Capítulo 10

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Habían pasado días, o eso creía Katerine, se le había acabado todo, su comida, su agua, sus remedios para el dolor y la fiebre. Y él no había regresado. Estaba en ese lugar imposible dentro de la montaña, sola. A veces, pensaba que escuchaba susurros, "el viento" se decía, pero, ¿no había también una leyenda sobre él?, lo ignoraba, pues no estaba dispuesta a invocar otra cosa mística que no fuera el hombre salvaje.

Tiene que regresar, se dijo. Porque este es su hogar.

Inevitablemente se sintió culpable y la sensación que abarcó su cuerpo le recordó aquel día en el baño del restaurante, cuando se desmoronó sintiéndose nada. Y es que ese día ella no podía dejar de pensar en que su vida no estaba siendo dirigida por ella, sino por personas como Jackson Trenn -que se pudra en el infierno- o su madre, saber eso la hacía perder la respiración, porque una de las cosas que tenían esos dos en común era que creían que Katerine solo servía para el fracaso, para ser usado por otros... Ella había intentado dar lo mejor de sí allí, en esa montaña, con ese hombre que era mentira, pero había fracasado nuevamente, lo había herido de alguna forma, casi estropeado su vida para siempre, incluso lo había hecho irse del lugar que era su hogar.

Ella sola había logrado eso.

Su estómago se le revolvió sintiendo impotencia y ganas de explotar en millones de partículas que el viento pudiera llevarse.

Conviérteme en viento, pensó con fuerza. Ella solo quería volverse infinita.

Un sonido brusco la hizo abrir los ojos exaltada, era un sonido tosco, proveniente de un lugar muy dentro de un túnel que antes no había visto, lo que la extrañó, pues después de varios días pensaba conocer cada rincón que la rodeaba.

Al ponerse de pie el temblor de sus piernas fue leve, su cuerpo aún le dolía, pero por lo menos sintió que podía moverse. Era un túnel pequeño, casi a su medida, viéndolo pensó que el hombre de hielo no cabría por allí. Algo dentro de sí y no podía decir qué, le pedía ir allí, tomar sus cosas e irse. Era una voz que no era suya, era antigua, fría y profunda. Pero también era cálida y segura.

Le decía: —Anda, todo estará bien, ya es tiempo.

¿Cómo, estando allí atrapada, podría negarse a una cosa como esa?

Katerine tomó sus cosas, dejó la manta de piel doblada, le dio una última mirada al lugar con melancolía y se lanzó hacia el túnel.

*****

El túnel no era oscuro, las paredes estaban iluminadas de alguna forma, como si dentro de la roca y hielo viviera un corazón de luz que con cada palpitación iluminaba aún más el camino. Katerine se cuestionó si estaría soñando, porque todo parecía demasiado irreal, no había otros caminos por seguir, solo ese.

No supo durante cuánto tiempo estuvo caminando, pero cuando llegó a la salida y se dio cuenta de donde estaba, toda su piel se erizó. Estaba en el bosque, había llegado al bosque de fría por ese túnel y ni siquiera había sentido que había bajado.

Su respiración se hizo presente en una pequeña nube de vaho y se movió por inercia hacía adelante. Dio un paso y luego otro, estaba caminando en el bosque y no lo podía creer, sintió algo de incomodidad, como si la tierra que estaba pisando no fuera...la correcta. Por lo menos en la pequeña cueva del hombre de nieve se sentía de alguna forma "bien".

Pero aquello, era extraño.

Se sintió en una nube hasta que llegó a la tribu y el primer nativo la reconoció. De forma inmediata fue llevada a la gran Pretit, quien no escondió su sorpresa al verla, de pies a cabeza. Con gran delicadeza ordenó que ayudaran a la niña del sol antes de preguntarle cualquier cosa, le dieron agua tibia para que pudiera lavarse, una muda de ropa, comida y medicina.

Demonio blancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora