1._Semillas

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Nos advertimos a nosotros mismos de que esto pasaría. Documentales, movimientos sociales, activistas; nada sirvió. Lo vimos venir y no nos detuvimos. Como necios seguimos cortando la rama que nos sostenía y ahora el mundo perece y la humanidad agoniza. El sol calienta la tierra al punto de que todo sobre ella se quema. Nada se puede cultivar. Los bosques son simples pilares de madera y las montañas pirámides de tierra. Enfermedad, hambruna; muerte. La humanidad perece.

Caminaba con un grupo de unas veinte personas, pero cuando el escaso alimento conseguido en las abandonadas ciudades se acabo, las cosas se tornaron bastante bárbaras. Un hombre joven cayó y en la marcha se hizo una pausa. Formamos un circulo a su alrededor esperando que él se moviera, mas tras varios minutos de espera solo terminamos corroborando lo que su súbita caída nos anunció. Un silencio profundo se apoderó de todos hasta que una mujer se arrojo sobre el cadáver. A ella siguieron otros y rápidamente el cuerpo del muchacho quedó limpio de carne y hasta de entrañas. Observe un momento y luego  corrí lejos tan rápido como mis fuerzas me lo permitieron. No quería morir, pero hay cosas que no haría ni por salvar mi vida. Cosas en las que, según yo, se sostenía mi humanidad. Esa que día a día se iba borrando de la memoria de los hombres.

El cielo siempre esta igual. Tiene ese color rosa y ámbar a la vez. Es el humo de los incendios, creo. Hay ciudades enteras que arden hasta las entrañas y su humo inunda la Tierra. Hay nubes toxicas también que son arrastradas por el viento matando a cualquier ser vivo que tenga la mala fortuna de encontrarse con ellas. Los animales más adaptados prosperan. No son muchos.
La mayoría de especies se han extinguido producto de las catastrofes, pero otras como los gatos perecieron sirviendo de alimento a quienes antes los tenían de mascotas. Paso lo mismo con los perros. No he visto uno de esos hace meses.

De caminos no queda sino unas huellas miserable de concreto y asfalto. Yo los evito. Los caminos son peligrosos. No se puede confiar en nadie. A veces me es difícil respirar y pierdo el sentido de tanto en tanto quedando tirada a merced de cualquier mal. Pero he tenido suerte y nada grave me ha sucedido por ahora. No cargo más que una mochila con algunos viejas conservas y una botella de agua. Me aventuro a los pueblos, de vez en cuando, mas la mayoría a sido saqueado hasta hacer de ellas pobres esqueletos. Para mantenerme cuerda canto o más bien gritó versos que son una burla constante a esta situación de mierda en que seguimos luchando por prevalecer. Pero ¿Para qué? ¿Para que seguirse afanando en existir en este mundo sin esperanza de salvación? Lloro y canto. Canto en los delirios del borde de la locura:

" Un vuelo de gaviotas teledirigidas
hacia un mundo de silencio...
En la noche una estrella de acero
confunde al marinero.
Rayas blancas en el cielo azul
Ponen cantabrias
en el soñar de los niños
La luna llena de banderas sin viento
¿Qué ha pasado con el hombre?

Partirá la nave partirá
Dónde llegará, eso no lo sé.
Será como el arca de Noé
El perro, el gato tú y yo"


Después de horas tuve la suerte de encontrar un bosque de árboles que eran como columnas de yeso a punto a de caer. Allí había una casa rodante y dos cadáveres secos, pero también unas latas de conserva, fósforos y una botella de cerveza. Antes no bebía alcohol. A estas alturas no interesa porque lo hacía o si lo hago o no. Tomé las ropas de la señora. A ella ya no le servían de nada ahí guardadas. Salí para retomar mi camino y al poco andar sobre esa alfombra de hojas secas que se hacían polvo bajo mis pies, vi algo que me dejó perpleja. Eran semillas. Semillas intactas y no secas como todas las otras que alguna vez encontré. Era tan insólito que estuvieran en tan buen estado que por un momento dude de que lo veía. Creí que era otra de esas alucinaciones que me causaban el hambre, el cansancio o las toxinas en el aire. Me hinque y movi la hojarasca para tomarlas, incrédula, en mi mano y mire como buscando una respuesta a mi alrededor, pero nada ¿Qué inverosímiles condiciones permitieron a esas semillas permanecer indemnes en ese lugar? Me pregunte.

