Finalmente podían sentir el frío aire en sus caras, el calor que el escaso sol de invierno les otorgaba abrazaba de lado a lado sus débiles cuerpos y, sin embargo, se negaban a creer la cruel realidad que se les presentaba en el momento, pensaban que era una broma de mal gusto que su mente les obligaba a aceptar, los dos niños no daban crédito a lo que sucedía a su alrededor, la luz de la gran estrella seguía con su reconfortante abrazo.
El mayor, ese hombre que les había hecho sufrir hace tan solo unas semanas, ahora estaba sacándolos de ese oscuro cuarto con una hipócrita sonrisa en su cara y una falsa amabilidad, aumentando el miedo en muchachos. La sensación de libertad se hizo presente cuando por primera vez en mucho tiempo tomaron un baño con agua caliente, quién hubiera dicho que aún podrían disfrutar de pequeños placeres como este, un par de mujeres les acompañaban, pero no parecían presentes, su mirada no se centró nunca en el par de gemelos y en cuanto terminaron de lavar sus espaldas y retirar la abundante mugre salieron apuradas, dejándoles un tiempo de relajación que no esperaban en absoluto, al rato llegaron y les tendieron unas toallas junto con unas prendas llamadas samue1 de color blanco y tonos azulados.
Los jóvenes no se soltaron las manos en ningún momento, a excepción de cuando entraron al baño, en cierta forma se les veía emocionados, aunque en ningún momento mostraran alguna sonrisa o un signo de felicidad, se podía deducir de su comportamiento calmado.
Al salir del baño sintieron en ellos mismos un olor que no notaron antes, uno parecido a ciertas flores que crecían cerca de su casa, una flor rosa y delicada con pétalos suaves y un dulce olor era la primera, esta era la preferida del gemelo menor por las características ya mencionadas, por otro lado, también sentían el olor de las magnolias blancas favoritas del mayor, las cuales tenían el primer puesto en la lista imaginaria de Norte por ser fuertes y resistir adversidades.
Las chicas les guiaron por un pasillo casi al exterior, uno típico de las casas tradicionales del país, hasta una amplia sala con un kotatsu2 en el centro, encima de este había un florero de evidente porcelana con un brote de anémona marchito3 y a los costados yacían tres cojines mullidos, dos de un mismo lado y uno en el contrario, evidentemente se sentaron en los primeros y dejaron el último libre. Observaron la sala y lograron captar un cuadro de un hombre al que no conocían en un pequeño altar, a su lado había una espada y un incienso que ya estaba por desaparecer.
Esperaron unos minutos y aquel hombre apareció con una amplia sonrisa y las manos detrás de la espalda, no llevaba si habitual uniforme, sino que un cómodo kimono4 de olas celestes en homenaje al cuadro del mismo nombre, la cara del par se tiñó en terror e instintivamente se arrastraron hacia atrás, llevándose consigo a los cojines.
–Oh, no pensé que me tuvieran tanto miedo. –dijo con cinismo el más alto– No les haré nada, es más, les invito a disfrutar un almuerzo típico de estos parajes, prometo no volver a tratarlos como antes~–
Las coreas se miraron entre sí con desconfianza y con lentitud volvieron a su posición original, entrelazaron sus manos nuevamente, ya que en ese último impulso se soltaron, y escucharon lo que aquel ser tenía que decir.
–Supongo que comenzaré con una breve explicación sobre su anterior trato, en un principio, no mentiré, fue mero placer, el cual más tarde se convirtió en un deseo por disciplinarlos. –lo que dijo era una gran mentira, esto se notaba y todos lo sabían, excepto, nuevamente, por los dos chicos, quienes tomaron algo de confianza al escucharle decir eso.
–En realidad no hay mucho que decir y nunca he podido alargar mucho las conversaciones, así que simplemente pasaré a pedir que nos traigan la comida. –dicho esto, alzo un poco la voz y una de las mujeres que les habían bañado abrió con calma la puerta, el mayor le pidió lo anteriormente mencionado y esta última asintió con rapidez, cerrando la puerta tras de sí.
