“Sabito es genial” es indudablemente la frase que más repitió la mente de Giyuu durante su niñez.
Cuando conoció al mencionado a la edad de 7 años y ambos iban al club de kendo, ya destacaba debido a su cabello puntiagudo y a la enorme cicatriz en su rostro, cual se negaba a cubrir con algún adhesivo. Su presencia se desentendía de las reglas comunes de la vida; esta había olvidado que sólo se trataba de un mocoso y que por lo tanto sería imposible considerarlo imponente. A los 10 años, su voz (aún no madura) podía atreverse a desafiar confiada a la de cualquier alumno de curso superior. Puede que por eso a Giyuu no le sorprendiera descubrir tras varios años de clase que el profesor y el resto de los alumnos lo tomaban como el favorito. Incluso no le sorprendió cuando él mismo se descubrió prefiriendo al niño de ojos lavanda y serenos que al resto. Ahora, ¿tendría Sabito favoritismos por su lado? Eso fue un misterio por mucho tiempo. El chico rendía el debido respeto al entrenador y siempre escuchaba a todos en el club. Más de una vez, entre sus años juntos, le dio una palmada a Giyuu cuando este se quedaba perdido durante las prácticas, o lo animaba durante los enfrentamientos. Y no lo sabía: entonces el moreno de ojos azules lo consideraba su mejor amigo. Giyuu ignoraba si Sabito lo miraría desde la misma perspectiva, pero a veces creía que sí, lo cual le alegraba ¿quién no estaría feliz de ser el mejor amigo del chico más genial del club de kendo? Sabito era rápido, fuerte y (por lo menos para Giyuu) astuto para su tamaño. Casi ni oías sus pies abriéndose paso sobre el piso de madera y casi no percibías el movimiento de su espada (también) de madera, a punto de darte un, dos, tres, cuatro golpes; antes de darte cuenta estabas en el suelo y él tenía que ayudarte a levantarte.
Es como si Giyuu aún pudiera escuchar el insistente pero veloz roce entre sus medias y el suelo y a la vez; el tacto de sus manos, en aquel momento rojas de tanto presionar la katana de prácticas, enterrándose en su cabello y revolviéndolo cariñosamente hasta dejarle despeinado.
“Arriba, Giyuu”.
“Giyuu”.
“¿Siquiera me estás escuchando?"
Pasaron al secundario. Las clases de kendo continuaron. La cicatriz se estiró. Las flores de cerezo se parecían al cabello de Sabito. Él se lo dejó crecer porque Giyuu se lo pidió. Y desapareció de un día para otro del colegio y de las clases de kendo sin siquiera avisar. Tan pronto como eso, se esparció el rumor de que su padre había enfermado y por ello habían tenido que movilizarse a la ciudad. Giyuu ahora sí se encontró sorprendido—de sentirse destruido por semejante acontecimiento a la corta edad de trece años.
Las flores de cerezo se parecían al cabello de Sabito. Siempre lo hicieron y siempre lo harán.
Su mejor amigo no le había dejado ni un adiós. Vaya decepción. Cada que recordaba sus almuerzos juntos, las veces en que Sabito le había corregido durante las prácticas, sus bromas o su mano dándole palmaditas sobre la cabeza para animarle o despeinarle, dolía. Y también se sentía tonto por llorar. ¿El padre de Sabito realmente estaba enfermo? ¿Por qué no le había dicho nada? Pensándolo con más calma y madurez (algo que le sobra ahora, con 21 años), se lo había tomado con exageración. Pero Sabito también decía que él era algo así. Se sintió aun peor cuando la profesora del salón de su amigo le entregó un pequeño papel doblado, de algún cuaderno, con letra conocida poniendo “esfuérzate mucho, llorón. Adiós”. Leyó las cuatro palabras una y otra vez, hasta que las mismas le resultaron ajenas y extrañas. Eso era todo. Iba a usar su frase y daría por terminado lo suyo. Adiós. Arrugó la nariz y el papel, lanzando al último por la ventana. Lo vio alejarse, volverse pequeño y caer cerca de la cancha de deportes, todo mientras rogaba a Dios que nadie nunca volviera a leer una despedida como esa.
“Sabito es idiota” concluyó al fin, con lágrimas acumulándose en sus ojos, para sentirse un poco mejor.
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いかないで ; sabigiyuu
FanfictionGiyuu sabe que no debería llorar, pero pedirle a Sabito que no se vaya resultaría aun más egoísta.