Prólogo: Un linaje desconocido.

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Suaves sábanas cubren a un bebé que, con interés, mira a los ojos de una mujer. Ella tiene un cabello largo de un color blanco puro, recogido en un moño. Su mirada, clavada en el bebé, muestra el brillo de sus verdes ojos esmeralda. Viste túnicas blancas y verdes, notándose el caro material, digno de la realeza.

Ella juega con el pequeño, moviendo sus diminutos labios con el dedo mientras sonríe. El bebé está arropado en sábanas blancas, cubriendo su cuerpo y dejando su cabeza y cabello libres. Tiene los mismos rasgos que su madre: un pelo corto de color blanco puro y unos ojos esmeralda. Intenta agarrar con sus pequeñas manos el dedo de su madre, devolviendo una sonrisa.

La mujer vuelve su mirada a una esquina de la habitación: había cuatro cunas juntas, donde tres bebés duermen tranquilamente. Sentada en su gran cama, mientras sostiene al bebé de pelo blanco, no llega a ver las caras de estos.

Un alboroto rompe el momento de amor entre la madre y su bebé: pasos de un grupo de guerreros se escuchan por fuera del reino. La puerta de la habitación se abre y cierra rápidamente.

"Querida...", se escucha la voz de un hombre: una voz grave y jadeante, notándose las prisas que tenía. "No hay tiempo para poder explicarte esto, pero...", se acerca con prisa a las cunas.

"¿Qué ocurre?, ¿qué es lo que me tienes que explicar?", pregunta preocupada, dejando cuidadosamente al bebé en la cama.

El hombre está de espaldas, observando y analizando a los pequeños. Su mirada vuelve a la cuna vacía, "¿Y el verde?". Mirando a su mujer y notando al cuarto niño, "oh, ahí está...", se acerca a recogerlo. La luz que atraviesa la ventana de la habitación, ciega el rostro del hombre. Con el bebé en sus manos y la madre intentando sacar explicaciones, lo pone de vuelta a su cuna.

"¿No vas a decir nada...", la mujer pronuncia su nombre, pero no se logra escuchar por los fuertes golpes que dan en la puerta de la habitación. Ella se alarma e intenta sacar alguna palabra del hombre, pero este comienza a pronunciar unas palabras a gran velocidad que no se logra entender.

Abre sus brazos, como si fuera a abrazar las cuatro cunas, la mujer toca la espalda del hombre y, a punto de hablar, la puerta de la habitación cae. Soldados entran y van directos a la pareja, entonces una pequeña explosión de aire proveniente de las cunas, los lanza volando suavemente unos metros atrás.

La madre se levanta y, preocupada primeramente por sus hijos, mira en las cunas... los bebés habían desaparecido.

Sangre de dragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora