Claire.
Verán, siempre he sido una persona bastante...Temperamental.
Era una característica que siempre había manifestado, incluso cuando sólo tenía meses de vida; mamá decía que me embarraba de cualquier cosa justo después de que ella me bañara, pero eso sólo pasaba si no me había alimentado antes, o no me había dejado jugar con mi muñeca de trapo. Desde ese entonces ella entiende mi temperamento, y es la única que en realidad sabe calmarme.
Mi peculiar expresión de sentimientos comenzó a ser un problema cuando estaba en el jardín. Las parvularias constantemente notificaban a mis padres con boletines de mal comportamiento, y estrellitas tristes en mi expediente. Decían que le pegaba a otros niños, y que no sabía compartir.
Idiotas.
Así fue como, poco a poco, mis padres me enseñaron a controlarme. Ya no era tan impulsiva y a veces, incluso, podía esconder cómo me sentía realmente.
La habilidad superó a la ira con el tiempo, y logré dominar el arte de la discreción. Por eso cuando me encontraba enojada por alguna estupidez, como que Kendall se robara mi jugo de uva, o que alguno de mis compañeros no se callara en clases, generalmente explotaba por dentro, los maldecía, juraba hacerles un muñeco vudú cuando llegara a casa, pero me mantenía callada y serena.
Vanderwoodsen.
Hablando en serio, mis sentimientos me jugaban en contra la mayoría del tiempo, y para no hacer un escándalo y que todos me tacharan de loca por reaccionar mal, prefería quedarme segura y no mostrarme.
Pero todo cambió, cuando un caluroso día de agosto, nuestra profesora de lengua nos anunció que un nuevo alumno iba a integrarse a nuestra clase. En Las Vegas viene y va mucha gente, todo es rápido y cambia en un instante; así que cuando un pálido y escuálido chico se sentó en la fila de al lado, no le tomé mucha importancia. Seguí tomando apuntes con normalidad, y de hecho, no le puse atención en los primeros veinte minutos.
Pero como todo en la vida tiene fecha de caducidad, era lógico que mi falso desinterés también. Siempre he sido una persona muy curiosa; me gusta observar a la gente, preguntarme cómo serán realmente, de dónde vienen, a dónde van, sus nombres, sus gustos, todo. Es un pasatiempo leer personas, y por ende, también lo hice con ese chico.
Era obvio que se trataba de alguien extraño a este clima y ambiente. Se recogía ante el frío aire acondicionado, y trataba de taparse los oídos para no sucumbir ante el molesto ruido de la máquina. Lo hacía apoyándose en su mano cuando escribía.
Tenía un aspecto extraño, algo enfermizo. La piel lechosa y pecosa debajo de los ojos. Los labios secos, rojos en las comisuras. El cabello castaño le caía en la frente, y de vez en cuando, estornudaba sonoramente debido al polvo del desierto, y se limpiaba el rocío de fluidos nasales con la manga de su camisa, su camisa ñoña.
Se sentaba como desparramado en la silla, con el cuerpo hacia adelante y las piernas hacia el lado izquierdo. Su caligrafía era desastrosa, rápida y descuidada, como la de los poetas del siglo veinte, esos que tenían un cigarrillo colgando de la comisura de la boca.
Su vestimenta era una mezcla de estilos muy curiosa. Pantalones rugosos, camisa de niño rico, Vans polvorientas y sucias, una sudadera con cremallera, y calcetines de color amarillo chillón, con estampado de plátanos usando lentes de sol.
Lo observé, su actitud desinteresada, su postura floja, su semblante cansino y triste. Si tuviera que describirlo con un aroma, sería el de las hojas cobrizas de otoño empapadas por la lluvia.
Lo observé, la vestimenta elegante pero muy usada, y remendada. La total ausencia de carisma, el inquietante sonido de su lápiz de pasta azul siendo golpeado contra la mesa, que demostraba su catastrófico nerviosismo hacia todo lo que se moviera; desde la polilla en la lámpara del fondo, hasta la tarántula que teníamos como mascota de la clase.
Y entonces, sucedió.
Me asaltó una cólera que no había sentido en mucho tiempo. Me irritaba su apariencia normal, su voz rota, el incesante gesto que hacía con las aletas de la nariz cuando respiraba, su cabello sedoso y puntiagudo moviéndose por el aire acondicionado, sus uñas medio mordidas y su aura misteriosa.
Me irritaba, porque por primera vez en años,
había una persona a la cual no podía leer.
# c #
Ooooops, se me cayó por aquí este capítulo c:
Cómo les va? Han comido pastel estos días?
Mucho amor,
Silk.
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ᴀɴɢᴇʀ! ᴛʜᴇᴏ ᴅᴇᴄᴋᴇʀ
Fanfiction𝖳𝗁𝖾𝗈 𝖣𝖾𝖼𝗄𝖾𝗋; 𝖤𝗅 𝖼𝗁𝗂𝖼𝗈 𝗊𝗎𝖾, 𝖼𝗈𝗇 𝗌𝗎𝗌 𝗈𝗃𝗈𝗌 𝗂𝖽𝗈𝗌, 𝗆𝖾 𝖽𝖾𝗌𝗊𝗎𝗂𝖼𝗂𝖺𝖻𝖺 𝗍𝗈𝖽𝖺𝗌 𝗅𝖺𝗌 𝖼𝗅𝖺𝗌𝖾𝗌 𝖽𝖾 𝗅𝗂𝗍𝖾𝗋𝖺𝗍𝗎𝗋𝖺. 17/01/20