Las mire durante largo rato en la palma de mi mano y mis ojos se humedecieron. No sabia muy bien la razón de eso, pero sentí en mi pecho un palpito distinto. Con renovado ánimo las guarde en un pañuelo y las puse en el bolsillo de mi chaqueta para continuar mi marcha. Antes solo caminaba. Ahora, de pronto, tenia un propósito: encontrar un lugar donde plantar esas semillas. Podía ser un afán iluso. Tal vez delirando, pero me dió las fuerzas suficientes para caminar por días y días por ese suelo donde el mar y el desierto se volvieron la misma cosa.

Una tarde, cuando el sol se ponía, alcance la cima de una pequeña cordillera. Cuando mire abajo, al valle, no pude creer lo que veía. A prisa descendí por la ladera polvorienta con una ansiedad que nunca pensé volver a experimentar otra vez. Árboles, árbol verdes había ahí y su color frondoso me estaba exaltando la poca vida que quedaba en mí. Detuve mi desbocada carrera delante de ese paisaje y respire ese olor a madera y follaje, oí aves e insectos. No podía ser un espejismo. Hace años no vía el verde de la naturaleza. Ese verde no uniforme y siempre en movimiento. Más inverosímil que las semillas en mi bolsillo, era ese bosque de árboles jóvenes en el que me interne como en un sueño. Pensé que iba a enloquecer de jubilo cuando oí el murmullo del agua y corri en su búsqueda. Por poco caigo dentro. Me arrodillé para beber ese líquido tan limpio y fresco que no noté su presencia hasta que saque la cabeza del rio.

Primero vi su sombra, luego unas botas blancas, un atuendo oscuro y un rostro severo que me miraba como si viera algo que le causara repugnancia. Su piel tenía ese tono de manzana verde, su cabello era plateado y sus ojos eran una espesa bruma gris.

-¿Cómo llegaste aquí, humana?- me preguntó con un rechazo a mi presencia que se le escapaba de ese rostro tan inusual-
¡Lárgate!- me ordenó frunciendo en ceño.

Estiró su mano hacia mi. Creo iba a hacer algo, pero lo interrumpi preguntando:

-¿Quién y qué eres tú?

Me dio una media sonrisa de desprecio y me dijo:

-Yo soy un dios.vEl dios que pensaba exterminar tu especie, antes de que esto pasara- hizo una pausa para avanzar hacia mi- Tu presencia profana este lugar. No debes ni quiero estés aquí. Vete.

Lo mire, me miró. Sin duda humano no era. Pero ¿Un dios? ¿Por qué no? Nunca fui alguien de fe. No creía en el karma, en ángeles, en dioses. En ninguno de esos seres modelos a seguir de moral y conducta. Me sonreí. Un dios, repetí en mi cabeza. Él lucia muy diferente a la idea de un dios que yo tenía, pese a todo, implantada en mi cabeza. Pero ese lugar y esa presencia tan fuerte. Esos ojos de juez que dicta sentencia sobre un acusado cuyo veredicto ni siquiera paso por un jurado, me obligaban a mantener una postura dócil.

-Mi señor- dije, pero callé porque me parecía absurdo estar considerando esa posibilidad.

Mi cuerpo estaba temblando por una razón ajena a él. Saque las semillas de mi bolsillo, con mucho cuidado, y se las ofrecí con una mano temblorosa.

-Estas...estas pueden germinar- le dije apenas. Me costaba respirar -Son...son, quizá, las últimas.

Me miró sin cambiar su expresión y mi brazo cayó. Las semillas rodaron hasta sus pies y yo ahi, de rodillas en la orilla del arrollo, viendo como ese ser se inclinaba para levantar una entre sus estilizados dedos.  Viéndola con asombro dejo:

-¿Una semilla?- me miró menos hostil y continuo- Un noble gesto que en nada mitiga tus crímenes contra este mundo. Tú y tu especie son...

-No es redención. Es esperanza-
exclamé y se molestó.

-¿Esperanza para los humanos?-
rio y se hincó para verme a la cara con escarnio- Están perdidos. Siempre lo estuvieron. Me complace verlos agonizar. Rindete, humana ilusa, no hay esperanza para la humanidad-
añadió y se puso de pie.

-¿Esperanza para la humanidad? No. Para este mundo- le dije y caí en la oscuridad.

Estaba enferma. Todos lo estamos. Morimos lentamente. Yo antes del fin, quería... Nunca tuve fe, pero esas semillas me dieron esperanza y contra todo pronostico, encontré el lugar idóneo para ellas. Contra todo lo que creía, encontré un dios. Ni yo creía en él ni el creía en mí ¿Cómo podíamos hacerlo viendo lo que pasaba a nuestro alrededor?

El dios y yo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora