7 - Recuerdos

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La purga casi llegaba a su fin. Gabriel y Alastor seguían peleando; la lucha se intensificó tanto que cayeron por una ventana, continuando la refriega.

Yo corrí escaleras abajo para alcanzarlos, preocupada por la situación, y gritándoles miles de veces que se detuvieran, sin mucho éxito, evidentemente.

Alastor era un demonio sumamente poderoso, y estaba ganando la batalla. Gabriel se defendía bastante bien, pero no estaba al nivel; y si no hacía algo pronto, lo mataría, Alastor no se detendría, era alguien sádico que gozaba con esto.

Corrí y corrí, siguiéndolos y sin dejar de gritar. Alastor apretaba a Gaby con sus sombras, y cuando lograba defenderse con su espada o estaba a punto de golpear al demonio de la radio, este lo aventaba hacia el suelo, lanzando miles de trozos de pavimento sucio por todas partes.

Entonces se me ocurrió una idea: tenía que salvar a mi amigo. En cuanto Gaby, semiderrotado, cayó al suelo, gracias a un ataque de Alastor, me dirigí hacia él, aventándome encima para cubrirlo, como un escudo. Cerré mis ojos, esperando un posible impacto que no llegó, pero no me enteré de lo que sucedió en realidad.

Alastor estaba a punto de golpear con su micrófono, cayendo desde el cielo, pero, al ver a Éngel que lo cubría, se contuvo, desviando el golpe a un lado y justo a tiempo.

Alcé la vista para observar al demonio de la radio, y me pareció extraño, pero parecía contrariado, incluso la sonrisa se le borró del rostro por unos segundos mientras se incorporaba; luego Gaby se quejó, atrayendo mi atención.

—Én...gel... —susurró, débil, lleno de golpes y heridas.

—Gaby, por favor, no digas nada, te llevaré al portal, tienes que regresar, no permitiré que cometas la misma tontería que yo; voy a salvarte, por esta vez lo haré yo, Gaby —le dije, mientras lo ayudaba a incorporarse, recargando su peso en mí.

—Éngel... yo quiero estar... contigo —me dijo débilmente, observándome con tristeza.

—Lo sé, pero por ahora debemos esperar; al menos ya sabes dónde estoy y que me encuentro bien; por favor, no dejaré que te maten, jamás lo permitiré.

Éngel estaba débil y no habló más. Quizá lo entendió, quizá no tuvo opción, quizá no pudo hacer nada. Pero no lo dejaría morir, Gaby era muy importante para mí.

Entonces, una mano fría tocó mi hombro y luego mi cabeza con gentileza: era Alastor, que me sonreía como siempre.

—Querida, permíteme ayudar —dijo, señalando a Gaby, yo me tensé, sin saber qué hacer; él lo entendió—. No le haré daño, Éngel, confía en mí; así llegará más rápido al portal, la purga está a punto de terminar y si no hacemos algo se quedará aquí. No quieres eso, ¿verdad?

Yo negué con la cabeza, mientras le entregaba a Gaby. Algo me decía que no mentía, a pesar de ser alguien vengativo y sádico; lo estaba haciendo por mí.

Alastor tomó al inerte Gaby, y con sus sombras lo levantó, y luego ellas volaron hasta las colinas donde se encontraba el portal que lo llevaría hasta el paraíso.

Andrei estaba allí, había terminado su ronda y buscaba a su amigo, sumamente preocupado; se sorprendió mucho al ver que un par de sombras lo cargaban y lo lanzaban justo hacia él. Andrei logró pescarlo de suerte.

—¿Gabriel? ¡Gabriel! ¡Oye! ¿Qué te ha pasado? ¿Me escuchas? —preguntaba Andrei, preocupado.

Otros ángeles llegaban al portal para irse, y se detenían con Andrei, para ayudarlo con Gaby. Entre tres lograron regresarlo al paraíso. Ahí lo curarían, Gaby estaría bien.

¿Te conozco? Alastor. Hazbin HotelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora