Falso calor

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"Quién con monstruos lucha cuide de convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti."

-Friedrich Nietzche.


En mi lecho yacía yo y, refugiándome del invierno interminable, había roto los cristales del sueño. No fue hasta la frontera del ocaso que desperté, bañado por el hervor de la infinita melancolía. La mía primera visión fue la ventana hacia el exterior, hacia el místico arte del cosmos: el bosque, inmaculado y albo por la nieve, se bañaba en la dorada oscuridad de un sol moribundo. ¿Qué habrá sido ese extraño sentimiento, ese desprendimiento del alma que causó este frío? Miré hacia el horizonte y éste, como la espuma, rompió las murallas débiles de mi alma de faltosa soberbia y falsa blancura.

En el pueblo donde doblan las campanas, en donde las cabezas de serpientes se posan entre plumas, se rezaba sobre un horizonte de magnos cerros y acantilados oscuros e infinitos que permitían pasmarse en la belleza del cielo que se curva; más allá del bosque que rodea mi solitaria y triste choza, más allá de donde la luz se arrastra.

Bajo un sol de plata próximo, salgo y me adentro soñoliento por las cimas quietas en el bosque colosal. Los aromas del romero aflorante se doblaba junto a la neblina cual éter sobre mí. Pero allí, donde toda belleza descansa, era donde el frío me hacía ir, donde el frío me hacía oír una llamada.

Frío AbismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora