La pupila Matilde I

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No hay ruido más que el ruido de la noche, Matilde finge que duerme, está consciente, aunque ella no sabe, cree seguir durmiendo, mas, ella solo continua ese sueño, ese bonito sueño donde cabalga en un hermoso corcel, se parece mucho a los que posee la familia Smith. Abre los ojos un momento, se soba los ojos y se sienta apoyándose en su almohada color rosa casi tenue por la oscuridad de la noche. Observa aquel arco formado por su mosquitero blanco, ve a su tutora, la señora Wendy, una sirvienta que no hace mucho tiempo fue ascendida a tutora de la última hija del señor Smith.

Según palabras (no tan profundas y claras, por el pequeño vocabulario que posee la pequeña Matilde) se podría definir a su tutora como ¨¨dulce¨¨, aunque ella ha comprobado que no es ¨¨dulce¨¨ sino normal, aquella vez que chupo su dedo lo descubrió. Las grandes mejillas y lentes sin montura es lo más representativo de la tutora Wendy. Alex, sí, aquel Alex que le enseño muchas palabras que ella no entendía, pero de igual manera las usaba en sus oraciones; habría tomado algo más de cariño por la señorita Wendy que sus propios progenitores, aunque no hablasen demasiado, y jamás  había demostrado afecto alguno, más que en sus pensamientos, sin embargo, él sabía que la quería; tal vez por eso le suplico a su padre que no la despidiera por haber roto un jarrón. Nunca más suplicaba por otra persona.

Matilde ve algo extrañada aquel hilo de baba que caía de la boca de su tutora, vio el reflejo de la luna en la parte inferior del hilo de baba, quita su vista de su tutora y ve por la ventana a la luna, sí, aquella hermosa luna que su hermano le habría escrito un poema y exclamó en frente de ella. Baja de la cama descalza, siente el frío recorrer sus pies, su pijama color traía una gran combinación de colores pasteles, combinaba con el cabello castaño que tenía su dueña; camina unos dos pasos, de puntillas y recostando sus brazos en la ventana. Esta empapada y no puede distinguir bien el paisaje, solo a la luna, sí, la luna que está en la esquina de la ventana, ese color amarillento que recuerda a queso. Ahora recuerda que su tutora le había dicho que de queso estaba hecho la luna, y luego de escucharla, corrió a la biblioteca a comprobar dicha información con su hermano. De sabor amargo fue saber que su tutora le había mentido.

-Toc, toc- suena en la ventana y Matilde da un brinco de espanto. Pero no ha gritado. Observa una masa negra que esta parada en la cornisa. Ve sus delgadas patas color amarillentas, y como poco a poco empieza a tomar forma, es un cuervo, sí, un cuervo, o ¨¨heraldos de la desdicha¨¨, o al menos así los había llamado su hermano, daban un poco de miedo. Tenía ojos rojos, antinaturalmente rojos. Toc, toc. Estaba golpeando la ventana con su pico.

Un escalofrío recorre todo el cuerpo de Matilde, tiene miedo, quiere gritar, sí, quiere gritar, pero no puede, quiere despertar a su tutora, sí, pero tampoco puede. 

¿Por qué su sistema nervioso de pronto se ha apagado? 

Pequeños CapitalistasWhere stories live. Discover now