— ¿Qué pasó Lucero? — preguntó uno de los varones.
— Quieren matar al Rey, por eso lo traje aquí para que se escondiera.
— Eso no nos incumbe — dijeron muchos.
— Él nos quiere ayudar, si muere la Tierra será solo el lugar que abastezca de esclavos a los reptilianos y sus aliados — miraron a Rosa, que era quien había hablado — lo ayudaré, así nuestro planeta estará seguro, YO le creo ¿Quién me sigue?
De a poco todos los que se encontraban en las dependencias de los esclavos, unos 1500 terrestres, entre hombres y mujeres, se unieron al Gobernante, empezando por los líderes de sector con quienes ya habían hablado las mujeres, al ver eso los demás los siguieron, además había muchos grises que lograron encontrar al monarca para ayudarle.
— Debemos huir, se desató una guerra civil — dijo uno de esos seres.
El grupo corrió para tomar algunas naves y salir a un sitio seguro. Lucero estaba histórica, rayos pasaban por todos lados, ella solo se tapaba la cabeza con las manos y gritaba, por suerte el Rey estaba a su lado y la protegió, pero por eso él sufrió una herida en su brazo, nada grave.
— Vamos, tienes que reaccionar — le gritó Rosa en medio del ruido de la batalla.
— No puedo, nunca en mi vida he peleado, menos tomado un arma, y ahora estoy en medio de esto — lloraba angustiada.
— Si quieres vivir defiéndete — la pelirroja le pasó una pistola de rayos, pero la morena no supo cómo usarla, por suerte varios grises que estaban a favor del monarca corrieron y los cubrieron.
— Mi Señor, escape, sino todo estará perdido.
El gobernante la tomó del brazo y prácticamente la arrastró para poder subirla a una nave y huir a un sector montañoso del planeta. Cuando llegaron empezaron a instalar las armas para defenderse por si eran atacados. Los originarios del planeta atendían a los suyos, entre los que estaba su Rey.
Lucero lloraba en un rincón abrazando sus rodillas, muerta de miedo.
— Mujer, así no lograrás nada, solo que te maten y maten a los que están a tu lado — le gritó enojada su amiga.
— Es que tengo miedo, la única persona que me amo, mi madre, murió por protegerme, íbamos caminando con papá y mi hermano, un auto se nos acercó a toda velocidad, ella me abrazó y recibió todo el golpe, estuvo varios días en coma antes de morir. Y ahora él — miró al gobernante herido con mucha tristeza — todo lo que tocó lo destruyo, luego que ella no estuvo papá tomó más, nos golpeaba, mi hermano cayó en la droga, yo soy la culpable de todo. Luego mi pequeño ni siquiera pudo nacer... yo...
Rosa le dio dos cachetadas.
— Si no quieres perderlo a él también, entonces tendrás que ser valiente, todos acá tenemos miedo, pero a pesar de eso nos sobreponemos, tú debes hacer lo mismo ¿Acaso no le tienes algo de cariño al Rey siquiera?
Lucero miró a todos, los gritos de la mujer fueron escuchados por el monarca, que la miró fijamente, luego se acercó, ya tenía vendado su brazo.
— ¿Estás bien? — el gobernante se arrodilló al lado de la frágil humana.
— Sí, gracias a ti — no pudo evitar colgarse de su cuello, lloró un buen rato.
— ¿Ya estas mejor? — le preguntó el ser con esa voz tan monótona que tenía.
— Disculpa, no soy valiente, ni se combatir, solo... solo soy yo. Nada bueno.
— Rosa — dejó a Lucero sentada en el suelo — vamos a conversar, quiero que empecemos a planear como tomar de nuevo el control de mi planeta.
Cuando la dejaron sola, la morena empezó meditar, deseaba ser como su amiga, la pelirroja no le tiene miedo a nada, en cambio ella solo sentía que era lo que decía su padre, una torpe hembra que no servía para nada.
A la noche se repartieron para dormir, Lucero se fue a la entrada, estaba sentada mirando el vacío, y pensando de donde sacaría fuerzas, siempre fue la tonta, la estúpida, sus novios la golpeaban y nunca se defendía, en su inconsciente sentía que se lo merecía, que no era buena ni inteligente ¡¡Y ahora querían que fuera poco menos que una amazona!! Lloró amargamente.
— ¿Qué te pasa? — dijo el soberano del lugar sentándose a su lado.
— No sirvo para esto, tal vez sería mejor que volviera al palacio y me quedara en el lugar más oscuro y alejado de ti, todo lo bueno que amo muere por mi culpa, tuviste que cubrirme y por eso te hirieron. Tu eres quien debe cuidarse, yo soy... solo soy una torpe humana.
Ambos quedaron callados, quietos, hasta que él la abrazo, y acomodó la cabeza de la mujer en su hombro.
— Eres valiente, por ti pude contactarme con Rosa, ella es una gran guerrera y estratega, me ha ayudado mucho, sino nunca podría haber tenido este grupo que me ayuda. Te lo debe, por eso no podría dejar que te dañarán.
— La quieres mucho ¿Verdad?
— ¿A quién?
— A Rosa.
— Por supuesto, es una buena huma... persona, muy valiente, la aprecio mucho.
Lucero se paró molesta por la respuesta.
— Entonces quédate con ella, puede ayudarte más que yo.
— Espera ¿Qué te pasa? ¿Por qué reaccionas así?
— Olvidas lo que me dijiste la primera vez que hablamos, las hembras somos así... muy sentimentales.
El ser se levantó, y la abrazó de nuevo.
— Me gusta más estar contigo que con ella — cuando se separó la mujer lo notó extraño — disculpa si te molesto que te haya abrazado.
— A mí también me gusta mucho estar contigo — ambos se miraron un segundo a los ojos, luego ella lo besó lentamente, cuando se separaron ninguno sabía que decir.
— ¿Porque hiciste eso? — preguntó por fin con su voz monótona el ser gris.
— Disculpa, me gustas, pero sé que tú solo me ves como una mascota. Me iré y no te molestaré más.
Pero al darse vuelta el ser le acercó la boca al oído, y le susurró con ese tono extraño que a veces usaba con ella cuando estaban solos.
— Quiero... estar contigo...
Se fueron a un lugar donde supusieron que nadie los vería, era el fondo de una cueva donde caía una cascada pequeña.
Se besaron apasionadamente, en un momento ella sin poder evitarlo, se le declaró.
— Te amo.
Él guardo silencio, temía ese momento, pero debía ser sincero con la mujer.
—... entre nosotros se nos designaba por rango y posición las parejas. Eso de los sentamientos no existe, no sabemos amar, ni cuando había hembras en mi raza. No está en nuestro ADN. Solo sentimos deseo sexual, y placer, ha ocurrido mucho.
— ¿Ha habido mestizos?
— No, ustedes no pueden engendrar fuera de su planeta, y aunque fuera así nuestros genes no pueden mezclarse, es como si un primate de su mundo quisiera mezclarse con uno de ustedes, imposible.
Ella bajo la cabeza triste, pero no le importó, aprovecharía de estar con él lo más que pudiera, y cuando el Rey ya no se sintiera atraído por ella...
Siguieron besándose hasta que se durmieron uno en brazos del otro.
ESTÁS LEYENDO
¿Qué me pasó?
Misterio / SuspensoUna mujer de 50 años, luego de tirarse para suicidarse, desaparece, unos días después aparece en un despoblado, en otro país. Extrañamente tiene su pelo largo, cuando la examinaron vieron que tuvo un parto, siendo que no tenía útero por un aborto q...