Qué Soy {Fanfic}

II

Debería estar asustada

Debería intentar despertarme

Debería estar defendiéndome, pero no sería capaz

Todo está inmerso en la nada, no veo, no oigo, nada.

Solo siento calor, un calor similar al que te brinda otro cuerpo debido a la cercanía o la fricción de cuerpos. Lo cual debería alarmarme, pero entre ese calor siento algo frío recorrer mi mejilla.

A veces me pasaba que mis glándulas lacrimógenas decidían hacer de las suyas sin razón alguna. Dejé de intentar buscarle algún sentido moral hace como 7 años. Pero a diferencia de todo este tiempo, siento que sí tienen un significado, mucho más allá del miedo o la ansiedad de no saber tomar las riendas de mi conciencia.

Lo que termina de convencerme de ser un ser humano más razonable es cuando pude sentir más definidamente esa respiración cerca de mi cara, acompasada y lenta. A partir de ahí todo fue más violento.

Abrí los ojos bruscamente, sin previo aviso. La luz acaparó todos mis sentidos y por un momento me sentí aturdida, no duró más de un sengundo, ya que la escena que tenía lugar delante de mis ojos era digna de ver.

A unos diez centímetros, había un rostro masculino, de tez pálida marcada por un ligero rubor en las mejillas y un diminuto lunar debajo del sus labios, los cuales eran finos; y unos ojos color esmeralda que no llegaban a ser rasgados, sino que parecía que pertenecían a un gato.
Su pelo era castaño, siendo en las puntas más claro que en la raíz. Lo llevaba medianamente largo, muy por debajo de las orejas.

Su expresión era sorprendida, sus ojos más abiertos de los que normalmente serían y su boca entreabierta, estoy segura de que iba a decir algo si no fuese porque mi pierna prácticamente es un ser aparte de mi sistema nervioso.

—¡AH! ¡¿PERO A QUÉ VIENE ESO?! — Le había propinado un golpe en el vacío con mi rodilla, consiguiendo así que se cayese de la cama. Ahora me miraba un poco molesto, o tal vez entretenido por la situación tan repentina.

—¡¿Perdona?! ¡Un desconocido está a puto diez centímetros de ti con cara de pervertido y esperabas que te diese los buenos días?!— Lo admito, esta situación es bastante ridícula, pero es lo ideal ahora mismo: me está dando la oportunidad de ver en plenitud la estancia en la que estamos y la complexión del chico, podría...

—¿Huh? ¿Pero qué dices? Ni que fuese a-

—Espero que no termines esa frase, Laito —Provenía de atrás. No podría decir cuánto tiempo ha estado allí ese otro hombre... Pero me inquieta no haberlo ni visto de reojo cuando tiré al tío éste. Ambos nos giramos ante la inesperada intervención de un tercero en la discusión de telenovela barata que habíamos establecido ante el desencuentro.

Era un hombre realmente alto, de metro ochenta, con ropas que en cualquier otro sitio de los que yo frecuento hubiesen estado totalmente fuera de lugar. Pero ahora las tornas habían cambiado y ese chaleco y pantalones de lino negros concordaban con el aire anticuado de la estancia, siendo mis shorts y mi camiseta holgada algo sacado de un circo.
Quito mi atención de su ropa, y me centro más en el físico, es delgado, pero sin embargo tenía una compostura erguida que, en conjunto con su ancho torso, imponía autoridad, así como un viejo decano de una universidad realmente reconocida. Su rostro es bastante delgado, marcando bastante los pómulos y la mandíbula. Éste estaba cortado por unas gafas de abuelete rectangulares y sin montura, ocultando así unos arrogantes y finos ojos que analizaban fríamente la escena.

Mi atención se dirige esta vez a su pelo, que lo se notaba que lo había dejado crecer, aunque no era ni por asomo tan largo como el del chico anterior, al que había llamado Lipo, Caito, borrego, rata inmunda... No sé, creo que me toca limpiarme las orejas. Volviendo a su cabello, además del largo, llama mucho la atención su tono: era oscuro pero inusualmente azulado, también acabando en unos tonos un poco mas claros.
Ésto y el tono de piel muerto son las dos similitudes que les encuentro a los dos chicos que ahora se miraban un poco disgustados.