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Miedo. Eso era lo que sentía ___ en esos momentos, en el oscuro lugar, ya que no había luz en su casa. Todo se apagó misteriosamente tras haber dado su mano a aquel demonio que finalmente se presentó en... ¿persona? Era muy buena metiéndose en problemas y desde niña lo sabía. Jugaba con su hermano al monstruo y la princesa, y era curioso que en esos entonces Derek era el caballero que rescataba a el rey, la reina, y la princesa. Ahora la pobre princesa no tenía a nadie, y había un monstruo que fue más poderoso que Alex. Nada podría ser peor ahora. ¿Qué podría hacer una torpe chiquilla que solo era buena para meterse en problemas? ¿y cómo se liberaba de ellos? En realidad nunca superaba ningún desastre que causó, solo creaba uno más grande que contrarrestara el anterior, y eso iba a hacer ahora; invocó a un demonio, y para salir de ello su solución era (intentar) ganarle en las escondidas.
Buscaba a Alastor, quien se había escondido, y al ser un demonio podía estar en cualquier lugar. Hacía apenas unos segundos que el juego había empezado, y obviamente ella iba en desventaja por muchos motivos. Usaba su radio para ubicarse. Cuando se oía estática, significaba que estaba cerca, pero por más que intentaba no lo encontraba, y ello la ponía nerviosa. No le daba una ubicación exacta, le daba una idea de donde ir pero... ¿Qué seguía? De la nada, la radio se encendió sola.
—¡Señorita! —Se oyó la radio. La joven tragó saliva —. Si le es difícil, sabe que siempre está la alternativa de... Rendirse.
—No me rendiré —Suspiró —. Quiero vivir en paz, como era antes, antes de ti. Sólo eres una mierda y un gran estorbo en mi asquerosa vida.
—¡Gracias! —___ bufó —Venga, ___. Admítelo, te agrada mi presencia.
—Tsk... —La joven chasqueó la lengua —. Para nada. Solo eres una basura, Alastor, deja de joder.
Escuchó unas cosas tirarse en su cuarto, haciéndola estremecer y soltar un sollozo entrecortado. Corrió, solo para ver a cierto demonio sonriente tocando el borde de la cama. La menor dio torpes pasos hacia atrás, temiendo lo peor.
—Un, dos, tres por mí...
___ le miró aterrada. Alastor sonrió sádicamente soltando sonoras pero entrecortadas carcajadas. Ahora le tocaba a la joven esconderse. Tiró la radio mientras salía del dormitorio y pensaba dónde ocultarse... Tenía diez segundos antes de que el juego empezase. La ventaja era que Alastor era un amante del suspenso, así que se tomaría su tiempo, le daría tiempo a la protagonista, al final qué sentido tenía jugar si no habría diversión. Sabía qué iba a ganar.
1...
Corrió escaleras abajo lo más rápido que pudo, tropezándose en los últimos escalones y cayendo al frío suelo.
2...
Soltó un débil sollozo, pero sabía que no era momento para llorar. Aunque le dolía, se puso de pie con dificultad.
