Antes de que sea adicción.

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Mi nombre es William y vivo en Nebraska junto a mi esposa Juliet, hace unas semanas fue nuestro sexto aniversario, vivimos una vida tranquila y sin preocupaciones pese a vivir en un edificio de apartamentos un poco viejo ademas de que no llevamos una vida precisamente de lujos nosotros somos felices, nunca necesite mas que su compañía, Juliet era el tipo de chica que seguía todos los consejos de salud que leía, al punto en que nunca en nuestros doce años de relación pude convencerla ni-siquiera de probar una gota de alcohol, no importaba de que fuera si era cerveza, vino o incluso algún chocolate adulterado.

Pese a eso yo nunca le tome importancia y eso que yo bebía demasiado, siempre fui la clase de hombre que no le tiene miedo a probar cosas nuevas, siempre me gusto experimentar hasta que últimamente me sentí atraído una vez mas por el mundo de las drogas. Lo se, eso esta mal y no hay ninguna historia que pueda acabar bien si metes drogas de por medio, no quería que Juliet pensara mal de mi y mucho menos quería arruinar lo que tanto trabajo nos costo formar, sin embargo no puedo decir que los últimos meses hayan sido placenteros, siempre viviendo bajo presión, estrés y de ultima mano y para condimentar ambos comenzamos a presentar síntomas de depresión aguda.  

Quizá la combinación de todo eso fue lo que me impulso a tomar la estúpida decisión de comprarle algo de heroína a un ex compañero de universidad, realmente no se lo que pasaba por mi cabeza en esos momentos, sabia que estaba tomando una mala decisión pero fue como intentar detener el agua de una catarata con mis manos, sabia que si Juliet se daba cuenta de esto lo desaprobaría al primer segundo, se que podría cortarme y arruinar mi vida de algún modo pero aun así lo hice.

Esa pequeña arma de destrucción paso un largo tiempo guardada entre los viejos cajones de mis zapatos deportivos, y para cuando volví de mi servicio y revise el escondite por mera curiosidad me di cuenta que todo seguía en su lugar, tenia unos meses para quedarme en casa junto a mi esposa, ella me contaba de sus problemas, sus preocupaciones a el futuro distante y yo me sentía incapaz al no poder hacer nada, ahora sabia como se sentían nuestros psicólogos últimamente pero no me quedaba mas remedio que hacer nada.

No puedo culparla, incluso yo traía un montón de malas noticias y aunque no me creas ellas sobrepasaban por creces las pequeñeces de mi mujer hasta que no pude mas, necesitaba escapar de este mundo si es que se le puede llamar así, pero no quería hacerlo solo, quería su compañía, pero una vez más no tuve el valor suficiente para pedírselo, yo tenia experiencia con este tipo de sustancias y no quería arruinar la poca felicidad que le quedaba.

No fue hasta una noche en la que salí con unos amigos a beber para distraerme que ella lo encontró por accidente, pero no me llamo al instante, ella espero hasta la mañana siguiente donde en el punto de la tarde la puso frente a mi en la mesa del comedor.

Escucha, no quiero una explicación, se que han sido meses duros para ambos.

Escucharla decir eso fue algo inusual, demasiado para ser ella y yo quede petrificado, no sabia que decir, ella puso su mano sobre la mía y mirándome a los ojos me dijo; — Sabes lo que pienso respecto a esto, prométeme que no dejaras que se transforme en una adicción.— 

Desconcertado y recordando aquello que tanto estrés me causaba acepte su respuesta sin dudarlo, elegimos nuestra habitación, yo quería que fuera especial, recuerdo que ese día cometí la estupidez de beber como si no hubiera un mañana, ella no pareció molestarse y al contrario y contra todo pronostico ella por primera vez me siguió el juego, un par de besos y jugueteos fueron suficientes para despertar nuestra apagada pasión.

Las horas pasaron rápido, el reloj marcaba las nueve de la noche, era la hora perfecta así que comencé a preparar la mezcla, recuerdo haberle pedido una cuchara de la cocina mientras yo revolvía todo.

Ella volvió y me entrego lo que era el utensilio de nuestra segura perdición, juntos comenzamos a ver como la mezcla cristalina hervía bajo el fuego del mechero, decidimos compartir una sola aguja aun contra toda ley de seguridad también teníamos una corbata atada a nuestros brazos solo quedaba perforar nuestra piel con ese objeto que transportaba el veneno para la cordura.

Ella suspiro hondo e intento retroceder, yo mire hacia la ventana por donde entraba la luz de la ciudad, solté un suspiro y tome su brazo con fuerza, ella se forcejeo bruscamente pero logre inyectarle toda la dosis, la que se supone que debíamos compartir para los dos, ya no importaba.

Ella cayo rendida ante la potente droga, sus ojos se tornaron blancos y mostró una cara de éxtasis, yo en cambio camine hacia la ventana, sabia que hoy era el día y me lo confirmo el fuerte sonido de la explosión acompañado con la luz cegadora del ataque nuclear.

Antes De Que Sea Adicción.Where stories live. Discover now