Jugando Con La Suerte

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Tras un par de horas junto con su guardaespaldas de "jueguecitos", Brynja salió de nuevo a las calles tras lo sucedido en los muelles de Nagasaki con Gaara y su acompañante Kaiya. Pero esta vez no se encontraba sola, sino todo lo contrario. La acompañaba su más fiel guardaespaldas y buen amigo Biorn, conocido como El Oso entre los suyos. Sin embargo, fue debido a que él insistió, ya que él no quería ver a Brynja tan desanimada y distante. Conociéndola, ella intentaría desaparecer sin avisar tal como hizo en su escapada anterior para terminar y solucionar aquello que la carcomía. Así que, Brynja no tuvo más remedio que aceptar su compañía a regañadientes, aunque en el fondo se lo agradecía ese detalle profundamente.

Sin embargo, Brynja no lograba sacarse de la cabeza a Kaiya y eso la preocupaba. Biorn se percató de su estado y con mucho tacto, le preguntó acerca de lo sucedido. Brynja se tomó su tiempo en contárselo. Y por ello, Biorn propuso la idea.

Así que, él planeó llevarla a un local que ella no había visitado antes. Y ese local, no era nada menos que el Crow Club, un casino... Ya allí en la entrada vieron una de las normas del sitio, la cuál era que si entraban, tenían que jugar. Lo malo es que a Brynja se le daban fatal estos juegos ya que nunca había jugado anteriormente. Pero bueno, ella no se opuso puesto que le daba pereza y lástima pedir que buscaran otro sitio, así que se aguantó.

Cuando les abrieron las puertas y ellos entraron, Brynja sintió como decenas de ojos se posaban en ella tanto de hombres, mujeres y trabajadores del casino. Se sintió un tanto abrumada y angustiada pero muy en el fondo, aquello la animó un poco. La hacían sentir importante. En cambio a Biorn le molestó, puesto que se sentía invadido. Ambos supusieron que tanta mirada se debía a que eran nuevos en el sitio y que sus respectivos aspectos además de exóticos para muchos de los que se encontraban allí eran bastantes peculiares, ya que la gran mayoría de la clientela vestía con sus mejores galas.

Ambos vestían su indumentaria habitual. Por parte de Brynja llevaba un top con numerosas tiras haciendo que su pecho luciera más de lo habitual, además de unos shorts de cuero que le llegaban hasta la cintura junto con unas medias de red. Estaba arropada con su inseparable rebeca, la cual era un tanto vieja y estaba hecha jirones. Calzaba unas botas oscuras de estilo militar y también en sus manos, llevaba unos guantes que a simple vista parecían inofensivos, pero en realidad eran como garras. Por otro lado, Biorn vestía con una indumentaria inspirada en Brynja. Vestía unos pantalones ajustados de cuero y un jersey. También portaba mitones como botas militares, además de una chaqueta parecida a la de Brynja.

Desde lejos, en la esquina más alejada y oscura del casino, se encontraba una joven pelinegra japonesa sentada en su mesa habitual acompañada de un vaso de ron y su bastón apoyado a un lado suyo que no quitó sus ojos de encima de los recién llegados. Y esta chica no era nada menos que la propia dueña del casino, cuyo nombre era Kazane Black. En esos momentos, vestía una indumentaria bastante desenfadada: pantalones negros con tirantes, botas del mismo color y una camisa blanca, además de sus guantes negros.

El hecho de desconocer la identidad de los nuevos visitantes la sorprendía a la par que la frustraba, puesto que ella conocía a cada uno de los clientes, incluso el dinero con el que estos apostaban, ganaban o perdían, todo esto gracias a su extraordinaria memoria. Además, podía deducir si los clientes habían salido triunfantes o desamparados con tan sólo verles las expresiones de sus caras o las pantallas de los monitores del casino.

Al menos, a simple vista se podía confirmar que eran ambos extranjeros, seguramente europeos y quizás, nuevos en la ciudad. La chica fue quien más le llamó la atención, ya que ella poseía un peinado parecido al suyo, solo que era más claro. A juzgar por su expresión no le agradaban aquel tipo de sitios recreativos. Su irritación se veía claramente. Por experiencia propia, la pelinegra supo que la extranjera no era para nada buena en los juegos de cartas, ya que su rostro era tan fácil de leer como un libro abierto.

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