Capítulo 3: Llamada

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Kyuhyun no podía concentrarse ni por un segundo.

El grupo asesor político hablaba de los planes a futuro, tanto para él como para su padre, referente a lo político.

Y eso era todo lo que podía decir sobre aquello. En algún momento había perdido el hilo de la conversación y, por más de que intentase retomarlo, le resultaba imposible, por lo que había abandonado esa idea y se había perdido en sus pensamientos.

Qué bodrio.

A nadie le había contado lo de aquel chico de extraña y endeble apariencia, que aún permanecí oculto en su habitación, y rogaba que el mayordomo no se quebrase y dijera cosas que le podrían traer verdaderos problemas. Pero conocía a DakHo, y sabía que, aunque él desaprobara ciertas acciones suyas, las aceptaría, más por el cariño paternal que sentía hacia él que por el alto sentido de responsabilidad y deber que tenía. Y esperaba también que aquel sujeto no hiciese nada que lo haga arrepentirse de haberlo recogido.

Se contuvo de emitir un sonoro suspiro, mezcla de hartazgo con cansancio y ansiedad. Quería que aquella reunión terminase lo antes posible, así poder regresar a su casa y poder corroborar que todo estaba en su sitio. Y además porque detestaba ser el centro de atención de algo tan banal y frívolo como lo eran las asambleas políticas.

En su lugar, prefirió concentrarse en aquellos detalles que había podido observar durante el tiempo que tuvo mientras desayunaba con el vagabundo. Al principio apenas parecía ser consciente del lugar en el que se encontraba, pero luego de unos momentos parecía estar tan a gusto como si hubiese vivido allí toda la vida. Devoró las tostadas junto con el jugo de naranja, apenas Dak Ho lo hubiese puesto en la pequeña mesa ratona de su habitación. Había notado una chispa de curiosidad en sus ojos momentos previos, pero ésta había desaparecido casi por completo en cuanto él le dijese que podía empezar a comer. No lo culpaba por ello, era un vagabundo después de todo. Tenía una voz cadenciosa y suave, como si siempre tratara de hablar en susurros o con dulzura, aunque no podía asegurarlo del todo, ya que el intercambio de palabras fue, muy a su pesar, mínimo.

Pero lo más importante era ¿Qué debía hacer? Ahora que observaba la situación desde un poco a la distancia, se daba cuenta de lo irresponsable y temerario que había sido. ¿Cómo podía haber metido a un perfecto desconocido a su casa, a su habitación? Desde la distancia, podía entender la gran negativa que había puesto Dak Ho desde un principio. Pero, a pesar de todo, no podía sentir en aquel chico indicio de maldad alguna. No sabía tampoco el porque de ello.

A penas era consciente de que caminaba por el amplio pasillo del edificio de la alcaldía. En algún momento había terminado esa estúpida reunión y lo habían dejado libre, cosa que agradeció de manera escueta por fuera y vehemente por dentro. Se excusó un tiempo y desvió hacia uno de los baños que había cerca de allí. Al entrar, y luego de mojarse el rostro para poder despejarse, encendió su teléfono móvil, temeroso de haber recibido una llamada por parte del mayordomo, contándole no buenas noticias. Pero nada de eso sucedió por lo que, luego de respirar tranquilo y calmar ese pequeño ataque de ansiedad, guardó el pequeño artilugio en el bolsillo para poder dirigirse hacia donde habían quedado sus allegados, incluyendo su padre, pero este no se encontraba allí, lo que le preció extraño, ya que él le había prometido que iba a esperarlo para que regresasen juntos a casa.

Preguntó por él a su gabinete asesor que si estaba presente, pero estos le dijeron que no sabían para donde había marchado. Suspiró frustrado. Odiaba que le hiciera eso.

No le quedó más remedio que tomar su teléfono y marcarle, retirándose hacia un lugar menos poblado para poder hablar con tranquilidad. Pero éste no contestó, ni siquiera lograba conectar la llamada. Sólo en el cuarto intento pudo oír el timbre desde el otro lado, pero sólo duró dos segundos, perdiendo la comunicación al instante.

En el Baldío [YeKyu] [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora