3._Árbol

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La vida que me quedaba era poca. La enfermedad avanzaba en mí, consumiendo mi energía  de la cual dependía mi empresa. Por días recorrí los bosques muertos, infertiles llanuras,
mesetas desérticas y montañas que se desmoronaban en busca de semillas de cualquier planta. Cuando casi no me quedaba esperanza alguna, encontré un pequeño brote de árbol entre troncos caídos, a la orilla de un río muerto.

Lo contemple incrédula por minutos y al fin solo rompí a llorar de felicidad. Cuando el mundo aun no agonizaba, cuide de muchas plantas por lo que me sentí capaz de transportarla al jardín de ese supuesto dios, pero mi cuerpo no respondió más. Me senté frente al brote con la espalda apoyada en uno de los troncos, las piernas estiradas y los brazos caídos. Estaba demasiado cansada para continuar.

La noche había caído callada y, en lo alto se alzaba la luna llena. Estaba más pálida y grande de lo normal. Su luz fría caía sobre la tierra, como un velo blanco e
ilusorio que besaba el polvo de un suelo moribundo. La miré allí, quieta y brindando claridad al momento más oscuro del planeta. Es que la naturaleza jamás nos abandono, fuimos nosotros quienes la ignoramos.  Abusamos de ella y la consumimos sin tregua. Pero ella seguía ahi. En el viento, en la luna, en un brote que peleaba por crecer, respirar y vivir.

Cerré los ojos despacio. Sabia que moriría ahí, esa noche. En voz baja, casi en un susurro, comencé a cantar mientras imaginaba iba navegando por un río que cruzaba un bosque frondoso y mi voz tenía un ánimo jovial, pues el tibio sol acariciaba mi rostro. Yo cantaba o creo que cantaba. Lo cierto es que repetía esos versos en mi mente como si fueran un mantra o una oración que me conduciria hacia la muerte, con la clemencia de una nana de infancia.

"Partirá la nave partirá...
Dónde llegará, eso no lo sé.
Será como el arca de Noé
El perro, el gato, tú y yo"

Después de un tiempo, cuánto no lo sé, el sonido de unos pasos me callo. Abrí los ojos lentamente y lo ví. Estaba hincado frente al brote. Mirándolo con satisfacción hasta que notó que yo lo veía. Arrugó el entrecejo entonces y se puso de pie con el brote entre las manos. Pronuncio unas palabras, luego desapareció. Pudo ser una alucinación en mi lecho de muerte, pero unos minutos después regreso de la misma forma para quedarse parado delante de mí sin hacer otra cosa que mirarme fijamente.

-Hola, señor dios- le dije después de un rato.

-Vas a morir- exclamó- Unas cuantas horas es todo lo que te queda.

No respondí. Sentí que le daba satisfacción mi estado, pero no me molestó. Cerré los ojos con dificultad.

-Humanos... son tan frágiles. Casi cualquier cosa puede matarlos. Una vez extermine a todos. Fue sencillo- me dijo.

-El dios de los cristianos nos quiso exterminar con una inundación. Como los niños hacen con los hormigueros, aunque él salvó a los justos. A sus favoritos- le respondí apenas.

-Este fue su error- señalo y se hincó a mi costado.

Me contó de como planeo exterminar los mortales de todo el universo. Como fue que lo logró y de como por poco es borrado de la existencia, pero logro huir a otra línea de tiempo en el último instante, mas allí fue capturado por un dios más poderoso que aquel que por poco lo elimina. Aquel ser lo mando a esta dimensión en penitencia por sus crímenes. Claro que para eso le restringió varias cosas, entre ellas lastimar a los hombres. Me habló con mucho detalle de todos esos acontecimientos. Al parecer llevaba aquí mucho tiempo observandonos en silencio.

-No comprendo porque se me asigno esta tarea- confesó al fin- Ser un espectador de la caída del hombre, como sino hubiera visto sucumbir otras civilizaciones-
dijo al fin.

El dios y yo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora