Ya había sido prácticamente arrastrado hacia una pared con un par de ganchos incrustados a los ladrillos. Las ataduras de sus muñecas habían sido reemplazadas por dos grilletes unidos por una cadena, y colocados sobre un gancho. Dejando a Robin con los brazos alzados, dándole la espalda a Eliwood.
Se acercó a él y le quitó la mordaza, la mandíbula del albino se sintió aliviada, había tenido eso en la boca un largo tiempo. -Por favor déjame ir-. Pidió Robin -haré lo que sea necesario-. Bajó la mirada, no estaba precisamente orgulloso de decir eso. -Lo siento, pero eso no será posible por el momento-. Tomó el mentón de Robin, levantandolo ligeramente y obligandole a mirarlo a los ojos.
Se apartó de él y sostuvo el látigo en su mano derecha. -Soy tu dueño, ¿Cierto?-. Hubo un silencio gélido durante varios instantes. -No, no le perteneszco a nad- cortó la frase cuando el látigo golpeó su espalda, soltó un alarido lleno de dolor.
-Por cada vez que dudes, agregaré cinco líneas-. Cinco líneas... ¿En verdad valdría la pena aceptar dócilmente? -Yo...-.
-Cinco líneas-. -No le pertenezco a nadie, ya te lo he dicho-. Los cinco latigazos fueron brutales, ya podía sentir la sangre goteando debajo de su túnica.
-No eres mi dueño-. La siguiente ráfaga de azotes furiosos fue aún más dolorosos, no soportaría la siguiente, de cualquier forma tendría que resistir.
-No-. Para su alivio no sintió ningún golpe, solo la sangre deslizarse. -Sabes lo que quiero-. -N-no-. Su voz titubeaba solo con pensar en cómo lo castigaría.
-No te pertenezco-. Sonó más seguro, aunque esa seguridad se esfumó cuando le escuchó susurrar: "quince".Tragó saliva. -Y-y...yo-. nuevamente fue golpeado sin piedad, gritaba desesperadamente con cada uno; su agonía se vió representada cuando varías lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas. Cuando terminaron, toda su espalda ardía, lo único que lo mantenía en pie eran sus muñecas forzadas a la pared. Silencio nuevamente.
Chilló cuando el látigo lo azotó una vez más. -¿Y bien?-.
-.....Amo Eliwood...-.
-¡Muy bien!-. Se acercó a él y le retiró los grilletes. -¿Vess como no era tan difícil? Casi me ví en la necesidad de sacar el látigo dentado...-. Sonrío de nuevo. Robin solo se dejó caer sollozando. -Es bueno saber que no fue necesario-.
-Ven, te curare eso-. Levantó a Robin, lo transportó hasta la cama aún cubierta de semen; lo recostó allí y le quitó las prendas para vendarlo. No opuso resistencia, le haría creer que estaba sometido y esperaría el momento indicado para escapar.
-Por cierto, ahora tendrás que usar esto-. Le ajustó un collar con su nombre, Robin lo dejó ahí, se lo terminaría quitando cuando escapara.
Era cierto que las vendas apaciguaban un poco el dolor, eso lo ayudaría.
-Iré por tu correa perrita-. Y Subió las escaleras. Era ahora o nunca; se levantó con dificultad, decidido a escapar, se dirigió ágilmente a las escaleras. Daba pasos inseguros, no era el mejor plan que haya ideado, de hecho era bastante apresurado.
Cuando estaba frente a la puerta de salida de encontró con la fulminante realidad de que estaba asegurada, intentó varias cosas sin éxito alguno, se quedó de piedra cuando escuchó pasos aproximarse, corrió detrás de una pared y esperó lo mejor. Para su suerte, los pasos se alejaron, indicando que Eliwood había bajado al sótano.Corrió y cerró la puerta, forzandola con su propia cuerpo. Eliwood no tardó en comenzar a golpearla. -¡Abre la puerta!-. Cada intento del mayor por abrirla, hacía que chillara por los azotes que había resubido. Alertado, buscó algo, cualquier cosa, que le ayudará a bloquear la puerta. Entrevió una silla que lo alivió, esa sería la clave para su fuga.
Casi al mismo tiempo que estiró el brazo para alcanzarla, el mayor logró derribar a Robin, este trastabilleó dando un par de pasos hacia atrás. Cuando pudo verlo, ya estaba contra la pared y con una mano sujetando su cuello.
Notó lo intimidante que se veía Eliwood desde ese ángulo. Estaba aprisionado entre su captor y la pared, bloqueaba su respiración apretando su cuello, además de que su mirada era severa; fue invadido por el terror ¿Cómo decidiría castigarlo? -Veinte líneas con el látigo dentado-. No pudo evitar gemir horrorizado, la espalda aún le ardía, pero sintió un cosquilleo alarmante al pensar en la idea. -¡No! Lo que sea menos eso, ¡haré lo que sea! Por favor Eliwood-. Recibió un fuerte bofetón. -...Amo Eliwood-. Rectificó.
El mayor lo miró un largo momento. -De acuerdo..-. Su mirada se suavizó. -Puedes hincarte, hacer como perra y lamerme el miembro-.
-No voy a hacer eso-.
-Veinte líneas-. Por un momento pensó en aceptar el castigo y no caer bajó, cuando estaba a punto de negarse su espada le obligó a caer sobre sus rodillas. -Buen chico-.
Jadeó y ladró como se lo pidió, no podía creer lo que estaba haciendo. Eliwood sonrió y se bajó el pantalón, indicando que prosiguiera con la siguiente parte del trato. ¿Esa cosa había estado dentro de él? Nunca tuvo la oportunidad de verlo, pero no esperaba que fuera tan.... Grande.El primer lametón fue el peor, simplemente humillante. Poco a poco lo lo seguía lamiendo, eventualmente se lo metió a la boca, cerró los ojos e intentó imaginar que se trataba de su mordaza, cosa que resultaba difícil con Eliwood empujando su cabeza hacia él. Antes de que se diera cuenta lo tenía dentro por completo, lo recorrió a lamentones irremediablemente.
Terminó chupándolo plácidamente. -Mrghr...-. Comenzó a gemir, su propio miembro ahora estaba erecto. El semen salió, invadiendo su boca, se lo tragó y siguió con su tarea.
-Así esta bien-. Le sacó el miembro y se agachó para acariciar su sonrojado rostro. -si obedeces te daré otra sesión-.
Robin asintió, mole gustaba para nada el papel que estaba jugando, no siquiera quería aparentar querer volver a chuparle el miembro, esta vez el plan implicaba jugar el papel de perra durante un par de días, al menos hasta que decidiera que lo sacaría a pasear. Era degradante, si, pero valdría la pena.