Pedo

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Un pedo sabroso
Fue el que tiraste en la mañana, te habías despertado por tu propio hedor. Lo comenzaste a oler con cara de satisfacción hasta que te comenzó a dar asco. Empezaste a levantar tu oloroso trasero y  sacudir tus cobijas, grave error.

— P*ta madre, ¿Qué comí anoche? — Te resultaba imposible el recordar lo que habías cenado que, lo más seguro, es que haya sido pura mierda.

Checaste la hora, habías creído por unos minutos que se te hizo tarde para la escuela hasta que recordaste que era un sábado. Recordabas tu misión que te había dado el Anti-Cristo sobre la carne asada. Estabas pensativo, ¿De qué forma se comienza una religión?

Te bañaste después de una semana entera valiendo pito. Comenzarás un buen fin de semana, habías planeado salir al parque con Pitancio y Pusilia hace cinco minutos. Les mandaste mensaje a ambos esperando que estuvieran disponibles.

En esos momentos de espera fuiste al parque a pasarla tranquilo y te compraste una Maruchan en el camino. Mientras comías tu Maruchan pudiste ver a una chica bastante hermosa de cabello largo, te acercaste para hablar con ella y luego pedirle su número. Cuando apenas le hablaste se giró y resultaba ser un hombre, así que te fuiste avergonzado al creer que era una chica. Ahí es cuando sabes que estarías soltero para siempre.

Estando sentado en el parque veías a varias parejas, te hacía sentir incómodo. Comenzaste a leer la mente de una pareja la cual solo estaba junta porque la tipa tenía dinero, otra pareja que leíste la mente de la chica resulta que solo está con él para luego romperle el corazón e irse con alguien más.

— ¿Quién chingados ocupa pareja? — Dijiste para ti mismo con decepción y te fuiste al área de los patitos.

Los patos estaban bastante lindos y tiernos. Aventaste un fideo a un pato y éste lo rechazó al igual que el resto. Te molestaste al haberle dado de tu Maruchan, maldito pato desagradecido. Así que te fuiste a los juegos para que por fin te llegara un mensaje de tus amigos. Eso te hizo sentir felíz ya que ambos aceptaron ir. Pitancio llegaría al parque en diez minutos mientras que Pusilia tardaría media hora.

Al estar felíz los rayos del sol te pegaron en la cara, miraste enfrente de ti y habían unos testigos de Jehová. Ahí podrías obtener tu respuesta, así que no perdiste para nada el tiempo y preguntaste; te hablaron de Jehová y su hijo Jesucristo y el paraíso. Te dieron una gran idea. Caminaste por el parque sonriente y determinado, las parejas a las que les habías leído la mente se estaban diciendo la verdad mientras reías. Todo estaba yendo bien que, incluso los juegos estaban disponibles y con poca gente.

Pitancio llegó, fuiste a la entrada del parque y lo saludaste alegre. Pitancio estaba impresionado porque, ya no olías a culo.

— Hasta que te bañas, ya no hueles a culo. — Te decía mientras tú dabas unas cuantas risas sabiendo que era verdad, marrano.

Se la pasaron molestando gente, corriendo lejos de los guardias los cuales eran gordos y pasarla en los juegos hasta que te marcó Pusilia. Ambos fueron a la entrada, se veía bastante linda. Le contaron lo que habían hecho, ella estaba riendo imaginándose aquello.

— Hey, ¿Tienes hambre? — Le dijiste a Pusilia al haber leído su mente, fuiste a comprarle una Maruchan.

— Gracias. — Te dijo Pusilia esbozando una amplia sonrisa con un leve rubor para luego comer su sopita.

Leíste su mente y te sentiste increíble al saber que le gustabas. Éste día no podía ir mejor hasta que, una luz azul apareció y se acercó a ti.

— ¡Ay wey! — Gritaste para luego meterle un p*tazo y mandarla lejos.

— ¿Que chingados era esa cosa? ¿Aliens? — Dijo Pitancio todo miado del susto pero, no literal.

Al final, a todos les importó un pepino y se fueron a los juegos. Sin que uno se lo esperara se rompió un juego y salieron volando, ya tan solo esperando su muerte hasta que se abrió un portal de esa luz azul que antes habían mandado a la chingada. Aparecieron en un lugar donde el cielo se une con el suelo, era increíble. El juego donde estaban atorados desapareció quedando todos bien sin ningún rasguño.

Era un lugar bastante celestial, se sentía la calma y la serenidad. Era un lugar hermoso, te levantaste y mirabas a tu alrededor. Un alien se acercaba, era parecido al Anti-Cristo pero menos feo. Sabías bien que él no podía permitir que hicieras de la carne asada el nuevo Dios. Así que agarraste a tus amigos y comenzaron a correr sin salida.

— ¡¿Qué hacemos?! No podemos morir aquí por un alien feo. — Dijo Pitancio asustado mirando al alien que les perseguía.

— Oh, ¡Jesús! ¡Sálvame! — Gritó Pusilia, el alien no tan feo habló.

— Yo soy Jesús. — Dijo el alien no tan feo acercándose cada vez más, el único a quien quería era a ti.

— ¡No! ¡Ni v*rgas! — Gritaste junto con Pitancio, ocupaban escapar. El susto de saber que tal vez no lo iban a lograr provocó que saliera un estruendoso pedo de tu ano.

Ese pedo fue su salvación, al ser tan puro el lugar tan solo provocaste que se derrumbara un pedazo de cielo gracias a la impureza de tu culo. Cayeron al suelo arriba de unos árboles, nadie sabía qué chingados había pasado pero, lo que sí sabías era que habías salvado a tus amigos del alien no tan feo de Jesucristo gracias a tu pedo.

Bajaron con cuidado del árbol, luego de eso los invitaste a pasarla un rato en otro lugar. Mientras caminaban para luego recibir el delicioso aroma de una carne asada. Voltearon hacia la izquierda y había un sujeto mamado y rubio quien estaba haciendo la carne asada. Pusilia y Pitancio miraban al sujeto mamado mientras tú mirabas la carnita asada la cual estaba más buena que el sujeto. Tomaste una foto de la carnita asada ya que se veía jugosa y se antojaba, claro que salía el sujeto, también se antojaba.

Fueron a la casa de Pitancio una vez más, estaban aburridos. Hicieron palomitas para ver a los padres disfuncionales de Pitancio agarrarse a p*tazos una vez más. Pitancio se aburrió y miraba la foto que le tomaste al sujeto mamado, resultaba que a Pitancio también le gusta el pito. Nadie lo juzga porque está bien. Lo que no está bien es que le haya hechado ketchup a las palomitas.

Te fuiste a tu casa al final, como buen caballero llevaste a Pusilia a su casa y te despediste de ella. Llegando a tu casa abriste la ventana ya que olía a culo a su máxima potencia.

Mirabas por la ventana escuchando Fly Me To The Moon de Frank Sinatra apreciando el cielo lleno de estrellas y la luna llena. Tenías la televisión encendida con hentai, ésta vez no compraste mierda de milagro. Tenías tus galletas emperador sabor chocolate y una caguama Indio. Era extraño porque habías recordado haber comprado la misma mierda de siempre, tal vez fue el milagro del Anti-Cristo.

El punto aquí es, que ya sabías cómo hacer tu religión de la carne asada y destruir las demás religiones pero, ahora viendo que Jesucristo te perseguía tendrías que hacerlo con cautela.

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