Young magician

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Entrando a la oscura cueva, Kanda cruzó una estela rayada en forma de marco pegada a las rocas, iluminando sus confecciones al pasar. Las innumerables semillas dispersas se fueron abriendo con su sola presencia, llegando a la forma de un paisaje deslumbrante con la cálida luz del sol.

Las muchas veces que pasaba por este lugar, la vista cambiaba en todas las formas posibles que el intelecto de la conciencia quisiera: fueron noches oscuras con bosques y animales extravagantes, fueron lagos profundos, también brillantes estrellas constituyendo la vía láctea y mucho más hermosas que las simples flores llenas por cada centímetro de estas abundantes tierras.

El deslumbrante color amarillo en el infinito y el cielo azul claro. Kanda frunció levemente.

Mucho de sus incursiones para buscar al propietario acabaron fallando, y en cada oportunidad el dueño siempre lo encontraba divertido. Pero, las llamadas "fuera de lugar", acabaron tan sólo unas semanas antes, después de que Kanda encontrará la forma correcta de recuperar ese cuerpo marchito y traerlo de regreso. Y si antes tan sólo lograr encontrarlo ya era difícil, con su clara intención de no dejarse ver y sus intenciones de evitarlo, ahora le resultaba imposible.

Antes de siquiera empezar a pensar por buscarlo, miró las infames flores con todas sus especies, entonces habló: —Mira que ser idiota no te soluciona las cosas. ¿Hasta cuándo esperaré para que aceptes mis decisiones y aprecies que el método que elegí no es el más arriesgado?

Su voz se fue con la suave brisa acariciando los pétalos, y con el corazón esperando la aterciopelada voz después de haber sido casi olvidada con aquellas incontables faltas por su propio temperamento. Y la innegable culpa se debía a que Kanda constantemente presionaba con el dedo la antigua herida, en cierto grado, para que pudiera darle esa vieja respuesta: porque quiero dar otro paso adelante, no puede ser más de otra forma.

La delgada respuesta estuvo presente con una pequeña burla, una insignificante palabra impresa con cierto resentimiento: —Es cierto que no podré huir, pero el derecho que tengo a decidir no siempre dependerá de lo que pueda y no acepte hacer, Kanda, esto lo decido yo.

Qué agradable sería si solo fueran insulsas palabras.

Con los pensamientos adecuados y las palabras en la punta de su lengua, Kanda esperó cierto momento antes de elegir sus palabras y hablar: —No he hecho nada inadecuado alrededor de estos años, ¿cuál es tu motivo para estar disgustado?

Allen parpadeó desconcertado.

En todos estos años que estuvo encerrado dentro de este paisaje, su persona tuvo siempre la apariencia frágil de un joven mago, por la forma de su esbelta figura y largas piernas. Y cada aparición siempre estuvo presente con la inequívoca marca del sello en su rostro. Sin embargo, sus labios se curvaron después de un momento.

—¿Desde cuándo es tan importante? —Allen ladeó un poco la cabeza, estrechando más sus delgados labios junto con el aire frío y misterioso —. Las pocas veces que lo has hecho siempre fueron por razones... Oh, ¿es eso?

Sus sonrisas incrementaron, mirando de vez en cuando las flores y el rostro de Kanda. Soltó una suave risa y volvió a hablar: —¿Qué es esta vez? La primera vez no siempre tenemos la oportunidad de escapar, pero te las arreglaste demasiado bien. Sin embargo, la suerte no siempre está de nuestro lado.

Kanda lo miró. —Míralo por el lado positivo, Moyashi. Intento devolverte tu privilegio en vez de formar parte de esta prisión.

Cuando Allen se acercó dos pasos, abriendo la boca para contestar, su mundo se deformó con un chasquido. Kanda volvió a mirar la cueva oscura, y se alejó para ver afuera.

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