Al poco tiempo volvió con tres cuencos sobre una bandeja, sirvió cada uno de los platos y posicionó un par de palillos a los costados y una especie de cuchara al otro, seguido a esto salió junto a una reverencia, la frase "O shokuji o o tanoshimi kudasai5" que salió en un susurro de sus labios y cerrar la puerta para que su anfitrión comiera en paz.
–Supongo que se preguntarán qué clase de comida es esta. –esperó alguna señal, pero al no ver venir ninguna, continuó– Este platillo es llamado katsudon6, se comen los vegetales y la carne con palillos, mientras que la sopa con la cuchara al costado de su plato, espero que disfruten la comida. –terminó con una sonrisa pequeña y agradable a la vista.
Los chicos no sabían cómo reaccionar correctamente, lo único que podían asegurar, es que el hambre les estaba matando y tenían un plato apetitoso en frente, así que sin más preámbulos, tomaron los palillos y comenzaron a comer vegetales y carne, ellos lo consideraron un momento triunfal, lo contrario sucedía en la mente del extraño, pues sentía repulsión por aquellas bestias que se sentaban en su mesa a comer como cerdos, ni siquiera dieron las gracias, se dijo en un fugaz pensamiento, al menos tendría algo de diversión los próximos días.
Terminaron de comer e inmediatamente se dieron cuenta de lo rápido que lo hicieron, se avergonzaron un poco y al unísono dijeron gracias, el de bandera blanca y roja volvió a sonreír tal y como antes, se levantó e invitó a los gemelos a seguirle.
En unos segundos estaban devuelta en ese extraño pasillo caminando hacia una ubicación desconocida, la intriga les carcomía, tal vez volverían a aquel cuarto y no les resultaba placentero si quiera pensar en eso. Los segundos se hacían cada vez más lentos y su caminar se notaba pesado, el mayor se dio cuenta de esto y se saboreó con deleite para detener su andar en una puerta con diseños de una especie de pasto que los chicos no reconocían.
–Esta será su nueva habitación, pedí personalmente que tuvieran un tatami, una decoración que les pudiera gustar y un futon amplio para que compartan, ya que se ven bastante unidos. –dijo finalmente con un toque de sarcasmo en las últimas palabras.
Posicionó sus manos, abrió la entrada y se vio una sala iluminada por la luz natural del sol, la cual entraba directamente por la puerta que daba al patio exterior, dando una vista pintada por las manos de un ángel, el interior no se quedaba atrás, en las paredes había pinturas de aves y cordones de montañas que complementaban el estilo casi minimalista.
–Basándome en su expresión, diría que les agrada. –mencionó con una mirada que parecía amable y una sonrisa que escondía sus planes.
Los gemelos no sabían cómo reaccionar, se encontraban emocionados, pero no querían darle satisfacción al hombre que les acompañaba. Entraron escondiendo no muy bien su entusiasmo, en sus ojos se notaban todos sus sentimientos y su compañero sabía esto, era parte de su cultura observar estas esferas para conocer las intenciones del contrario era lo que hacía al mayor un experto en estos temas.
El más alto no esperó mucho más y se despidió, no aguantaba el hecho de tener que ver basura sentimental, bueno, no importaba mientras todo fuera llevado a cabo en completa perfección, quería hacerles enloquecer.
–Espero que se preparen, porque lo que viene los perseguirá por el resto de sus vidas. –Pensó antes de cerrar la puerta y alejarse del dormitorio, tal vez tomaría un baño para descontaminarse.
« "Él sabía bien de odios, pues el que odia con tenacidad sabe reconocer bien ese mismo sentimiento en otros y sabe apreciar cuándo una animadversión es ya definitiva e irreversible." »
-Santiago Posteguillo.
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Callados.
Fanfic[Descripción en proceso] ||Gemelos Corea|| |North Corea| & |South Corea| _____________________ Creador de la portada: wonderkarma