Hungry

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Kanda miró su cuello y se acercó por detrás al ver la suave curva, y oler el dulce aroma. Bajó su mirada y sus labios se abrieron, demostrando los colmillos, escuchando el palpitar del corazón y la sangre correr por las venas del cuello. En ese instante, tentado por los constantes latidos, desenfrenado hasta el máximo, perforó la piel. El sabor del líquido tocó su boca y sus brazos se deslizaron para rodearle la cintura a Allen, acercándose a su cuerpo con el hambre, y el dolor en su cuerpo instándole más. En un fugaz pensamiento, romper el acuerdo entre ambos parecía más sencillo.

La sangre corrió por su boca hasta su cuerpo, restaurando incluso la más grave herida.

Para los siguientes segundos después de haberlo mordido, la suave brisa entró por la ventana y sacudió levemente las pesadas cortinas. En el silencio de la habitación, el paso del tiempo estremeció el cuerpo de Allen.

—Es suficiente —le habló, su voz ahogada por la confusión del momento.

Kanda se detuvo por un breve momento, sin alejarse. Su penetrante mirada cayó sobre los dos orificios. Lo normal era que tomara menos de siete sorbos, pero lo que había bebido ahora no era suficiente. No lo era. El hambre intentaba dominar su mente y, bajo sus pestañas, el brillo en sus ojos se atenuó. No iba a parar. Sus colmillos volvieron a penetrar la piel, más profundo, la sangre espesa manchó sus labios de rojo.

Rodeó su cintura, succionando con más avidez. Allen ladeó la cabeza, emitiendo un quejido, y por su expresión, con la vaga sensación de sus extremidades suaves. La niebla en sus ojos lo hizo perderse, mirando a través del cristal de la ventana las luces brillantes de cada hogar.

Después de volver a sus sentidos, kanda se detuvo y sostuvo el cuerpo de Allen por un largo momento. Se apoyó en la pared con él en sus brazos, aún consternado por haberlo sentido mucho más dulzón, más agradable a causa del hambre. Entonces, se deslizó hasta los azulejos del suelo.

Probablemente no dirá que, cuando ya haya pasado mucho tiempo, esta ocasión en que bebió su sangre para sanar sus heridas, en lo más profundo de su mente salió el recuerdo olvidado de sentirse vivo.

Esa persona, ¿no dijo lo mismo? Kanda frunció las cejas y no quiso pensar más.

—Comenzamos de esa manera —dijo, sin moverse cuando el cuerpo de Allen se recargó en el suyo—, cuando despertamos. El hambre es lo primero que sentimos, un instinto primitivo que nos obliga a cazar y que nos convierte en depredadores, eso si no tenemos a alguien que nos guíe —Sus labios formaron una curva burlona—. Ésta es nuestra naturaleza, no humanos cambiados.

—Pero no terminas con la vida de las personas —replicó Allen, luchando con la somnolencia.

Kanda cerró los ojos, no discutió.

—Eres muy ingenuo.

Se quedó quieto unos momentos hasta que sintió la delgada respiración de Allen, solo entonces se levantó y lo llevó a la cama; cubriéndolo con la manta cuando se reguló el palpitar de su corazón. Se limpió la mancha de sangre y chasqueó la lengua. Lo miró, acostado en la cama, con su respiración débil, su piel pálida y la herida sellada en su cuello.

Sus labios se movieron en una curva invisible, recordando su propia pulso y la calidez de su cuerpo cuando aún era humano. Teniendo los mismos pensamientos sobre la humanidad de un vampiro, la gentileza y lo amigables que eran, hasta que la locura del hambre les dominaba la mente y los llevaba a matar si no sabían controlarse.

Tiró de las cortinas hasta el extremo, llevando las sombras a cada rincón de la habitación. En ese panorama, con su figura erguida y parada al lado de la cama, le echó un último vistazo: sus iris brillaron débilmente al mirarle en la oscuridad antes de desvanecerse en silencio.

Después de algunas horas, en medio de la noche, Allen despertó. Su expresión soñolienta, confusa y consternada cambió al instante en que movió un poco el cuello; las punzadas como agujas pinchando la piel lo hicieron encogerse, apretando las sábanas al llevarse una mano al cuello.

Suspiró teniendo los ojos húmedos.

Bajó sus ojos y pensó en lo sucedido, solo entonces vio las manchas oscuras y secas en su ropa. Reprimió un escalofrío cuando pensó en las palabras que una vez Kanda le dijo, si fuese el caso, para beber mucho más de lo habitual... Kanda necesitaba más sangre porque estaba herido.

La mancha en su ropa ahora era oscura y seca, pero la cantidad se podía distinguir con sólo verle un momento.

Poder controlarse incluso en esa situación, Allen no debía molestarlo.

Cerró los ojos y  volvió a suspirar. Después de esperar un largo tiempo, salió y fue directo al baño. En el espejo su rostro se contrajo en una mueca al toquetear alrededor de la piel: estaba roja pero ya no salía sangre, solo su piel era más pálida y enfermizo. Pero debería de estar bien con algunos días.

Se cubrió con la ropa y volvió a meterse en la cama.

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Notas:

Esta es una pequeña viñeta que he hecho a partir del One shot "Con todas las de la ley". Pero no importa en qué lugar se le acomode, sólo es un fragmento de la historia.

Pueden considerarlo una escena que pasa después del One Shot, en que la situación de los dos va más estrecha porque lo escribí en dónde Allen no replica a pesar del mal comportamiento de Kanda, cuando este no hace caso a sus palabras.

Tómenlo en que Allen lo comprende mucho más que al principio, y puede intuir lo que pasa por su cabeza si es que Kanda no le dice los motivos tras sus acciones.

Eso es todo.

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