El sonido de murmullos y charlas recorría por una pequeña ciudad: mercaderes en sus pequeñas tiendas, clientes ojeando los productos, niños correteando y guardias patrullando por las calles. No era una metrópoli de gran tamaño, pero bastante gente vivía en ella. Un muro de unos diez metros la rodeaba y protegía.
La ciudad se llama Argen, y esta bastante habitada: guardias con armaduras samurái y katanas envainadas y guardadas en sus cinturas; niños con kimono, algunos con katanas de madera que usaban para jugar, y pequeños restaurantes de comida, como ramen o otros.
Golpes de madera se escuchaban en un pequeño descampado, ahí un pequeño grupo de tres chicos jóvenes y uno más adulto, jugaban con sus katanas de madera. Dos peleaban entre ellos, mientras que el más mayor junto con el otro joven, observaban con atención. Entre los que peleaban, un niño de 16 años era el que tenía una apariencia más diferente: un cabello largo de un color blanco puro recogido en una coleta, unos ojos verde esmeralda y una piel blanca. Tenía ventaja en la pelea contra el otro, con unos movimientos energéticos y llenos de ganas, lograba golpear al otro chico en varias partes del cuerpo.
"¡Vale... suficiente!", el mayor del grupo habló. Su pelo era largo y negro puro, recogido en una coleta típica de samurái, sus ojos eran negros y tenía una piel morena. Vestía una armadura samurái negra. "Kinori, le diste en varios puntos vitales, tú ganas."
"¡Toma ya!", gritó el niño de pelo blanco, Kinori. "Gracias hermano, eres el mejor supervisor." Lanzó su katana de madera al otro joven que estaba al lado de su hermano.
El chico la agarró y fue al campo de batalla, mientras que el otro niño seguía en el suelo. "¡Levanta!, así no serás elegido como guerrero en nuestras próximas batallas." habló el mayor.
"¡Pero, Zares! Estoy cansao", le gruñe la tripa al chico, que sigue tirado exhausto en el suelo. "¡Vamo a comer, va!"
Los otros dos niños tenían más o menos la misma apariencia, pelo corto y negro, y unos ojos del mismo color. Los tres jóvenes llevaban kimonos blancos con pequeñas protecciones de madera que usan para este tipo de peleas. Zares miró al joven con el ceño fruncido, pero se calmó rápidamente:
"¿Sabes qué?, también tengo hambre. ¿Y vosotros?", volvió la mirada a Kinori y el otro niño, ellos asintieron con la cabeza. "Invito yo, lo habéis hecho genial. Vamos a comer ramen, y del que os gusta."
Los ojos de los jóvenes brillaron: un buen ramen después de un exhausto entrenamiento, sin duda era un gran plan. Además, iban a llenar sus barrigas con uno de los mejores ramen: uno con caldo de pollo picante, trozos de pollo cocido, cebolla, brotes de bambú, huevo cocido, maíz, algas nori y especias especiales. Sin duda, uno que hace gruñir sus tripas con solo oírlo.
"¿A que esperamos?, ¡vamos ya!", el niño, que estaba cansado en el suelo, se levantó de un salto. Kinori y el otro joven rieron, Zares sonrió levemente, conociendo el lazo de amistad que su hermano tenía con ellos. "¿Por que os reís, no soy el único con hambre?"
"Porque eres el que más come, Ryota" habla el otro joven, "seguro terminas comiéndote al final el nuestro, porque nosotros nos llenamos antes que tú."
Ryota era un niño que le encantaba comer, si no fuera por los entrenamientos diarios que hace, seguramente estaría bastante más grande. "Muy gracioso Henshi, pero recuerda el reto que nos prometimos la última vez. Quien coma más tendrá un bol de ramen gratis por parte del perdedor en todos los almuerzos." Va de camino directo hacia el pequeño local de ramen, Zares siguiéndolo para ponerse delante y Kinori detrás de ellos.
"¿Cuándo dije eso?", pregunta Henshi, uniéndose al grupo de camino al local. "Debo de haber estado muy cansado en ese momento."
"De esta no te libras Henshi, yo lo escuche también." Dice Kinori, mientras le mira con una sonrisa de burla.
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Sangre de dragón
AksiEn un vasto y diverso mundo habitado por una infinidad de razas y criaturas, un joven humano lleva consigo un poder único: la sangre de dragón. Él es uno de los cuatro descendientes que tienen este legado ancestral, ya que, según las leyendas, los d...