Capítulo I: Alicia y Alejo

47 2 0
                                    

La llegada de forasteros al País de las Maravillas fue un hito que absolutamente todos supieron; algunos soldado que estaban de turno recogieron a los niños del sombrío páramo en un hermoso palanquín de color azul rey con estampados de corazones en distintas tonalidades de rojo, un transporte digno de la realeza. Cuando entraron a la ciudad que circundaba el castillo, la gente comenzó a congregarse alrededor del palanquín, todos querían ver a los niños que aparecieron por la lúgubre puerta del páramo; era algo sin precedentes, con suerte y los propios guardias se atrevían a acercarse a esa horrible y lúgubre parte del mapa. Puerta que (más bien era un portón, era demasiado grande para ser una puerta común) desde que apareció produjo un inminente rechazo de los monarcas y súbditos de los cuatro reinos que imperaban en el País de las Maravillas; el reino de Corazones, Espadas, Tréboles y Diamantes; cuatro reinos que redujeron de manera drástica sus fronteras una vez que apareció el tétrico portal junto con el páramo, se formó una especie de círculo justo en medio de los cuatro reinos. Círculo que cada año ganaba por lo menos cinco centímetros de terreno extra.

Viajaron por casi dos horas cuando llegaron al castillo de corazones. Los recibieron con música y flores; los dos hermanos miraban con atención y emoción todo lo que les rodeaba, la gente saludaba y los niños les sonreían con admiración...¡Eran celebridades!.

ーEs un verdadero gusto darles la bienvenida al reino de corazones, ubicado al norte del País de las Maravillas. Me encantaría saber el nombre de tan distinguidos visitantesー habló un hombre de apariencia afable y blanca sonrisa, su vestimenta, de colores burdeos y dorados, casi que gritaba "soy el monarca de este pueblo"... cosa que nunca estuvo del todo alejada de la realidad.

A su lado una mujer, algo regordeta, y un joven de ropas finas alzaban la cabeza con orgullo y amabilidad, una extraña mezcla a la vista cabe decir, claramente eran la reina y el príncipe del reino de corazones.

ーEs un placer su majestad,ー alzó la voz Alejo mientras que, al mismo tiempo que su hermana, daba una reverencia en señal de respetoー yo me llamo Alejo. Y quién está de pie a mi lado es mi hermana melliza Alicia, agradecemos de todo corazón tan amable bienvenida a su pueblo... y claro que también agradecemos a todos los habitantes por seguir con su vista nuestro trayectoー.

Si algo les habían enseñado bien a estos dos era el dirigirse con respeto y habilidad a quien poseyera un cargo mayor a ellos, algo muy útil la verdad. Alicia tenía la manía de analizar la personalidad de quien le rodeara, así que siempre guardaba silencio y ponía atención a la gente a su alrededor. Alejo era un excelente orador y Alicia una estupenda analista, sin duda un dúo que no conquistaba el mundo porque no quería.

ーEsperemos que nuestra súbita aparición no sea problema para vuestra rutinaー comenzó a decir Alicia casi en un susurroー espero no sea imprudente de nuestra parte pedir vuestro socorro para volver a nuestro hogar- dio un sollozo y siguió hablando- nuestros padres deben estar desesperados por hallar nuestro paradero, y temo que mueran de la pena si no volvemos.

La dulce voz, ahogada por el llanto, de la pequeña Alicia conmovió a la reina. La, en ese entonces dulce, señora ordenó que de inmediato los vistieran con ropa de la corte (pues su ropa estaba llena de tierra y húmeda), que les dieran alimento y entretención; sin duda la pequeña Alicia, con su vocecita delicada y ojos humedecidos por las lágrimas, ya tenía a la reina como una poderosa aliada.

Les sirvieron un espléndido banquete y trajeron a los mejores comediantes para entretener a los hermanos, el príncipe hizo cuantas preguntas se le ocurrieran sobre el otro lado de la puerta. La muchachita, paciente y relajada, explicaba cuantas veces fuese necesario para que el heredero al trono entendiera lo que ella decía.

ーTu hogar es un lugar increíble lleno de cosas que no comprendo, ojalá pudiera cruzar cuando se me diese la gana y pudiera observar tu mundoー; Alicia escuchó estas palabras por lo menos cuatro veces en una semana, pero nunca dijo nada por temor a ofender al muchacho.

Los niños de CheshireDonde viven las historias. Descúbrelo ahora