Pequeño Alex I

15 0 0
                                    

Es de muy noche, ya han pasado las once, casi todas las luces de la mansión Smith están apagadas, menos una. Una pequeña llama de luz que se puede ver desde el gran ventanal de la biblioteca de la mansión, allí se encuentra de pie un joven, en la mano derecha trae un libro, en la izquierda; la vela con la cual alumbra su lectura.

No está nevando, algo raro en estas épocas, llueve torrencialmente, acompañado de truenos. Suerte que trae su gabardina azul oscuro, esconde su cuello dentro de este cada cierto tiempo por el frío, no está completamente cerrada, se puede llegar a ver su camisa blanca con su corbata carmesí.

La gran cantidad de libros han acompañado al joven Alex en toda su pubertad, se ha refugiado en estos de casi todos sus problemas; las peleas constantes de sus padres, los llantos incesantes de su pequeña hermana Matilde y de las humillaciones de su hermano mayor. Se encuentra leyendo un libro sobre animales extintos, capítulo quince, párrafo siete, junto al lado del texto se observa un gran animal, los más resaltante de este, son sus grandes colmillos. El smilodon, tal vez sea el género extinto más distintivo de los ¨dientes de sable¨. Este gran depredador no tiene comparación con su descendiente contemporáneo de nuestro tiempo, sus grandes y afilados dientes (que dan nombre al término por el cual es conocido su familia) llegaban a medir más de veinte centímetros, que fácilmente destrozarían a cualquier depredador que osase a combatir con...

Detiene su lectura, un estruendo ha impedido su lectura, fue un trueno, uno muy fuerte. Camina un poco por la librería, por un pasillo formado entre dos estanterías. Aparta su vista de la lectura un momento y ve los demás libros, en la estantería de la derecha, hay un libro grueso de tapa dura azulada como su gabardina. Sigue caminando, sus zapatos negros como la propia noche que lo acompaña, están relucientes como un espejo, mira hacia abajo y casi distingue sus ojos y su cabellera en la puntera de su zapato. Detiene su caminata cuando llega al gran ventanal. Todo oscuro, sin estrellas y con grandes nubes color grisáceo, así se encuentra el firmamento, ve la luna, las nubes no han logrado ocultarla. A aquella luna, que la noche anterior, él le dedico un poema.

El libro ahora está en su brazo y estómago, contempla el firmamento con la vela en mano, intenta divisar la carretera, no distingue nada. La puerta de la biblioteca se abre. Un hombre, en su rostro se denota los años que el viejo ha cargado. Vestido con un saco negro, aunque no oculta su camisa blanca. Un corbatín color verde adorna el cuello de la camisa. -Joven Alex, su padre ordena que se dirija a su habitación a que descanse-dice el vetusto hombre, aunque no lo ha visto, solo se ha guiado del lugar donde emana la luz. -Deme diez minutos más y me iré a descansar-Contesta con el joven con la voz apagada que siempre ha caracterizado. El viejo, un poco molesto por la respuesta del jovenzuelo, camina despacio hacia el joven-No me iré de aquí, hasta que se dirija a su habitación- responde firmemente.

-Entonces tendré compañía - dice dando punto final a la conversación, vuelve a abrir el libro.

Una línea quebrada aparece en el gran ventanal. Por un momento se enciende todo el firmamento, a lo lejos, en la carretera en donde el joven Alex no había alcanzado a ver nada, se observa una bestia, sus dos grandes ojos color rojo son visibles al apagarse nuevamente el firmamento, como si esos dos ojos de verdad brillasen.

¿Acaso esas bestias no estaban extintas?

Pequeños CapitalistasWhere stories live. Discover now