3.~Frágil

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Nos sentamos en una mesa de dos.

«De tres mejor. ¿No te jode?» Pensé.

Estábamos situados cerca de la entrada y una mujer de mediana edad se acercó a nosotros con paso ágil y muy decidido.

–Mi nombre es Lily y yo seré vuestra camarera.–Dijo sonriendo.

Y dicho eso nos entregó un pequeño "dossier" de unas tres o cuatro páginas grapadas con el menú. La camarera nos dejó solos.

–¿Que vas a tomar?–Preguntó Austin con la vista fija en su carta.

–Macarrones.– Respondí sin ápice de moverme.

–Están buenos.–Me explicó el chico.

Y caímos en el silencio.

Minutos más tarde la mujer de antes que se había acercado a nosotros y nos había entregado la carta, venía con un pequeño bloc de notas y un bolígrafo azul algo mordido.

–Saben ya que van a consumir?–Preguntó mirando a Austin.

–Macarrones con tomate pero no le pongáis tomate.–Austin me miro sorprendido.–Soy alérgica.–Confesé algo avergonzada de mi misma y de mi extraña alergia.

«Eres estúpida, para eso solo di macarrones, a secas»

–Claro, ahora le digo al chef tus preferencias.–Su sonrisa no era más que una mueca muy diferente a la de hacía escasos minutos.–¿Y usted?–Preguntó la mujer refiriéndose al chico de preciosos ojos verdes esmeralda que tanto me gustaban.

–Lo mismo que Victoria.–Respondió Austin sin apenas dedicarme una mirada.–Pero a los míos si póngale tomate.–Añadió sonriendo maliciosamente aún sin ápice de mirarme.

–Muy bien.–Dijo la mujer arrancando el pedido de su bloc de notas y poniendo una copia sobre nuestra mesa de dos.

«De tres mejor. ¿No te jode?» Pensé interiormente.«Tu y tu lado grosero.»Volví a decir en mi fuero interno.

Y una vez más estábamos en silencio, el chico se miraba las manos con aburrimiento y yo miraba como Austin se miraba las manos sin ganas apenas.

–¿Como conseguiste poner tu número en mi bolsillo?–El chico se sobresaltó al escuchar la estrepitosa de mi voz.– No noté como lo hiciste.–Confesé.

–Ni yo tampoco se como lo tienes.–Dijo guiñándome un ojo.–No se lo doy a cualquiera. Y a decir por tu aspecto, aunque eres bastante mona no creo que seas mi tipo.

–¿Y cual es mi aspecto? ¿Tengo que ir de jeans ajustados todo el día como Jane? ¿O de marimacho como Kristal, con gorra y enseñando el culo?

–No. Tienes un aspecto frágil. Con una blusa y sandalias.–Dijo mirándome a los ojos fijamente.

«Es hipnótico»

–No tengo aspecto frágil, te aseguro que ni soy pija, ni delicada, pero tampoco soy una marimacho.

–¿De veras?–Asentí ante su duda.–Tendrás que demostrármelo.

Y dicho eso la mujer de paso ágil se acercó a nosotros con dos enormes platos de pasta sobre sus brazos.

–Espero que los disfruten.–Dijo Lily, la camarera, poniendo los platos blancos sobre la mesa.

Comíamos en silencio, lo miraba de reojo, estaba sumamente concentrado en engullir la pasta italiana.

–Deberíamos darle las gracias al cocinero por cocinar tan bien.–Dijo el muchacho de ojos verdes.

–Sí.–Dije sonriendo y mirando sus bonitos ojos posados sobre mi.

–¿Que quieres hacer luego?–Preguntó el Austin mirando mis manos que jugaban con el borde de la servilleta de tela de color amarillo crema.

–Tienes un partido con Kristal.–Le recordé de mala gana.

–Kristy puede esperar.–Me aseguró guiñándome un ojo. Concretamente el izquierdo.

«Que mono...»Pensé para mi misma.

–¿Quieres ir al cine?–Su voz era como una droga, cada vez que la escuchaba necesitaba más y más y sabía que nunca me cansaría es escucharla.

–No puedo.–Confesé triste.

–¿Porqué?–Sonaba sorprendido.–Si hoy es sábado.–Me recordó.

–Lo se pero el lunes tengo un final muy importante que marcará mi vida para siempre.

–Dramatizas mucho,¿sabes?–Lo dijo de tal manera que aunque a mi modo de verlo era una especie de crítica o insulto, me gustó escucharlo decir aquellas palabras.

–Quizá, pero me gusta hacerlo.–Sonreía como una boba.

–Eres libre de hacerlo cuando te plazca.–Cada vez se acercaba más a mí.

Teníamos los codos sobre la mesa y apoyados en ellos y cada vez la escasez de centímetros era más escasa.

–¿Quien paga? ¿A medias?

–¿Quien te crees que soy?–Preguntó con un extraño tono ofendido.–Aunque no lo parezca soy todo un caballero Victoria, lo soy.

–¿A cuantas le has dicho esa frase?–Inquirí alzando una ceja.

–No quisieras saberlo.–Me respondió con una sonrisa pícara en los labios.

–Al menos puedo decirle yo a la camarera que traiga la cuenta?–Negó con la cabeza.

–Te repito que soy un caballero.

–Claro, lo que tu digas.–Bufé.

Davison finalmente consiguió ser caballero y pidió la cuenta.

Salimos del establecimiento sin decir ni una sola palabra, ni al cocinero, como había pedido antes Austin durante la comida de pasta italiana. Que estaba riquísima, por cierto.

 Íbamos en silencio, aunque a una escasa distancia. Estaba demasiado cerca y eso me ponía de los nervios, y mucho.

INEVITABLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora