OFRENDA DE PAZ

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El sol había comenzado a brillar desde temprano, sin embargo el sueño no quería abandonarme todavía; así que le concedí el deseo y seguí disfrutando de lo calientita que estaba mi camita hasta que el sonido insesante del móvil interrumpió mi terapia de sueño.
Con un quejido estiré la mano hasta la mesita de noche para tomar el móvil y con la voz pesadumbrada contesté:

-¿Hola?

- ¡Madre Mía! Allissa no creeras quién ha comprado el último cuadro esta mañana muy a las seis?

-Harry me has despertado, no tengo cabeza para adivinanzas así que sueltalo de una vez que ha de ser muy grande el chisme como para que interrumpas mi sueño.

-Ok... Que violenta estás esta mañana. Ha sido Justin, Justin Davies compró tu pintura por siete mil dolares.

¿Siete mil dólares? Eso era más de lo que había vendido las pinturas anteriores, estaba bien que la gente pagaba un precio razonable por ellas pero tampoco era una Van Gogh, bueno aunque sus pinturas se valorizaron despues de su muerte. Tal vez no es mi mejor ejemplo, en todo caso era una artista emergente y si bien muchos decian que tenia un talento imnato aún no me hacía de un nombre y aún no terminaba la carrera.
"Sí hay algo bueno en mi, Allisa" De pronto recordé sus palabras ¿Trataba de demostrarme su bondad con dinero? ¿Tan fácil me creia? Lo primero y único que sentí fue ira, una poderosa e incontrolable.

-Devuelvele su dinero, esa pintura no está a la venta.
De inmediato colgué dejando a Harry con las ganas de rebatirme, como lo conocía trataría de convencerme con todas las fuerzas de no hacer algo estupido. Sin embargo, no podía dejar que Justin se saliera con la suya si su intención era comprarme, se daría cuenta de inmedito que no podría conmigo.

Aprovechando que ya estaba del todo despierta y para tratar de calmar la ira que hervia por mi sangre me di una larga y relajante ducha. Ya vestida con un jean, botines color café y blusa de mangas largas y cuello de tortuga me maquillé a conciencia hoy tendría que salir a almorzar con mis padres. Los socios del IXXA hacian una reunión en el club Palazzo cada tanto dónde tenian que ir las familias de los socios. No entendía la necesidad de ese tipo de cosas, solo asistía por mis padres si los hacía feliz entonces trataría de complacerlos, al menos me divertía con los hijos de los demás socios y me ayudaba a hacer relaciones públicas tan necesarias cuando te proyectas a ser un artista reconocido.

-Vamos saliendo Allisa, ayuda a tu madre con unas canastas que hay en la cocina por favor-. Dijo mi padre al verme bajar las escaleras.

-Claro, Pa.

Una vez con las canasta caminé hacía el carro, mi móvil no dejaba de sonar. Las primeras tres llamadas eran de Harry, había decidido no contestarle por temor a que pudiese hacerme retroceder de la decisión que había tomado con respecto a Justin y su compra y el resto eran de un número desconocido, el cual no tenía ganas de contestar. Sin embargo empezaba a picarme la curiosidad por saber quién llamaba con tanta insistencia a mi móvil.

El día estaba precioso para pasar un tiempo en el club. El cielo estaba despejado mientras el viento soplaba haciendo fresca la tarde, los sonidos de los pájaros se escuchaban fuertemente, libres del ruido del ajetreo de la ciudad. Me encantaba el olor del pasto y sobretodo pasar tiempo al aire libre dejando que la melodia natural me envuelva con su paz y sencillez.
Sentados a mi lado estaba Elena a la derecha y mis padres a la izquierda.
El padre de Elena era socio del IXXA, sin embargo muchas veces él no podia estar en estas reuniones por tener otros negocios que atender, así que ella venía en lugar de él, confiaba demasiado en Elena además de que ella sabía muy bien como iban las cosas en los negocios, por algo estaba estudiando Administración de Empresas.

La comida estaba deliciosa y casi todo el rato se habló de lo bien que iban los negocios, las proyecciones para este año y los logros alcanzados el año pasado. Aunque cabe decir que no todo fue serio, también se aprovechó para contar algunas anécdotas y cosas graciosas que le sucedían a cada quién. Fue un tiempo bastante agradable y no parábamos de reír con las historias del Señor Óscar, quién era padre de Mateo. Una vez terminamos de comer cada quién se esparció por el lugar en grupos para socializar, algunos estaban bailando en una pista improvisada que habían armado, entre ellos mis padres.

Love YourselfDonde viven las historias. Descúbrelo ahora