Té con Leche

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Se la encuentra todas las mañanas de camino a su oficina. Tiene cada pelo de su cabello castaño acomodado en su lugar, pero su cara es más o menos un desastre. Se topan el noventa por ciento de las ocasiones a una esquina del trabajo de Bakugou, quien sólo le gruñe cada vez que ella le saluda con una sonrisa inestable, aunque al principio apenas y la reconocía como un ente vivo. Que le gruña es un gran avance.

La ve mañana tras mañana de día laborable, sin falta, pasar corriendo a su lado sin parecer cansada en lo absoluto, sólo un poco adormilada. No pasa mucho tiempo antes de que el pajarito de la curiosidad anide en el corazón de Katsuki y se pregunte qué diablos hace Uravity andando en dirección contraria a su propia oficina. Si ya sabe que su centro de héroes está a tres manzanas delante del suyo. Claro, él no se lo va a preguntar directamente porque preguntárselo implica interés y él no tiene un interés real en ella y en su mata de cabello café corriendo una manzana tras otra con sabrá Dios qué propósito. Total, que haga de su vida lo que quiera.

De cualquier manera, el chico de las explosiones lo descubre a la quinta semana de sus encuentros fortuitos: va a comprar té con leche de una máquina expendedora. Tan simple y tan vano como eso que, cuando se entera, Bakugou chasquea la lengua y gruñe un poco más de lo normal cuando la ve. Qué manera de perder el tiempo, piensa. Así que Uravity continúa cruzándose en su camino día tras día tras día sólo para conseguir un sabor raro de té con leche sin que Katsuki pueda hacer nada y porque cerca de su oficina no hay.

Sin embargo, la rutina del saludo inestable y el gruñido de reconocimiento se rompe un día que a Katsuki se le hace alrededor de un minuto tarde. Esta vez no la ve corriendo, sino que la encuentra sosteniendo su té con leche y tomándoselo campantemente al lado de la máquina expendedora. Uraraka, al verlo, deposita una nueva moneda en la máquina y saca una lata de té negro, caliente.

Se la ofrece de forma educada, extendiendo su mano y dándole los buenos días.

—No lo quiero —y esas sean tal vez las primeras palabras que Katsuki le ha dirigido a Uraraka desde que comenzaron a encontrarse durante el alba. No lo sabe con certeza, pero lo más seguro es que sea así.

Cuando él rechaza, ella insiste no educadamente, lanzándoselo a la cara (un pase que Bakugou ha conseguido interceptar exitosa y perfectamente). No se le ve rastro de culpa cuando él le frunce el ceño más y más ante su atrevimiento.

—Sabía que lo atraparías —Uraraka hace la seña universal de amor y paz antes de largarse por donde vino, corriendo a toda pastilla. Puede que no sienta culpa, pero sabe que habrá consecuencias y no le apetece afrontarlas.

Bakugou vocifera que se detenga con un par de groserías de por medio, cosa que ella no hace, pero él tampoco corre tras ella. En su lugar, mira fijo su café, casi como si esperara explotar la lata con alguna clase de nuevo quirk adquirido en sus globos oculares. Obvio no ocurre.

Vaya.

Ha conseguido café gratis. De Uravity. Aunque no es como que en su oficina no hubiera. Gratis también.

A partir de ese día, Bakugou recibe un ataque de café negro todas las mañanas.

Gratis.


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Originalmente publicado: 28 de agosto de 2016

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