02 |Conmoción.

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Soy mitad agonía, mitad esperanza  — Jane Austen.

Soy mitad agonía, mitad esperanza  — Jane Austen

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CAPÍTULO II
—🥀—

Los últimos rayos del sol traspasaban el parabrisas, tanto que tuve que bajar la visera para lograr ver bien la carretera, el atardecer era tan hermoso, cada tarde veía el ocaso desde la ventana de mi habitación, hasta que las tres fases culminaran. Las personas creen que solo es un simple atardecer, donde el sol desaparece y llega la noche, pero es más que eso.

Me encantaba grabarme en la mente la primera fase, la fase ocaso civil, ya que dura más tiempo que las otras, intentaba ver cada detalle para transmitirlo en el lienzo en la clase de arte, de hecho, las hermanas me dejaron conservar mis pinturas, pero tuve que dejar la mayoría, ya que los cuadros no cabían en el baúl del auto. La segunda fase me encantaba, podría decir que el ocaso náutico era mi fase favorita, donde el sol estaba entre seis y doce grados bajo el horizonte, hasta que llegara la última fase, el ocaso astronómico que prácticamente solo se veía una línea fina de sol y le daba paso a la oscuridad de la noche, ver ese espectáculo era lo único que me relajaba en el internado, y besar a Celeste, por supuesto.

Si las personas se hubieran dado cuenta de nuestra relación, posiblemente nos hubieran colgado del cuello, pero después de pasar mucho tiempo con tu mismo sexo, era difícil no sentir algo por una de ellas y en especial por Celeste, mi mundo era menos sombrío si estaba con ella.

Pasé junto al letrero de "bienvenidos al pueblo de Brașov" el lugar donde había sido feliz en mi infancia. Antes era muy conocida por sus sitios turísticos, estaba escrito en el libro de historia, que era la ciudad más bonita de Transilvania, hasta que por algún misterio, las personas dejaron de venir y el pueblo se convirtió en eso, en un simple y aburrido pueblo de la gran Rumania.

Las casas y edificios se veían antiguas, los tejados goteaban por la humedad del lugar y las calles se mantenían despejadas, recorrí muchas veces este pueblo con mi madre cuando era pequeña. Aceleré una vez recordar el camino a casa, lo que más quería era llegar pronto a ella. Giré hacia la izquierda encontrándome con muchas casas sencillas y al fondo de la calle, casi llegando al bosque, se encontraba una casa blanca, con un jardín descuidado. Me estacioné frente a ella, observándola, por la fachada se veía que no habitaba nadie desde hace mucho tiempo, las ventanas estaban selladas con tablas al igual que la puerta, la pintura blanca estaba desgastada y casi despegándose de la pared, parecía una casa de terror.

Me bajé del auto por un momento, el viento erizó mi piel.

Una señora pasó a mi lado, analizándome de pies a cabeza. Paseaba a un perro pequeño y peludo, quien empezó a ladrar hacia el interior del auto. El perro que me acompañaba sacó la cabeza por la ventana, haciendo caso omiso a los ladridos insistentes.

—Hola, disculpe, ¿sabe si hay algún familiar vivo de las personas que habitaban esta casa? —pregunté.

Después de unos segundos observándome con desconfianza, respondió.

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⏰ Última actualización: Oct 05 ⏰

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