柔らかい音楽

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aspetta un momento, lascia che ti ami.
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Su mente daba vueltas, hablando con unas risitas sin soltar ni una palabra realmente, acostado en su cama, con sus ojos cerrados diciendo debo dormir, vamos. Pero Feng Xin había salido de la cama hace más de treinta minutos y el calor subía por su rostro, temblando, temiendo que el contrario se alejara demasiado.

Todo comenzó cuando su mente empezó a dispersarse, sus acciones no eran las mismas que sus pensamientos y era una continúa contradicción sin voluntad de acomodarse. «¿Era su culpa?» Se lo preguntaba una y otra vez, cuando veía al pequeño comer una tostada o cuando simplemente chocaban miradas mientras iban a dormir. No quería decirlo en voz alta, pero quizá sí lo era.

Entonces, destapó su cuerpo cuando sus dedos tocaron el sudor en su cuello, echándose aire para dejar ir esa horrible sensación de ardor. Se sentó y tomó la perilla de la lámpara, encendiendo su foco. Sus ojos pasearon por la habitación, asegurando que las cosas estuvieran como deberían estarlo.

Su mente seguía viajando, seguía deseando que Feng Xin no se fuera de su lado, aunque todo estuviera perdido.

¿Pero realmente deseaba que se quedara? Mu Qing sabía bien que su relación estaba intoxicándose, como si hubiesen bebido algo con veneno y sus ojos se tornaran desconocidos. Ninguno podía saber que pensaba el otro, pero, sin embargo, Mu Qing sabía que lo amaba. Porque dolía, ardía como el fuego, destrozándose.

Caminó por el pasillo una vez que salió de la habitación, en la oscuridad iluminada por la tenue luz de la luna, haciéndole temer, un miedo insignificante y tonto que antes Feng Xin hacía desaparecer. ¿Por qué no puede hacerlo desaparecer siempre?

Al llegar a la sala, encendió todas las luces, sintiendo sus ojos aguarse por el terrible silencio de su hogar. Su acogedor hogar que ahora sentía terriblemente frío y apagado.

──Feng Xin, bebé. ──llamó, empezando a preocuparse corriendo descalzo a la cocina. Una cocina en la que ambos habían cocinado sopa juntos, su plato favorito. Sopa de cabello de ángel, unos fideos tan suaves y revueltos, echados en una olla mientras reían y picoteaban sus labios, en cierto tiempo pasado. Oh, cómo duele el pasado.

Las expresiones que terminaban en "aba" siempre le hacían pensar demás. En el tiempo, en el transcurso de éste; en cómo todo parecía ir tan rápido. Un día estás soñando y al otro ya has perdido la oportunidad de vivirlo.

Un pequeño chico de cabello desordenado se volteó y observó al contrario, apenado por haber sido encontrado comiendo. Una gran sonrisa se deslizó por los labios de Mu Qing, caminando decidido a abrazar el frágil cuerpo situado frente a él. Feng Xin completamente vestido y Mu Qing simplemente en bóxer, temblando cuando sus cuerpos se pegaron y Feng Xin tuvo que dejar, discretamente, el pan con queso derretido en la mesa, echando su cabeza hacia atrás. Apoyándose en el hombro de Mu Qing.

──Aún no me voy, cielo. ──dijo en un tranquilo susurro, sus manos arrastrándose por las muñecas del alto y acariciando sus nudillos.

Mu Qing cerró sus ojos, besando su frente, prolongando el tacto de sus labios con la piel blanquecina. Tenía tanto que decirle, tanto que pedirle. Pero sentía los sollozos desde su garganta, rogando por otra oportunidad, por otro intento, y simplemente no podía hablar.

──Te amo, Feng Xin. ──dijo cuando su garganta se aclaró y pudo expresar sus sentimientos. Aún cuando estaban heridos por los silencios de ambos, perturbados y distanciados, él podía sentirlo. Latiendo en su corazón, respirando en sus pulmones.

El contrario no dio una respuesta, se mantuvo en silencio hasta que se despegaron y finalmente se observaron las caras. Feng Xin sonrió, tomando el rostro ajeno con delicadeza, tratándolo demasiado bien como para ser su última noche juntos.

──Recuerda que es lo mejor, para sanar. ──Mu Qing asintió e inclinó su cabeza hacia el tacto de su mano caliente, ardiendo en su piel pero tranquilizando su malestar.

No quería decir adiós, porque todo era tan agridulce, tan bipolar. Y entonces sentiría culpa de su acción cuando su corazón pedía unos minutos más. ¿Por qué debería contradecir mente y cuerpo de nuevo? La psicología explicaba que cada paso se debía al trabajo en conjunto de esto, ¿por qué hacía tanto mal?

Caminaron juntos a la sala y, entonces, Mu Qing notó la maleta a un lado de la puerta de entrada, burlándose de su tristeza.

── ¿Por qué no podemos intentarlo de nuevo? ──Bajó la mirada al piso liso bajo sus pies, trazando las líneas diseñadas por pura estética. Elevó su mirada cuando notó al contrario demasiado callado, mirando la puerta.

──Porque saldremos heridos de nuevo y no quiero más dolor.

──Pero me amas y te amo, ¿cierto?

──Te amo demasiado, Mu Qing.

── ¿Entonces? ──Ambos pares de ojos estaban llorando, dejando caer gotas pequeñas por sus mejillas, deslizándose sin fuerza.

──Estarás bien. ──afirmó dejándole saber que no había vuelta atrás, ya había acabado.

No querían decir más, Mu Qing se sentó en el sofá frente al televisor y observó los jazmines frente a él, escuchando la puerta abrir y cerrarse. En ese momento, algo en él cambió o había cambiado hace mucho tiempo, pero sus oídos ya no escuchaban y su piel ya no sentía sus lágrimas bajar. Aún así sonrió un poco, caminando hacia la cocina para llevar el florero con los jazmines y tirar su agua, cambiándola por limpia.

Las señales eran claras ahora, aún si corriera para abrazarlo fuera de casa, Feng Xin seguiría su camino. Porque ya había dicho adiós.

Y ahora era su turno, pero costaba tanto. Dolía aunque se negara a aceptarlo, recostándose en la cama una vez que volvió a la habitación, mirando el techo. Faltaban treinta minutos para que sonara la alarma y su cabeza dolía.

Las cosas no funcionarían como antes, así que se sumergió en un sueño profundo regido por el cansancio y dejó de pensar, por esa noche.

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