2.~Partido De La NBA

31 10 0
                                    

Vacilé por unos instantes mi respuesta y finalmente respondí.

–¿Quien eres?– Aunque sabía a la perfección quien era.

–Quien eres tu en todo caso. Tu me has llamado.–Esa voz ronca me gustaba mucho.

–Me encontré tu número en el bolsillo y he llamado por curiosidad.

–Soy Austin Davison. ¿Me puedes decir ya tu nombre?–Su voz aterciopelada, a pesar de tanta impertinencia era de mi agrado.

Layla, a mi lado sonreía como una boba. Mi amiga no paraba de hacer señas indicando que pusiera el altavoz y finalmente cedí.

–Mi nombre es Vicky.–Me limité a responder.

–¿Victoria?–Dijo él con un tono de aburrimiento.

–No, Vicky, detesto Victoria.–Dije con algo de irritación.

–Vale Victoria. ¿Te apetece quedar?

La chica se tuvo que aguantar una carcajada, seguramente se hubiese oído, por eso se tapaba la boca con la mano por lo que cogí un almohadón y se lo lancé a la cara.

–Eh... Sí, mañana por la mañana, tengo todo el domingo libre, si quieres.–Respondí mirando la horrible mueca que había puesto Layla.

–No, me refiero ahora, en este momento. Podríamos ir a comer a algún lado. Te puedo presentar a mis amigos.

–¿No vas muy rápido?–Intervino Layla con una voz seria e intimidante.

Di una fugaz mirada hacia mi amiga quien se estaba meando de risa a mi lado.

–¿Es tu madre?– Dijo Austin desde la otra línea del teléfono.

Ahora fui yo quien rio a grandes carcajadas mientras mi amiga se ponía seria.

–¡No soy una vieja!–Bramó ella sin dejar de mirarme con odio.

–Sí, lo es.– Afirmé.

– Encantado de conocerla señorita...

–Hollander.–Se limitó a responder mi amiga.

–Sí, eso, encantado.–Dijo el entre cortadamente.

–No soy su madre.–Se quejó Layla.

Tuve que contener mi risa.

–¿Quieres quedar?–Volvió a repetir Davison.

–Sí, claro, ¿a que hora y donde?

La chica que estaba sentada a mi lado ya no podía contener más la risa.

–Pasala a buscar a mi casa.–Dijo Layla.

–¿Donde está?–Preguntó con entusiasmo.

–¿Y si quedamos en el banco de madera que hay en el parque de Ocean Parkway a las doce?

–Claro, allí estaré con ganas.

Y finalmente colgué.

–¿Vas a presentarte?–Su voz mostraba entusiasmo y admiración.

– Sí, supongo que sí.

– ¿Vas a ir así?–Preguntó incrédula señalando mi ropa.

–¿Porque no?

–Porque da pena, sencillamente por eso.

Le dediqué una mirada llena de odio que enseguida se me pasó cuando sacó de su armario mágico una blusa blanca sin mangas y unas sandalias con pequeñas esmeraldas verdes.

INEVITABLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora