Capitulo II

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Luego del escándalo que Grecia y yo hicimos, nuestros padres nos separaron de cuarto. Al entrar al de Juli, las cosas que tenía seguían intactas, mi madre nunca había entrado de nuevo desde que ella falleció. Era de tarde, como las ocho y decidí ponerme a ordenar un poco; levantar su ropa, mover unas cosas de su escritorio y pasar la escoba. 

Al limpiar, debajo de la cama encontré una caja decorada de brillos y pegatinas con una etiqueta de "Mis mejores recuerdos!!", cuando la abrí encontré fotos de nosotros, con Kev, con amigos íntimos, con otros no tan amigos y esas cosas, dibujos nuestros que le hicimos, una rosa marchita de su primera cita, supongo, todas las cosas preciadas que una persona guardaría. 

Luego de tanto limpiar, me sentí exhausta y decidí echarme una siesta. Me salteé la cena y me desperté a eso de la una con hambre. Bajé a la cocina a buscar unas sobras en el hornito eléctrico pero no hallé nada. Volví resignada con un vaso de leche fría y me acosté. Terminé mi leche mientras leía una vieja revista de moda de Juli y después me quedé dormida. 

Soñé con ella. Soñé que estábamos en nuestro parque favorito,  jugando al sube-y-baja y haciendo las cosas que nos gustaban hacer. En un momento, el rostro de Juli palideció, empezó a deformarse, como si estuviera en proceso de descomposición, su ropa se manchaba de sangre, marcas en todos lados del cuerpo y la vestimenta desgarrada. Caí del juego y grité. 

Desperté en la oscuridad de la noche, no sabía la hora que era pero suponía que mas de las dos. Agitada, me senté al borde de la cama y suspiré pesadamente. 

Jazza... —dijo una voz en un susurro. "Jazza". Esa palabra resonó en mi mente como gotas de agua cayendo sobre una ventana en un día de lluvia. Jazza. Era el apodo de Juli tenía para mi. Jazza. Un apodo puro y especial, exclusivo, que solo sabíamos ella y yo.

—Basta ya, Grecia —me levanté con cuidado de la cama hacia la puerta entreabierta, donde sólo veía la puerta del baño y su luz encendida. Aquella puerta de par en par, que hasta hace unos segundos estaba quita, cerró de un portazo de un momento a otro. 

Grité, grité mucho y salí corriendo alarmada hacía el cuarto de mamá y papá. Cerré la puerta de un golpe apenas entré y me acerqué a su cama como si fuera el fin del mundo. Agité el brazo de papá para que se despierte.

—Papi, papi —dije casi con lagrimas en los ojos. Él se levantó confundido.

—Cariño, ¿qué pasa? —me alzó en sus brazos apenas me vio llorando. No pude explicarle lo que vi, porque una parte de mi decía que no es real, pero por otro lado las palabras no salían de mi boca. 

Ambos me recostaron a su lado, me encontraba en el medio de ellos. Mamá me hablaba, me contaba historias para que me calme, pero no podía sacarme de la cabeza lo que había pasado. No podía asimilarlo, ¿cómo era que eso podía pasar? ¿era Juli la que me hablaba?

Luego de un rato largo de pensar, la puerta de la habitación de mis padres se abrió. Ambos dormitaban a mi lado, pero no se percataban del ruido que hizo la bisagra. 

Jazza... —dijo esa espeluznante voz otra vez. Era ella, no me cabía duda. Era mi Juli, mi hermana. 

Historias de las hermanas Berner.Where stories live. Discover now