a suceder por mucho que se sensentase al lado del cerco de la puerta que, juntos, habían tallado.
Ciertamente, la estampa rompía el corazón a todos y cada uno de los que allí estuvieron presentes.
Solamente Zoro había logrado que Chopper saliese de ese estupor. Aunque el guerrero no sabía el motivo por el cuál el chiquillo se encontraba en aquel estado, lo comenzó a adiestrar para que actuase de acorde a un chaval de su edad y fuese alguien de provecho.
Rectitud, valores, riñas... Casi como un padre. Aunque el peliverde se rehusaba a aceptar que cuidaba del pequeño cada vez que Sanji o Nami intentaban comentárselo.Aunque desde lejos, Chopper nunca había estado solo o descuidado.
Y ese, era otro de los motivos que unían a Zoro y a Robin.
Ahora, el matrimonio solamente tenía que ingeniárselas para que esos dos cabezas duras se dieran cuenta de ello.... antes de que fuese demasiado tarde.Y, como las noticias vuelan, el tiempo ya estaba corriendo en su contra.
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Sólo un motivo
Fanfiction-Sólo dame UNA razón para volver a intentarlo. -Yo no soy como todas ellas. Ni se te pase por la cabeza el volver a compararme. Si te han partido tantas veces el corazón, ya debes de haber aprendido a dudar, ¿no es cierto? Esa es la directriz que te...