Parte 1: Nuevo mundo.

1.1K 95 4
                                    

Ella sabía perfectamente que quedaría sola, pues lo único que tenía en su vida era a su hermana enferma y débil

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Ella sabía perfectamente que quedaría sola, pues lo único que tenía en su vida era a su hermana enferma y débil.

No tenían dinero, eran dos almas solas sufriendo, Amelie, quien era la mayor, no encontraba trabajo y eso también complicaba la situación. Varias mujeres se le acercaron para que su labor sea el de una prostituta, diciéndole a la pobre joven que todo era para salvar la vida de su pequeña hermana y que para una muchacha con un rostro y cuerpo tan delicado... era un trabajo excelente.

Ella no iba a rebajarse como a una cualquiera, pero tampoco descartaba esa idea, ya que, al no tener nada, ¿por qué importaría eso ahora? Su hermana no era tonta, ella sabía leer a las personas, y notaba mucho la preocupación de Amelie.

Un día, Amelie se levantó de madrugada, no lograba conciliar el sueño, prosiguió a ver a su hermana en la habitación de la pequeña casucha donde vivían, al acercarse, se detuvo sorprendida y extrañada, pues había un hombre parado a un lado de la ventana, con una pequeña sonrisa observandola fijamente.

──Por fin llegas...

──¿Quién eres? ──preguntó asustada mientras corría hacía su hermana.

──Descuida, no le he hecho nada, la sangre de un muerto jamás debe ser bebida. ──contestó mientras se acercaba a la cama de la menor con suma tranquilidad.

──¿Qué? ──musitó ──Anna, despierta... ──Pronunciaba mientras movía su brazo izquierdo suavemente ──Anna... ──llama con el ceño fruncido──. ¡Anna!

──Despertarás a los campesinos, calla jovencita. ──Al decir eso, en un abrir y cerrar de ojos estaba detrás suya, posicionando ambas manos en los hombro de la joven ──En fin, te dejaré estos últimos momentos con tu pequeña hermana. ──se acerca aún más a ella, y le susurra al oído un «Hasta pronto».

(...)

Caminando por las frías calles, en plena luna llena, no sentía temor, pues lo único que deseaba era acabar con lo que los seres humanos llamaban vida. Se alejaba más y más de su hogar, hasta quedar a orillas del mar, quedó por horas allí, pensando «¿Ahora qué?».

Miraba con suma atención las olas que chocaban en las rocas a unos pocos metros de ella. La luna podía alumbrar sutilmente el rostro de la joven, hasta que alguien interrumpe su soledad.

──¿Qué pretendes hacer, niña? ──decía mientras salía de las sombras un hermoso hombre.

──No sé que hacer...

──Sabes..., En algún momento este sufrimiento que tú tienes, acabará. ──contestó mientras veía el claro mar, el viento golpeaba suavemente las perfectas facciones de rostro.

Lestat De Lioncourt [EDITADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora